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Cuarta entrega de la serie de policiales del autor cordobés. Cartas Marcadas es la novela póstuma del escritor y periodista fallecido en mayo de 2015 en La Plata. Un crimen impune devela una compleja trama de complicidades: final oscuro para la Balada del Británico, donde los ricos no piden permiso
MATIAS ORTEGA
Olor a mierda. Ese era el título que Martín Malharro había pensado para su cuarta novela policial, parte de la serie La balada del Británico, situada en una Buenos Aires de cafés y fantasmas. La editorial Mil Botellas, un sello independiente de La Plata, prefirió que se llamara Cartas marcadas y aunque el nuevo título suene más perfumado, la última novela de Malharro es mucho más oscura que sus predecesoras. Hay en sus entrañas una mirada pesimista acerca del amor y la justicia. Todo parece podrido. Y Mariani, el pseudo-detective que protagoniza la serie, lo sufre en carne propia y muta en un ser despiadado. Ya no es el personaje barrial que cae en grandes casos de manera involuntaria: en Cartas Marcadas Mariani anda enfierrado y no duda en apretar el gatillo en el momento oportuno. Ya no sigue los casos de personas perdidas que aparecen en Crónica TV, sino que se mete hasta las últimas consecuencias contra los peces gordos y eso, como ha enseñado la historia, puede tener un costo altísimo.
La acción de la novela está situada en los ´90 y el surgimiento de los nuevos ricos, personajes que amasan de la noche a la mañana una riqueza de dudosa procedencia. Como en toda la serie, las novelas de Malharro tienen un anclaje con la historia argentina. Por ejemplo en Banco de Niebla (2007), su primer libro, la trama está relacionada con la dictadura cívico-militar y la entrega de sindicalistas a la Triple A.
Esta vez, Mariani es contratado para investigar el asesinato de Graciela Gómez Pynn en un hotel de la Panamericana. El crimen quedó impune, tapado por una inmensa trama de complicidades que salpica a la Policía Bonaerense, al gobierno provincial y a los medios. Cualquier semejanza con la realidad no es mera coincidencia. La historia de Cartas marcadas trasciende la geografía porteña y lleva a Mariani a seguir las pistas de testigos en el Conurbano, a desenmarañar una vieja historia de amor en Chascomús y caer en la seducción de la elegante hermana de la víctima en Uruguay. Mariani no anda solo; lo acompaña el Gordo Demarchi, un mecánico que se calza los lentes negros cuando crece la tensión, pero que en el fondo es un romanticón. Con estos personajes, la investigación está lejos de ser una estrategia de ajedrez. Como explica Juan Sasturain en el prólogo de Banco de Niebla, el trabajo de Mariani es producto de “un tanteo a ciegas, un proceso de ensayo y error en que, como acaso le gustaría describirlo a Walsh, batalla con sus propias limitaciones, su ignorancia y acaso su estupidez”.
El final de la novela es sombrío y la serie -lejos de cerrar entre el apacible olor a anís y café del Británico, como hubiera correspondido a un ending circular- termina en el barro de una noche trágica en la Costanera.
Cartas marcadas es la novela póstuma de Malharro, un escritor y periodista habitué de los cafés de San Telmo –donde habitan sus personajes-, que murió en mayo de 2015, antes de que saliera publicada su última novela. Bisnieto del pintor impresionista homónimo, Malharro nació en 1952 en Bellville, una ciudad del sudeste cordobés, y llegó a Buenos Aires en tiempos de apertura democrática, luego de haber viajado durante once años como cronista por América Latina, Europa, Asia y África. Cartas marcadas está escrita con un aire de despedida: preocupado por el “mecanismo de relojería” de las letras y el mundo, Malharro intuía que esta podía ser su última obra. Y se dio el gusto de cumplir al pie de la letra aquella máxima de Raymond Chandler “de mandarlo todo al infierno” en la obra final.
Si fuera canción, esta novela sería un tango brutal. Su lenguaje es tan rápido como el ritmo en las grandes ciudades y los diálogos –y los silencios- son los que desnudan la identidad de los personajes. En tiempos en que los ricos no piden permiso, es fácil sentirse identificado con los buenos perdedores de Cartas Marcadas. Y con charlas como la que mantiene Mariani con el periodista Ricardo Ragendorfer, que vuelve a aparecer como personaje:
“-La baraja está muy mezclada.
-¿La baraja?
-Sí, la baraja social, los chorros viviendo en los countrys, los canas paseando por Playa del Carmen, los viejos delincuentes reciclados como candidatos a puestos políticos y los alcahuetes de los servicios transformados en sex-symbols televisivos. Así no se puede, Mariani.
-Los tiempos cambian.
-Sí, los que no cambiamos somos nosotros”.
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