Miles de perjudicados por inadmisibles falencias en los cajeros automáticos

Una vez más faltó dinero en los cajeros de nuestra ciudad y, en esta oportunidad, también en el resto de las ciudades bonaerenses como consecuencia del paro de 24 horas que implementaron el miércoles pasado los empleados del Banco Provincia. Sin embargo, el problema repercutió también, en el caso del Bapro, en la jornada de ayer, ya que a la mayoría de los cajeros de nuestra ciudad siguieron vacíos, en una situación que se extendió asimismo, en gran medida, a la red de bancos privados hacia la cual se habían volcado los usuarios para encontrar lugares alternativos.

Al igual que en otras oportunidades, fueron incontables las personas que debieron peregrinar por el casco urbano y localidades de la periferia en busca de algún cajero que les ofreciera los ansiados billetes. La situación se vio agravada porque corren ahora las jornadas propias del cronograma del pago de sueldos a estatales y jubilados.

Lo cierto y comprobado en forma reiterada es que, por la razón que sea, los cajeros automáticos exhiben un pésimo estándar de eficacia. En el caso del pago de sueldos, el Banco Provincia, que es el agente encargado de ejecutar esa operación, cumple de manera parcial o, en algunas oportunidades, directamente la incumple.

En este recambio de mes, poco importa, en realidad, aludir al paro de los empleados como causal de la deficiente o nula prestación. Lo habitual es que se demoren las recargas y que los cajeros, con mucha suerte, comiencen a funcionar en plenitud a partir del mediodía. Tanto ésta como otras situaciones anómalas que se presentan a lo largo de todo el año tendrían que estar absolutamente previstas y ya resueltas por las autoridades del Banco.

De sobra se conoce, por dar otro ejemplo, que también suelen faltar fondos durante los feriados largos –o sea, no sólo en las jornadas en las que transcurre el cronograma de pagos de sueldos y jubilaciones- en situaciones que hablan a las claras, también, de deficiencias funcionales en la tarea de recarga de los cajeros, cuando no de algún tipo de descompensación por falta de suficientes bocas de expendio para responder a la demanda.

Asimismo, algunos especialistas vienen advirtiendo que la enorme cantidad de billetes de 100 pesos que hacen falta, que son actualmente los de mayor denominación, dificulta la operación.

Como se ha dicho insistentemente aquí, el sistema de cajeros, previsto por la Provincia como una alternativa para darle mayor agilidad al sistema bancario, no debería exhibir falencias que, lamentablemente, perjudican la confiabilidad de esa alternativa y se traducen en perjuicios injustificados para quienes se encuentran adheridos. Pero, a su vez, la propia administración se ve resentida ya que sus empleados abandonan por largo tiempo los puestos de trabajo para poder percibir sus sueldos.

Se sabe que una gran porción de los clientes y usuarios de este servicio están forzados a manejarse con el sistema de cajeros, porque el pago de sueldos a través de ellos es obligatorio para un gran número de empresas y organismos públicos. No se trata, entonces, de una opción que haya hecho el usuario sino de una imposición. Con más razón entonces el servicio debería tener un estándar de eficacia garantizado.

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