Contaminación: un barrio que no baja los brazos contra “la lluvia de carbón”

Treinta y tres años de lucha para no vivir respirando carbón han dejado profundas secuelas en el Barrio Campamento. En ese sector de Ensenada donde alguna vez acamparon los obreros que cavaron los canales del Puerto y hoy viven unas dos mil personas, resulta difícil hablar de Copetro sin que se genere una amarga discusión y salgan a la luz viejos reproches entre vecinos. Y es que mientras que algunos de ellos siguen gritando su indignación y exigiendo justicia por una lluvia hollín que -aunque en menor medida que antes- aún sufren a causa de la planta, otros eligieron mudarse o simplemente se han resignado a vivir así. Pero lo cierto es que pese a las secuelas y los daños, el barrio mantiene su pelea en pie.

Uno de los conflictos ambientales más viejos de la Región, el que enfrenta al Barrio Campamento con la planta productora de coque es un ejemplo de lo costoso que puede resultar en Argentina ponerle freno a un perjuicio ambiental cuando hay grandes empresas de por medio, pero también de que no es imposible hacerlo con la suficiente determinación.

En febrero pasado, la Justicia Civil de La Plata dictó un nuevo fallo que ordena a Copetro cesar con las emisiones contaminantes y fija indemnizaciones para un centenar de vecinos agrupados en una tercer tanda de demandantes. La sentencia supone que la planta deberá seguir avanzando en mejoras técnicas que, según un informe de la Universidad Nacional de La Plata, ya habrían reducido las emisiones contaminantes en un 70% con respecto a la situación inicial.

Pero en el Barrio Campamento hay quienes ven ese vaso medio lleno y hay quienes no. Así como para los abogados que patrocinan a los vecinos desde la década del ochenta y algunos de sus representados se trata de “un gran avance” y un fallo “de excelencia”, otros vecinos no ocultan la bronca e impotencia de sentir que “no hay justicia cuando hacen falta más de treinta años para que a una empresa le hagan cumplir la ley”.

CONFLICTOS DE ARRANQUE

Dedicada a la producción de coque -un subproducto de la refinación de petróleo que se utiliza como combustible en la industria metalúrgica y gran parte del cual se destina a exportación-, la planta de Copetro viene generando conflictos con el Barrio Campamento desde su instalación en el Polo Petroquímico de Ensenada en 1982. Las altas pilas de coque acumulado a cielo abierto junto al Puerto y las emanaciones de su proceso industrial llevaron a que desde un primer momento los vecinos denunciaran los efectos de una constante lluvia de hollín.

Tras dar por probado que el funcionamiento de Copetro generaba un serio perjuicio sobre la calidad de vida y la salud de los vecinos de Barrio Campamento, en 1998 la Justicia Civil de La Plata ordenó a la empresa cesar sus emisiones contaminantes y resarcir económicamente a un primer grupo de ellos que se habían reunido para demandarla. No obstante ese reconocimiento, el conflicto continuó.

Apenas unos años después de aquel fallo, el nivel emisiones contaminantes de Copetro seguía siendo tan alto que la empresa fue clausurada por primera vez. La medida, dispuesta por el juez Gerardo Echeverría en el marco de otra demanda judicial presentada por una segunda tanta de vecinos, fue levantada diez días más tarde con la condición de que la firma implementara un plan de reformas para reducir su impacto ambiental.

Gracias a esa decisión, Copetro se vio obligada a realizar una enorme inversión en mejoras técnicas que en otros países constituyen un requisito básico para las plantas de su tipo. Fue entonces que la firma construyó un galpón de 500 metros de largo para resguardar las pilas de carbón disminuyendo así la voladura de partículas a causa del viento, cubrió sus cintas transportadoras e instaló filtros en sus chimeneas, entre otras medidas de seguridad. Aunque muchos vecinos pensaron entonces que el problema finalmente se había resuelto, estaba lejos de ser así.

MENOS PERO “IGUAL”

Si bien el hecho poner a cubierto las enormes pilas de coque y mejorar la tecnología disminuyó en gran medida el problema de la voladura de partículas, eso no impidió que el producto emitido por las chimeneas de sus dos hornos siguiera lloviendo sobre Barrio Campamento y toda la zona aledaña. Y es que según la dirección del viento la intensidad de su proceso industrial, el hollín de coque emitido por Copetro “ha llegado incluso hasta el centro de Berisso”, asegura Marcelo Martínez, referente de Nuevo Ambiente, una ONG que viene acompañando desde el comienzo el reclamo de los vecinos con denuncias a los organismos de control.

“Nunca paró. Limpiás y limpiás y al otro día sacás la misma cantidad de carbón. Porque aunque tengas todo cerrado y pongas chorizos abajo de las puertas, se mete igual. Queda en los vidrios de las ventanas, en los patios, en las canaletas, la pelopincho... este verano tuvimos que cambiarle el agua todos los santos días. Pero el problema no es sólo la mugre, es lo que tenemos que respirar. Con mi nieta nos la pasamos con el nebulizador a dos manos. Los médicos nos dijeron que lo mejor para ella sería que nos mudáramos a otro lado, pero ¿a dónde? Hoy no te pagan nada por una casa en este barrio porque nadie quiere vivir acá”, explica Titina, viuda de Hugo Almada, uno de los primeros vecinos en llevar a Copetro a la Justicia.

Desde la puerta de su casa, a menos de cien metros de las chimeneas de la planta, Nelba, otra vecina, describe una situación similar. “Hace más de treinta años que tenemos esto acá y sigue pasando lo mismo. Además de que vivimos condenados a limpiar nos arruina la salud: mi hija menor tiene la capacidad pulmonar disminuida por culpa del hollín. Vivimos reclamando pero es como un grito silenciado; gritás y gritás y nadie te escucha”, se lamenta la mujer.

“Nadie nos bancó. Los vecinos tuvimos que tirar solos enfrentando apelación tras apelación. Es así que aunque la Justicia siempre ha fallado a favor nuestro, acá estamos después de 34 años casi en el mismo lugar”.

Al ser consultado sobre Copetro, Osvaldo Figoni, uno de los vecinos pioneros en denunciar a la empresa, se disculpa: “ya no quiero salir a denunciar que sigue lloviendo carbón porque es como decir que fracasamos. Que después de 34 años de reclamar por nuestro derecho a no enfermarnos y vivir como todo el mundo la empresa no termine de cumplir la ley me genera una bronca y una impotencia que me enferma la vida, dice.

“Ni el ministerio de Salud, ni los organismos de control de la Provincia... nadie nos bancó. Los vecinos tuvimos que empezar a tirar solos poniendo a nuestros propios abogados y hemos venido enfrentando apelación tras apelación. Es así que aunque la Justicia siempre ha fallado a favor nuestro, acá estamos después de 34 años casi en el mismo lugar. Y eso tiene un costo -dice Osvaldo-: muchos de los que arrancaron con esta pelea se murieron sin ver que se hiciera justicia. Tal vez lo mismo nos pase a los demás”.