Una nueva pesadilla de drogas y alcohol en los suburbios

La primera parte fue una grata sorpresa, una comedia sin demasiadas pretensiones que multiplicó su presupuesto inicial de sólo 18 millones de dólares y conquistó 270 en la taquilla mundial.

¿La razón del éxito de “Buenos Vecinos”? El despampanante Zac Efron riéndose de sí mismo, un imán además para los más jóvenes, y el carisma de Seth Rogen y Rose Byrne, en una comedia chiquitita diseñada para pasarla bien y querer a los personajes antes que impartir complejos mensajes. El perfecto divertimento, en la línea de comedias catástrofe como “The Money Pit”, con Tom Hanks, pero actualizada bajo el prisma políticamente incorrectísimo de la nueva comedia americana.

Pero, por supuesto, los ejecutivos de Hollywood encuentran un éxito y piensan que se trata de una fórmula, y por eso rápidamente pusieron manos a la obra con “Buenos Vecinos 2”, que llega a los cines hoy y suma a la talentosa Chloe Grace Moretz al reparto: la blonda es miembro de la fraternidad que, por segunda vez en la vida del matrimonio formado por los personajes de Rogen y Byrne, se muda al lado de su casa. Y justo cuando la pareja intenta vender la vivienda para dejar atrás aquella pesadillesca etapa de su vida que atravesaron en la parte uno: la presencia de otra fraternidad, claro, conspira contra sus intenciones de vender.

Desesperada, la pareja comprobará cómo la convivencia con sus nuevas vecinas llega a un límite insoportable, hasta el punto de que piden ayuda a su antiguo enemigo (Efron) para poner punto y final a la situación. La faena volverá a estar dirigida por Nicholas Stoller, una de las nuevas voces de la nueva comedia americana, más adulta, “aburguesada” y mansa en los últimos años. El director entregó varias de las grandes comedias románticas de los últimos años: la sensacional “Forgetting Sarah Marshall”, el trip de “Get him to the greek”, y la menospreciada “The five year engagement plan” (puede verse en Netflix).