Drogas, la batalla de todos

Por SANTIAGO DE CASAS

Hace un tiempo, escribí unas líneas movido por la impotencia de perder tres amigos de la mano de la “divertida” combinación del alcohol y el volante. Hoy el chiste, la diversión pasa también por ser “modernos” y no poder pasarla bien sin “rompernos la cabeza con el alcohol”, probar sustancias mágicas o pitadas voladoras.

En los últimos días varias madres perdieron a sus hijos, otros perdieron amigos, hermanos, novios. ¿Cómo impactó esta noticia en la sociedad? ¿Son estos chicos víctimas de un negocio, o son también, en parte, responsables? Si nos quedamos sentados cruzados de brazos sin hacer nada, ¿no somos también nosotros cómplices con nuestra falta de acción al no darles herramientas? ¿Cuántas muertes más estamos dispuestos a soportar?

Yo no quiero acostumbrarme a estas noticias, no puedo hacerlo. A pesar de esta brutal realidad, seguimos actuando como si nada de esto pasara, seguimos naturalizando el consumir, fumar y tomar sin límites para “divertirnos”... y podemos llegar a ser tan ingenuos como para esperar que nos toque a nosotros o a alguien cercano para que realmente nos caiga la ficha.

Debemos animar a nuestros hijos, a nuestros amigos, a nuestros alumnos, a que cuiden su cuerpo, sus amistades, su familia. Que tengan personalidad y que sean firmes

Pienso que está en cada uno el hacer reaccionar a los nuestros, aprendiendo a poner límites: los amigos, como amigos, los padres, como padres, los educadores como educadores.

Hacerlo no es tarea fácil, eso está claro, así como tampoco es fácil para ellos sobrellevar el ambiente que los tira para abajo, al cual se enfrentan sin las herramientas necesarias, ni la capacidad suficiente, par haciendo uso de su libertad, poder decir que no. Es por eso que tenemos que estar a la altura de las circunstancias.

Debemos animar a nuestros amigos, a nuestros hijos, a nuestros alumnos, a que cuiden su cuerpo, cuiden sus amistades, cuiden a su familia. Que tengan personalidad, sean firmes, sepan decir que no. Fomentarles que sean libres y distintos, que sigan sus valores, a pesar de las críticas que puedan recibir... En definitiva: que sean ellos mismos, y no el resultado de una moda o un ambiente que nos obliga a resignarnos a tomar esto como algo normal, algo de todos los días, algo “no tan grave”.

Finalmente, creo que esta lucha tiene que ser en positivo. Es importante que preguntemos y escuchemos, no para que nos contesten, sino para entender. No reaccionar mal a lo que ellos nos cuentan, sino actuar, poder ponernos en su lugar y acompañarlos. Tener conversaciones más profundas, expresando sentimientos y necesidades para que sepan que cuentan con apoyo, y de ese modo, poder ayudarlos realmente.

El cariño y afecto verdadero, suponen saber exigir.

 

(*) Abogado y docente

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SANTIAGO DE CASAS

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