“Poeta en Nueva York”: un domingo lorquiano

Por

IRENE BIANCHI

“Poeta en Nueva York”, de Federico García Lorca. Intérprete: Gustavo Pardi. Escenografía y vestuario: Nicolás Nanni. Producción ejecutiva: Josefina Vittón, Pablo Silva. Dirección: Mariano Dossena. Sala Armando Discépolo de la Comedia de la Provincia de Buenos Aires, calle 12 entre 62 y 63.

Hay que animarse a montar un espectáculo de poesía en los tiempos que corren. No sólo por las dificultades intrínsecas que semejante desafío le plantea al actor, sino por la no menos difícil tarea de captar la atención del espectador, a fuerza de símbolos y metáforas. Y Gustavo Pardi sale más que airoso de ese desafío, cautivando al público con el imaginario del genial poeta y dramaturgo granadino.

Federico García Lorca (1898-1936), viajó a Estados Unidos y a Cuba entre 1929 y 1930, en un momento en el que atravesaba una profunda crisis personal y estética. Fruto de su experiencia en la Universidad de Columbia, escribió el poemario “Poeta en Nueva York”, publicado póstumamente, en 1940. Es ésta una de las obras más crípticas de Lorca, inscripta en los presupuestos surrealistas: versículos largos, visiones apocalípticas, unión arbitraria y caprichosa de elementos inconexos.

“Poeta en Nueva York” tiene un fuerte contenido social. Lorca se pone aquí del lado de los marginados, de los negros, de los descastados, denunciando con crudeza y sin eufemismos la flagrante injusticia, la deshumanización, la discriminación que ve con horror en la sociedad norteamericana.

El actor Gustavo Pardi, solito su alma sobre un escenario despojado, apenas acompañado por la infaltable luna lorquiana, se entrega generoso, sin retaceos, y lo acompañamos gustosos a lo largo de su periplo poético, decodificando y visualizando semejante catarata de imágenes.

Pardi cuenta con un instrumento muy afinado: su cuerpo, su voz (o más bien, sus voces), sus gestos, su dicción perfecta, sus desplazamientos, y una enorme intensidad que deja traslucir el recorrido interno, por el que va hilando y enlazando textos sumamente abstractos e intrincados, nada fáciles de memorizar y de encarnar.

El director Mariano Dossena concibe una puesta minimalista, que no distrae ni corre el foco de atención. Propone oportunos y sutiles cambios y transiciones, de modo que los climas oscilan, evitando así el tono monocorde en el que se podría caer.

“Poeta en Nueva York”: bello reencuentro con parte de la obra de uno de los principales representantes de la poesía contemporánea, un creador e innovador que combinó como pocos lo popular y lo vanguardista, y que mantiene intacta su vigencia.

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