Tras varios meses de agonía, ya bajan las persianas de La Aguada

Después de una larga despedida que se inició durante los primeros días de diciembre pasado, a La Aguada le llega la hora del cierre definitivo. Mañana será el último día en que el antiguo restaurant de 50 entre 7 y 8 recibirá clientes para despachar comidas; después sobrevendrá una semana de liquidación de su mobiliario y equipamiento, al mejor postor. Más allá del martes 15 de marzo, el emblemático local no será más ni menos que un mojón en la memoria gastronómica y familiar de varias generaciones de platenses.

Los “viejos muchachos”, mozos y cocineros, que llevan en algunos casos casi medio siglo trabajando en el corazón del microcentro, se retiran después de presentar batalla ante la adversidad de malas rachas financieras, cambios en los hábitos de consumo y decisiones judiciales desfavorables.

“Vencido el plazo de gracia que nos había otorgado la Justicia en la demanda por desalojo, y sin más instancias para recurrir, no nos queda otra que decir basta” admite Alfredo Almeyda, encargado y “decano” entre los trabajadores, con 46 años gastando los pisos del local de dos plantas y subsuelo que abrió sus puertas en 1938.

“Ibamos a cerrar el sábado pasado, pero quedaba mercadería, quedaba gente que quería venir a saludarnos... y además cuesta asumir el ‘no va más’ de una fuente de trabajo” agrega Ramón Retamozo.

“Si bien tenemos tiempo hasta el 15 para entregar las llaves, hay que empezar a desmantelar todo, presentarlo y tratar de vender lo que se pueda” explicó Almeyda: “mañana” -por hoy- “vamos a invitar a brindar a todas las clientas de siempre y nuestras familiares, como gentileza por el Día de la Mujer, y el miércoles a las once de la noche se termina”.

MOBILIARIO EN VENTA

A partir del jueves, muebles, sillas, mesas, heladeras, mostrador, estanterías, sierra de carnicero, una máquina de picar carne, se expondrán para que se las lleve “quien acuerde el mejor precio”; también una cortadora de fiambres, vajilla y cristalería, manteles, ollas, sartenes, planchas, paelleras, y dos equipos industriales de aire acondicionado, entre otros artefactos y herramientas.

Para los protagonistas de la historia, el futuro es incierto. “Tenemos la capacidad de trabajo, el saber y la experiencia para brindarle a la gente cosas de calidad que ya no son tan fáciles de encontrar” asegura Almeyda: “cocina de olla española e italiana, aprendida de viejas cocineras, puchero, paella...”.

“Algunos cocineros y mozos ya se retiraron, estamos medio vencidos pero no tiramos la toalla” reconoce el gastronómico: “a pesar de que estoy jubilado, no me disgustaría seguir. Hay media docena de compañeros que estaríamos en condiciones de abrir algo, en una casa para reciclar, el buffet de algún club, o un local -siempre pagando un alquiler, obviamente-. Estuvimos cerca de agarrar en La Protectora, pero no se dio”.

La fecha tope para el cierre fue acordada a mediados de diciembre pasado, luego de intensas gestiones entre los trabajadores que gestionan desde 2001 el emprendimiento gastronómico y los propietarios del inmueble en el que funciona desde hace 78 años, promotores de su desalojo por la vía legal debido a la “falta de pago” de alquileres. En el corto plazo, donde estuvo La Aguada habrá un lote “a demoler y construir”.

DESALOJO Y PRORROGA

La causa judicial se tramita en el Juzgado en lo Civil y Comercial Nº 21, cuyo titular es Héctor Luján Iacomini. Ese magistrado, inicialmente, había dispuesto el desalojo para el 1 de diciembre pasado. Pero los mozos y cocineros, agrupados en una S.R.L que en los hechos funciona como cooperativa, pidieron formalmente no ser despojados de su fuente laboral en una época tan sensible como la de las Fiestas. Eso condujo a varias rondas de negociaciones que culminaron en la impasse hasta este mes, con la venia de los propietarios.

“Hay una sentencia firme de la justicia civil, sin posibilidades de ser revisada o apelada, pero más allá de eso el edificio padece serios problemas estructurales e incluso una clausura municipal”, subrayó Bernardo Barrué, abogado de la familia Pereyra, una de las dos que piden la restitución del inmueble: “los trabajadores comprenden la situación, y como hubo buena voluntad de las partes se llegó a fijar el plazo de marzo para el cierre y firmar el compromiso de respetarlo”.

Desde que trascendió, la inminencia del cierre de La Aguada galvanizó a sus actuales habitués tanto como a antiguos comensales, quienes volvieron a llenar su salón -hasta hace poco raleado o semi desierto- para disfrutar de sus especialidades: arroz con menudos, saltimbocca, “marineras”, bifes de chorizo, supremas Maryland, filetes a la romana, milanesas de ternera, y por sobre todo las populares “papas soufflé”.

También se recolectaron firmas pidiendo la suspensión del desalojo, las redes sociales sumaron expresiones de apoyo, y legisladores y dirigentes de diferentes espacios políticos y organizaciones comunitarias se acercaron a manifestar su preocupación; sin embargo, no alcanzó para torcer el destino de La Aguada, que desde pasado mañana será recuerdo.