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Por ALEJANDRO CASTAÑEDA (*)
El hombre que vivía entre basuras
Mail: afcastab@gmail.com
La comuna de Chascomús está convulsionada. Siguen juntando plata para poder pagar esa rifa millonaria que va a secar hasta la Laguna. Pero ahora la preocupación es otra: debe enfrentar un escándalo con aristas aberrantes que tiene bajo los reflectores a una de sus cuadrillas del servicio de calles. Como se sabe, un recolector de residuos denunció ante la Justicia y ante las cámaras de TV que desde hace diez meses venía siendo salvajemente violado por cinco compañeros de trabajo. Se lo turnaban. La víctima tiene 30 años, está casado y en cámara se lo escuchó bien. Hizo declaraciones de espaldas, como es su estilo, y se lo vio pidiendo, un poco tarde, que la Justicia pueda ponerle punto final a su dilatado catálogo de humillaciones.
Un grupo de vecinos de esa ciudad, desde que se difundió la noticia, marcha casi todos los días al juzgado de Garantías. Esperan ser recibidos por el juez de la causa, Christian Gasquet. Le van a pedir que les dicte la prisión preventiva a los acusados. Paralelamente, la esposa del recolector, Mary, entre asombrada y esperanzada, contó que le asignaron una consiga policial a su esposo y que se dictó una medida de restricción para que los cinco empleados denunciados no puedan acercarse a la víctima.
Los abusos fueron denunciados el 9 de este mes por el recolector ante la fiscalía de Chascomús. Allí se largó diez meses de horror: hizo un pormenorizado relato de los vejámenes a los que fue sometido. Dijo que los ataques comenzaron como “golpes y pellizcos” pero que la cosa fue en aumento. Cada vez más frecuente y cada vez peor. Al final, los depravados no tenían límites ni piedad ni pausa. Y el día a día se le hacía cuesta arriba. Relató que las agresiones siempre eran cometidas por más de una persona, por las noches y madrugadas, en horario de trabajo. Que los vejámenes se producían a veces a bordo del camión o cuando, rumbo al basural, el rodado se detenía en caminos despoblados. Desnudo, golpeado, vejado, en esos momentos sólo escuchaba risotadas burlonas.
El detalle de maldades, estremece. Pero, pueblo al fin, las malas lenguas dicen que el recolector tuvo que hacer la denuncia porque su padre lo obligó y después de que su mujer recibiera en su teléfono imágenes despiadadas del jefe del hogar, entreverado malamente con sus compañeros y a bordo de ese camión multiuso. “No me animaba a denunciarlos porque me habían amenazado y tenía miedo de perder mi puesto de trabajo”, dijo la víctima. En los bares de aquellos pagos, algunos mal pensados dicen que en el video no se lo ve tan atormentado. El pobre -agregan- ya había asumido los ataques como parte de su recorrido y ni siquiera tenía fuerzas para poder defenderse. Incluso en una de sus declaraciones, expresó que una vez se quejó al capataz y que éste le respondió: “Jodete…yo te lo dije”. Por las dudas el juez Claudio Gasquet se abstuvo de dictarles prisión preventiva a esos malos compañeros que le enseñaban cada madrugada a guardar secretos y algo más. Su señoría dice que no hay pruebas; que, cuando el abusado es un hombre que está en sus cabales, a la Justicia se le queman los papeles, aunque este violado, tan puntual y resignado, pueda ofrecer detalles de sus rondas y sus padecimientos y hasta un parte médico que comprueba las marcas que le dejaron días y kilómetros de vejaciones a bordo de un camión donde no sólo la carga volcaba cada noche.
Este violado, tan puntual y resignado, ofrece detalles de sus padecimientos y hasta un parte médico que certifica las marcas que le dejaron días y kilómetros de vejaciones a bordo de un camión donde no sólo la carga volcaba cada noche.
No es fácil andar de recolector por el viejo Chascomús. ¿Lo de la rifa los habrá desquiciado tanto? A la gente la asombran los diez meses de silencio. Hay seis hogares atropellados por este camión que cada noche transportaba horror ¿Cómo aguantar estas salvajadas? Sufrido el hombre. Un hecho despreciable, se mire por donde se lo mire. Los vecinos no pueden entender el calvario que atravesó este servicial acarreador. Sabía que cada jornada lo esperaba la basura en las veredas, en el rodado y hasta en el descanso a cielo abierto. En sus declaraciones a un canal de noticias, dio detalles sobre las humillaciones recibidas. El programa de actos aberrantes incluía no sólo el abuso cotidiano sino también la amenaza de que guardara silencio y todo lo demás que se les ocurriera. Un calvario que, de ser cierto, porque cuesta creerlo, muestra que la violación en patota y de manera reiterada era una costumbre de esa cuadrilla lagunera que al final de cada jornada se desahogaba furiosa con ese compañero. Una historia aberrante, que parece de otra época y de otro lugar, y que deja mal parada a una cuadrilla municipal que, por lo que dice este muchacho, usaba las recorridas con fines canallescos y le daba vergonzante destino a su mugre y sus bultos.
(*) Periodista y crítico de cine
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