“Los árboles mueren de pie”: cadena de favores
| 10 de Mayo de 2016 | 00:57

Por
Irene Bianchi
“Los árboles mueren de pie”, de Alejandro Casona, por el Grupo Diagonales, integrado por: Soledad Molina, Vilma Filippi, Walter Rodríguez Busilachi, Gustavo Sala Espiell, Mirta Azzano, Gastón Beltramini, Carolina Mónico. Escenografía: Gastón Beltramini. Maquillaje y peinados: Fabián Martín. Fotografía: Gabriel Ade. Diseño de arte y retoque fotográfico: Walter Rodríguez Busilachi. Asistente de Dirección: Fabián Martín. Dirección general: Gastón Beltramini. Las Tablas, Sala de Teatro, calle 40 entre 18 y 19. Sábados, dos funciones: 20 y 22.
En épocas en las que abundan las propuestas experimentales y vanguardistas, resulta grato reencontrarse de vez en cuando con una obra de texto, de estructura convencional, con planteo, nudo y desenlace, como lo es “Los árboles mueren de pie”, del dramaturgo español Alejandro Casona (1903-1965), autor de tantos otros títulos memorables: “Nuestra Natacha”, “La Sirena Varada”, “La Dama del Alba”, “Prohibido suicidarse en primavera”, “La casa de los siete balcones”, “El caballero de las espuelas de oro”.
“Eugenia” (Azzano) y su marido, “Balboa” (Sala Espiell) han criado a su nieto “Mauricio” (Rodríguez Busilachi) con amor y esmero, pero lamentablemente el muchacho no les paga con la misma moneda, razón por la cual el propio abuelo lo echa de la casa, cuando lo encuentra con las manos en la masa.
La abuela languidece ante la ausencia de la luz de sus ojos. Para paliar tanta tristeza, su marido crea una ficción, escribiéndole cartas cariñosas, haciéndose pasar por el joven ausente. La situación se complica cuando la visita del nieto real se torna inminente. La ficción debe depurarse y se vuelve mucho más sofisticada, contando con la ayuda de un actor profesional (Beltramini), y su asistente (Mónico).
Eugenia vuelve a la vida al recibir al supuesto Mauricio y a su flamante “esposa”, Isabel, y comparte su inmensa alegría con su ama de llaves (Filippi) y su mucama (Molina). Pero el diablo mete la cola y la dura verdad pugna por salir a la superficie, desbaratando esta novelita rosa tan prolijamente tejida por un marido bien intencionado.
Hay en esta pieza de Casona teatro dentro del teatro. Inclusive, quien se hace pasar por Mauricio, discurre acerca del profesionalismo y distanciamiento de un actor, que lo debiera proteger cual escudo, a fin de no involucrase afectivamente con los personajes que le toque componer.
La puesta de Beltramini es ágil y entretenida, combinando suspenso, dramatismo, emoción y algunas oportunas pinceladas de humor. Su dirección de actores es muy prolija. Está bien ambientada, con un muy cuidado vestuario. Asimismo, los peinados y el maquillaje completan la caracterización. La musicalización es otro aporte enriquecedor que realza los distintos climas.
El desempeño actoral es parejo. Los personajes resultan creíbles y queribles, bien construidos. La protagonista de la obra, alrededor de quien gira la trama, es indudablemente la abuela, esa mujer sufrida que calla más de lo que dice y sabe más de lo que parece. Mirta Azzano está espléndida en la piel de Eugenia: sutil, verosímil, visceral, vulnerable y fuerte a la vez, como ese árbol, ese jacarandá al que solía trepar su adorado nieto de pequeño.
“Los árboles mueren de pie”: bello cuento, bien contado.
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