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Espectáculos |McCartney en La Plata

Un mágico viaje en el tiempo

El héroe de Liverpool aterrizó en la Ciudad con un emocionante repertorio “beatle” que llegó directo al corazón de los más de cuarenta mil presentes y los llevó a un mítico pasado durante dos horas y media

18 de Mayo de 2016 | 01:02

Fue una de esas raras ocasiones en que el frío se sufría con alegría: gorritos, bufandas y ponchos envolvían sonrisas de ansiedad, miles, que mientras caía la noche esperaban (y degustaban las hamburguesas que se vendieron en el estadio Ciudad de La Plata pese a la sugerencia del vegetariano huésped) por la aparición en la ciudad de La Plata de Sir Paul McCartney, héroe transgeneracional, mito y leyenda que, a las 21.14 se reveló real, carne y hueso, frente a miles de incrédulos fans de “Macca” y de sus Beatles.

Pero la expectativa y la ansiedad nunca preparan al ser humano para lo que sienten ante la concreción: cuando el primer acorde de “A hard day’s night”, tema con que Paul abrió su tercera visita a Argentina, retumbó en el Unico, un escalofrío profundo atravesó los cuarenta mil cuerpos y llegó directo al corazón. 

La aparición de McCartney en escena desató la euforia popular de una multitud que se reconocía en ese tema de apertura sobre un trabajador esforzado que termina su jornada, como muchos de los presentes que llegaron desde diversos puntos del país escapando del trabajo o al término de sus obligaciones para escuchar al beatle.

“Buenas noches, Buenos Aires, hola chicos”, dijo Paul ante un campo repleto y una platea a medio llenar, en un esforzado castellano que ya probó en Córdoba (“tres conejos en un árbol tocando el tambor”, diría más tarde, es lo único que aprendió en la escuela a decir en español), tras “Save us”, segundo de la noche, tras lo cual siguió coqueteando con hacer estallar la “beatlemanía” con “Can’t buy me love”; solo para volver a sus días post-Beatles. 

La primera parte transcurrió con ese juego: algunos clásicos esporádicos del cuarteto de Liverpool se entremezclaron entre sus éxitos solistas y con Wings, todos ejecutados con sentimiento por una banda compañera impecable y un Paul que aunque los años pasen y su voz luche contra los agudos y diste del aterciopelado sonido de otras eras (eso, en definitiva, no es lo que interesa en este mágico y misterioso viaje temporal) .

Fue el momento de los tributos: McCartney entonó desde el piano “My Valentine” para su esposa, Nancy Shevell, dedicó la épica “Maybe I’m amazed” a Linda y recordó a Lennon con “Here today”. Entonces, el público coreó “olé, olé olé olé, Lennon, Lennon”. Y Macca, subido a una plataforma rectangular que se recortó del escenario como un pedestal, acompañó el coro popular con la guitarra. También habría tiempo para recordar a “mi compadre George” en “Something”: otro de los momentos fuertes de la noche.

Un preámbulo de lujo para un primer cierre emocionante, donde McCartney enarboló un éxito beatle tras otro acompañado por el coro de miles. Todo, coronado por “Let it be”, “Live and let die”, “Hey Jude”, pogo, llamaradas, fuegos artificiales y la multitud cantando. Cómo no llorar...

Pero eso no era todo: Paul volvió con más magia para los bises. “Yesterday”, “Hi hi hi” y “Birthday” prepararon la explosión final. En medio, una niña subió al escenario con su madre, pidiendo tocar el bajo con el ídolo. El tierno Sir Paúl accedió: compartío el micrófono y le colgó un bajo para “Get back”, antes de pasar al medley final: “Golden slumbers”, “Carry that weight” y, finalmente, a las 22.45, “The end”, pusieron de rodillas al más reacio.

Paul se fue en medio de una atronadora ovación, “kármica”: el hacedor de mil himnos que marcaron a fuego a la humanidad recibió su merecido porque, como cantó en la última estrofa de su último tema de la noche (¿de su anteúltimo recital en Argentina?): “Al final, el amor que recibes es igual al amor que haces”.

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