Un infierno de balas en el asalto al comerciante de Olmos: conmoción
| 12 de Junio de 2016 | 01:58

Un fuerte olor a desinfectante se sentía ayer por la mañana en la vivienda de Hugo Mollo, el comerciante de 68 años baleado en un asalto en Olmos. Su esposa Lidia (67) acababa de pedirle a una empleada que limpiara los ambientes donde, una lluvia infernal de balas, había dejado todo marcado a sangre.
La mujer, visiblemente conmovida por lo sucedido, intentaba volver así su casa a la normalidad, tal como estaba antes de las nueve de la noche del último viernes, cuando tres delincuentes entraron a las patadas y dispuestos a matar o morir.
Como adelantó este diario en su edición anterior, la víctima, un reconocido dirigente vecinal de esa zona de la Ciudad, que preside el Centro Comercial Oacis y mantiene una férrea cruzada contra la inseguridad, sufrió un impacto de bala en el abdomen, que le habría afectado parte de los intestinos y el colon.
También recibió varias perdigonadas en una de sus manos.
Por esas heridas, fundamentalmente por la primera, tuvo que ser intervenido quirúrgicamente en el hospital de Melchor Romero. Allí lo estabilizaron y decidieron que sea trasladado a otra unidad de cuidados médicos (ver aparte).
Uno de los delincuentes, que se habría trabado en lucha con Mollo o, al menos intentó abalanzarse sobre él para reducirlo, no tuvo la misma suerte.
Un balazo que le cruzó el cráneo lo dejó herido de muerte. Y si bien lo llevaron al mismo centro asistencial donde atendían al comerciante, su vida se apagó en el camino.
Al cierre de esta edición, la principal hipótesis era la misma que manejaban los investigadores tras el salvaje intento de asalto: el balazo que mató al asaltante habría sido efectuado por uno de sus cómplices.
De acuerdo al testimonio de la mujer de Mollo, mientras se encontraba leyendo en una de las habitaciones de la finca, situada en la ruta 36 entre 46 y 47, sintió como una explosión.
“Salí al living asustada y me encontré con los ladrones. Habían roto la puerta de entrada”, relató.
El comerciante, que estaba en otro sector de la casa mirando televisión, al que se accede a través de una pequeña escalera, hizo lo mismo. Pero, precavido por tantos episodios delictivos, por los que viene luchando desde hace años, llevaba un arma para defenderse.
“Está declarada y en regla”, aclaró Cecilia (34), su hija.
Al parecer, Mollo la usó. Pero todavía no se sabe si disparó primero o si respondió a una agresión.
Lo cierto fue que, a partir de ese momento, se desató una locura, un vendaval de unos 10 balazos, que rebotaron por todos lados.
El saldo, fue el ya conocido por todos.
Se presume que uno de los asaltantes, que mantenía reducida a Lidia en el piso, fue el que, parado a mayor altura, trató de ejecutar a Mollo. Aunque le erró por centímetros y derribó a su compañero.
“Era un nene. Quedé impresionada. Le salía sangre por la boca, por la nariz. Tenía los ojos en blanco. Esa imagen no me la puedo borrar. Pienso ahora en su familia”, indicó la mujer en diálogo con EL DIA.
“Le hablé, quería que me conteste algo. Recuerdo que mi esposo les decía a los otros `me dieron, no tiren más`”, añadió.
Según destacó Lidia, “pensé lo peor. Quedé en estado de shock, pasó todo en segundos”.
SIN NOMBRE
Por ahora, nada se sabe del asaltante muerto, que no tenía identificación alguna. Tampoco de los otros miembros de la banda, que se sospecha podrían tener algún componente policial exonerado o en actividad (ver pág. 37).
En la escena de la balacera mortal, se secuestraron dos armas de fuego, tipo pistola 9 milímetros, una perteneciente a Mollo.
Los peritajes serán los encargados de determinar cuántos tiros se dispararon con cada una de ellas y qué trayectoria tuvieron los proyectiles.
La fiscal penal Ana Medina confirmó ayer que se incautaron sólo tres vainas servidas, por lo que se presume que los delincuentes tuvieron tiempo de levantar varias de ellas antes de darse a la fuga.
También se intenta determinar si los ladrones contaban con una escopeta o pistolón, porque el comerciante tenía perdigonazos en una mano.
Mollo, propietario de un supermercado en 197 entre 44 y 45, había encabezado el martes pasado una reunión con varios vecinos en la sede de Oacis, lucha por recuperarse. Sus familiares y vecinos ayer hicieron una misa para rezar por él.
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