Murió el joven que iba arriba de un micro y recibió una pedrada

Aún con el peor pronóstico médico, los familiares de Néstor Atilio Soria seguían esperando que sucediera un milagro; que el cuadro de este joven de 34 años no fuera irreversible. Que despertara para volver con su mujer y su hijito de 4 años, a su trabajo y a la vida que interrumpió el piedrazo que alguien tiró contra la ventanilla de un micro, de la nada y por nada. Pero el milagro no sucedió.

Los médicos informaron que la muerte clínica del paciente se produjo a las 2 de la mañana de ayer, después de permanecer en coma y con muerte cerebral desde su ingreso al San Martín, justo después del ataque del martes a la noche. Tuvo fractura de cráneo y coágulos internos.

“Fue por vandalismo. Creo que tiraron al voleo y le pegaron a él”, dijo ayer a este diario el papá de la víctima, Atilio Soria.

Con este saldo, el fiscal Fernando Cartasegna recaratuló el caso como “homicidio” y designó al frente de la investigación al gabinete especializado de la DDI.

“Fue por vandalismo. Creo que tiraron al voleo y le pegaron a él”, dijo ayer a este diario el papá de la víctima, Atilio Soria.

Fuentes policiales, judiciales y allegados a Soria confirmaron que “hay algunas pistas”, pero todavía no hay detenidos ni está clara la motivación de la agresión. Mientras el círculo íntimo de Néstor supone que fue un acto de maldad pura, no son pocos los que creen que los vándalos querían que el micro parara para asaltar a sus ocupantes (ver aparte).

tomo un ramal distinto

Néstor vivía con su mujer y su hijo en 6 entre 631 y 632, de Villa Garibaldi, donde “todos están convulsionados”, según comentó Atilio. Trabajaba desde hace dos años en un kiosco de 50 entre 11 y 12, cubriendo el horario de 15 a 23.

Como todas las noches, una vez que salió de allí, el martes pasado, caminó hasta la parada del Este para tomar el ramal 14. Pero, cuenta Atilio, “como se demoró el chofer que tenía que reemplazar al que lo llevaba, tomó el ramal 15”, que hace otro recorrido. Iba a cenar a la casa de su padre. En el viaje llamó por celular a su esposa. A las 23.45, en 609 entre 115 y 116, se escuchó un golpe y el estallido de una ventanilla del lateral derecho del micro.

Detrás de ese vidrio iba sentado Néstor, el único pasajero. “Tuvieron que verlo, porque el colectivo estaba iluminado, es una cuadra oscura y por el tamaño de la piedra debieron tirarla de una distancia muy corta”, calculó un jefe policial.

Faltaban tres cuadras para que Soria llegara a destino: “Se estaba por bajar”, lamentó Atilio.

La tosca, que es “del tamaño de un adoquín, golpeó de lleno en la cabeza del joven y lo desmayó en el acto. Ya no iba a reaccionar más.

El colectivero se dio cuenta rápido de lo que había pasado y decidió seguir para no frenar en esa peligrosa zona de El Palihue. Fue directo al destacamento del barrio Aeropuerto, donde los propios policías le recomendaron seguir viaje hacia el Policlínico, para sortear la demora de la ambulancia.

El joven fue sometido a una compleja cirugía que demoró más de 5 horas, pero no pudo sacarlo del gravísimo cuadro en el que ingresó a la guardia.

A partir de ese momento, la familia de Soria se instaló en el hospital a la espera de un milagro. Sus hermanos pasaron allí la madrugada de ayer, hasta que los profesionales les comunicaron la noticia que nunca esperaron escuchar.

El único consuelo que les resta aguardar ahora es el de la Justicia. Sin cámaras ni más evidencia que un cascote y unos vidrios rotos, dependen de los testigos que pudieron haber visto a los asesinos.