El lado decente del rock
| 12 de Mayo de 2016 | 01:27

Cuenta la leyenda que en los días de furor por os Beatles, fuera de la casa de Paul McCartney cientos de fans se congregaban para atrapar siquiera un vistazo del compositor. Pero, claro, la beatlemanía era un fenómeno global y muchos de esos fans eran de otros países: acompañaban en multitud la peregrinación a la casa de Sir Paul, pero luego se perdían irremediablemente dando vueltas por el distrito.
Y McCartney solía levantarlos en su coche y llevarlos hasta la estación de trenes: lejos del divismo del rockstar o la irritación de la fama, Paul siguió siendo siempre un chico timidón y amable, sin títulos para ofrecer a los tabloides o escandalosas ocurrencias anti-estabishment.
Quizás por eso, durante mucho tiempo, los críticos y fans del rock and roll tomaron como un mantra aquella frase de John Lennon: “Paul hace música para abuelas”. Pero, con el tiempo, los números llegaron abrumadores: McCartney es el más exitoso compositor del siglo XX. A pesar de lo cual, dice su biógrafo Philip Norman, permanece un muchacho inseguro.
“Toda mi vida he estado tratando de ganar un premio escolar o que me vaya bien en une xamen o hacer un buen trabajo, para que la gente me diga: ‘eres bueno’”, reconoció el propio Paul en 2015 ese rasgo en su personalidad, que Norman hipotetiza es uno de los motivos que lo convierte en lo opuesto del rockstar: el lado decente de rock and roll.
Un joven criado en un hogar de clase media con un alto sentido de la moral, que dedicó su infancia al estudio de la música y las artes visuales, que pinta y escribe poesía y que, lejos de una vida acelerada y una muerte joven, “hace mucho tiempo” que no toca el cannabis (que conoció por Dyan en 1964) “para no dar un mal ejemplo” a sus hijos y nietos.
Dejar la marihuana no es el único hábito saludable que ha adoptado: Paul va regularmente al gimnasio, ejercita la flexibilidad haciendo el pino durante varios minutos y utiliza la crema hidratante de su tercera esposa Nancy, de 55 años y con quien se casó en 2011. Y, por supuesto, defiende una particular dieta, aunque no lo hace por cuestiones de salud sino por convicción.
VEGETARIANO
McCartney, uno de los líderes de la fundacional banda The Beatles, es vegetariano. Las leyendas sobre su conversión varían: dicen algunos que fue la muerte de un pez, la imagen del animal dando sus último aleteos mientras colagaba del anzuelo de su caña de pescar, lo que impresionó profundamente a Paul; otros afirman que un mediodía inglés McCartney degustaba cordero en un campo donde pastaban los corderitos, y el contraste lo llevó a la determinación de dejar la carne.
Como sea, Paul dejó las carnes en 1975 junto a su mujer, Linda, y ambos se convirtieron en íconos de la lucha por los derechos animales, una batalla que continúa encabezando hoy.
Consciente de la fascinación que existe en Argentina por la carne, McCartney pidió a la organización en Córdoba y La Plata que para sus recitales no se vendan carnes, un desafío para los puestos expendedores de comida acostumbrados a la venta de patis y panchos por estrafalarios precios. Tampoco podrán colocar sillones de cuero.
“Nos pidió que, dentro de las posibilidades se cumpla con ese reclamo, por lo que estuvimos con la gente de Control Integral de la Vía Pública y la Municipalidad para ver si pueden hablar con los concesionarios para que ese día no vendan choripanes”, indicó José Palazzo, productor del recital que se realizará en el Kempes, y agregó: “No es obligatorio, sino un pedido, pero estamos tratando de complacerlo”.
Su convicción es tan profunda que, hace 6 años, incuso escribió una carta a Tenzin Gyatso, el decimocuarto Dalai Lama, preguntándole por qué no era vegetariano: “Me respondió muy amable escribiendo que ‘mis doctores me dicen que debo comer carne’. Y yo le expresé entonces que puede conseguir proteína de otros lugares… No me parece que sea correcto, que el Dalai Lama, por un lado, nos diga ‘oigan, no le hagan daño a seres sensibles… ah, y por cierto, quiero un bife”.
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