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El dios más humano está entre nosotros

La del ex Beatle es la visita musical más trascendental en la historia de la Ciudad

El dios más humano está entre nosotros

Representante no sólo de un género sino de toda una época, Paul McCartney es una figura fundamental de la música contemporánea, y un showman de lujo, sencillo y desenvuelto

19 de Mayo de 2016 | 01:37

Pasó U2, Aerosmith, Guns N’ Roses, Metallica, The Foo Fighters, Coldplay, incluso, The Rolling Stones con todo lo que eso implica. Pero la de Paul McCartney, más allá de la espectacularidad de otras propuestas escénicas, es sin dudas la visita musical más trascendental en la historia de nuestra ciudad.

Representante no sólo de un género sino de toda una época. Una figura fundamental y revolucionaria de la música contemporánea, un “nuevo Mozart o Bach”, como se atreviera a calificarlo hace poco un artista argentino, convencido de que su legado reinará durante los próximos siglos. Y no se equivocó.

El mito que levantó junto a The Beatles lo erigió a lo más alto de los podios musicales desde los ‘60 hasta la actualidad. Sin embargo, su inquietud artística lo ha llevado a explorar diferentes terrenos más allá del eternamente cosechado junto a su socio artístico John Lennon y sus “compadres” George Harrison y Ringo Starr.

Evolutivo, Paul no fue uno de esos artistas que han mordido la cola de sus propios éxitos. Nada más lejos de la realidad. Fundó en los setenta Wings, junto a su fallecida esposa Linda, y desde los ‘80 recorre el mundo con una propuesta solista no estanca, en la que ha coqueteado con el pop, la electrónica, lo melódico, incluso lo clásico, género que ha abrazado con fuerza.

Su gusto sin etiquetas por la música lo ha llevado a tener infinidad de colaboraciones con artistas de diferentes estilos y que van desde Michael Jackson y Stevie Wonder, pasando por David Gilmour y Elvis Costello, hasta algunas más recientes con Rihanna y Kanye West. Pero Paul también trabajó con los ex integrantes de Nirvana y Super Furry Animals, además de otras grandes figuras como Johnny Cash, George Michael, Tony Bennett y Phil Collins, en una lista interminable.

Además de cantante y compositor, Macca es un consagrado multiinstrumentista. En La Plata, el martes, deleitó a una multitud no sólo con el Höfner que usó con The Beatles -y que pasa la mayor parte del tiempo con él- sino con las guitarras acústicas y eléctricas, el ukelele y los dos pianos que incluye sobre el escenario el show de su “One on One Tour”, con el que visita por tercera vez la Argentina, tras sus desembarcos en 1993 y 2010.

Así y todo, a sus 73 años, Paul McCartney no hace gala de su trayectoria y con la humildad de los grandes, y un envejecimiento artístico digno también propio de las figuras como él, se para - como lo hizo el martes en el Estadio Unico- ante casi 50 mil personas con una simpleza que todavía, casi un día después del show, sigue erizando la piel.

Ver a un mito viviente como Paul siguiendo el clásico coro de cancha del “olé, olé, olé” del público con su guitarra; haciendo chistes, totalmente desenvuelto; respondiendo con simpatía los gritos histéricos de algunas fans que le manifestaban lo mucho que lo querían; esforzándose mucho (mucho) para hablar en español -con ayuda memorias pegado en el piso del escenario-; y hasta jugando al abuelo dándole el protagonismo a la bella y talentosa Leila -la niña que le pidió tocar el bajo y cantar una canción con él- son claros ejemplos de su nivel de divinidad artística.

Y las complejidades con las que empezó el recital, cantando al límite, con una voz que refleja el paso inevitable del tiempo, y que llevó a más de uno a pensar en que no iba a poder terminar, lo hacen humano. Pero el resurgimiento promediando el show, desde “Love me do” hasta el final, lo vuelven a endiosar. Así como la entrega escénica de cada una de sus presentaciones, con poco más de dos horas y media de arte en vivo sin siquiera parar para tomar agua o descansar algunos minutos con el viejo truco de dejar tocando sólo a la banda.

El frío, el martes, hasta se sintió cálido gracias a un anfitrión de lujo, uno de los pocos que puede convocar con una sola propuesta a un niño de diez años, un padre de cuarenta y un abuelo de ochenta, multiplicados, claro, por varios miles. Paul, como había anticipado al inicio del show, convirtió al Unico en una fiesta multigeneracional, en la que sus invitados desbordaron de nostalgia y emoción, con disparos de canciones que llegaron directo, sin filtro, al corazón.

Por todo esto, por lo que es y lo que da, y lo que seguirá dando de aquí a la eternidad, es que la visita de Paul McCartney va a liderar por mucho tiempo la lista de las visitas históricas que ha tenido la Ciudad.

Para los que no fueron el martes, hoy tendrán una revancha. Todavía quedan algunos tickets para disfrutar de un show inolvidable, un viaje en el tiempo para los más nostálgicos con paradas en la actualidad.

María Virginia Bruno

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