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El país |LOS EFECTOS DEL CASO LÓPEZ

El ocaso del kirchnerismo abre paso a una nueva era política

Por MARIANO SPEZZAPRIA

El ocaso del kirchnerismo abre paso a una nueva era política

Macri encabezó en Salta el homenaje al general Miguel Martín de Güemes

19 de Junio de 2016 | 02:58

Twitter: @mnspezzapria

Cuando el PRO empezó a explorar la idea de aliarse con el radicalismo para consolidar el proyecto presidencial de Mauricio Macri, lo hizo bajo una premisa que inicialmente parecía soberbia, aunque ahora va adquiriendo otro significado. Esa idea fue simple pero contundente: los partidos políticos que dominaron el siglo XX serán superados por nuevas fuerzas surgidas en el siglo XXI.

Entonces, lo que a primera vista fue considerado una debilidad del macrismo -su carencia de estructura nacional, puesto que es un partido básicamente porteño- era en realidad la expresión de un cambio más estructural, en el que los grandes aparatos partidarios ya no son condición sine qua non para dirigir un proceso político. En la UCR algunos dirigentes lo entendieron, otros no.

Por eso se filtran enojos en el seno de la alianza gubernamental Cambiemos, que explotan por lo general en las bancadas legislativas, tanto nacionales como bonaerenses, por la falta de consulta a los referentes radicales en temas sensibles como la reforma jubilatoria, el blanqueo de capitales o un tarifazo desproporcionado. Pero la fuerza motriz la tiene el PRO, que está diseñado para eso.

El partido radical, que en el siglo pasado gobernó con figuras de la talla de Hipólito Yrigoyen, Arturo Illia y Raúl Alfonsín, no llegó a esta situación por casualidad: el pasaje al siglo actual lo hizo embarcado en la Alianza, cuya traumática experiencia lo puso en una situación de descrédito ante los argentinos. Tanto, que le costó quince años volver a ser oficialismo y en un rol secundario.

Tras la experiencia kirchnerista, el partido justicialista se empieza a mirar en el espejo de su tradicional competidor radical. Cristina Kirchner no se fue de la Casa Rosada en helicóptero, como lo hizo Fernando de la Rúa, pero la era K tuvo otro hecho simbólico que selló su ocaso: la detención de José López mientras revoleaba 9 millones de dólares sobre el muro de un convento.

El increíble caso del ex secretario de Obras Públicas sintetiza todo lo que se pensó sobre el kirchnerismo en los últimos años, pero una cosa es decirlo y otra verdaderamente es verlo: se acaba de correr el velo sobre lo que un grupo gobernante hizo más de una década con un poder discrecional. Si con la Alianza hubo ineptitud escandalosa, con los K el escándalo fue la corrupción.

Los primeros en darse cuenta de que “Lopecito” visibilizó -en su paranoia cocainómana- lo que estaba bajo la alfombra, fueron los propios peronistas, que convivieron con la conducción kirchnerista por largos años. Y que ahora sienten como las esquirlas de la bomba que acaba de explotar pegan demasiado cerca. Algunos de ellos, incluso, saben que no las podrán esquivar.

Pero si hay algo que tienen los peronistas es poder de reacción: por eso ya hubo dirigentes de peso -como los ex gobernadores José Alperovich y Maurice Closs- que salieron a sentenciar la muerte política del kirchnerismo como una fuerza de mayorías. Y por ende concluyeron: el peronismo va en camino de renovar su conducción para las elecciones legislativas de 2017.

En ese punto es donde todas las miradas se dirigen a Sergio Massa. El líder del Frente Renovador es la única figura de alcance nacional con que cuenta hoy la oposición a Cambiemos, con mediciones de imagen que lo dan en la misma línea de la gobernadora María Eugenia Vidal y por encima del presidente Macri. El peronismo lo mira además por su condición de bonaerense, un territorio en el cual la estructura del PJ todavía siente cierto resquemor con Massa.

En el principal distrito del país se disputará el año próximo la elección más importante en términos políticos: la senaduría nacional por la Provincia. El peronismo que ya se alejó de Cristina y La Cámpora no tiene un candidato natural para ese cargo. Algunos intendentes empezaron a promover a Florencio Randazzo, pero el ex ministro tantea el escenario con extrema prudencia.

Es que estuvo en el gobierno kirchnerista hasta el final, conviviendo con funcionarios como López y Julio De Vido, tal vez el próximo en la lista de caídos en desgracia en materia judicial. De hecho, los intendentes que quieren ungirlo le recomendaron que se guardara hasta fin de año, cuando pasaría el escándalo de Lázaro Báez. Pero lo de López abre interrogantes sobre esa estrategia.

Es cierto que Randazzo se autoexcluyó de la competencia electoral el año pasado cuando Cristina Kirchner bendijo la candidatura presidencial de Daniel Scioli. Ni siquiera aceptó postularse en la Provincia, donde finalmente el candidato fue Aníbal Fernández. Eso le otorgó cierto aire rebelde ante la conducción K, pero con eso sólo no le alcanzaría frente a la magnitud del colapso.

Los propios intendentes peronistas del Conurbano tuvieron que hacer malabares en los últimos días para despegarse de José López, el hombre a quien les enviaba Néstor Kirchner para negociar la obra pública en sus distritos. Toda esta situación está siendo observada en detalle por José Luis Gioja y Miguel Angel Pichetto, veteranos dirigentes que ahora tienen la conducción real del PJ.

El ex gobernador sanjuanino y actual diputado nacional viajó ayer ida y vuelta a San Miguel de Tucumán junto a Sergio Massa. Allí ambos firmaron un documento propuesto por la Iglesia católica como una suerte de política de Estado -que también rubricó la vicepresidenta Michetti por el oficialismo- y aprovecharon para hablar sobre la coyuntura política y económica del país.

De esa conversación, quedó en claro que Gioja le abrirá las puertas para regresar al PJ y que Massa no lo hará mientras no lo considere “depurado”. Aunque en el Frente Renovador se hacen una pregunta de fondo: ¿Sería una decisión correcta volver a la estructura del Justicialismo o más bien el camino indicado pasaría por imitar la estrategia del PRO, que se encaramó sobre la UCR?

Esto es, que el FR y el PJ puedan ser aliados pero no lo mismo, para que Massa no pierda el capital político que acumuló al derrotar al kirchnerismo en 2013 y mantenerse hasta la actualidad por una senda independiente tanto del Justicialismo como de Cambiemos. Algo de esto empieza a verificarse con una confluencia discursiva que acusa a Macri de hacer “un gobierno para ricos”.

El Presidente y el diputado tigrense encabezan, en los hechos, las fuerzas políticas más novedosas de los últimos años. Macri no dudó en pactar con la UCR ni con Elisa Carrió, pese a que durante años lo cuestionaron duramente. Massa intentó un acuerdo fallido con los radicales, pero ahora está más cerca de los peronistas. La conducción política actual se hace con extremo pragmatismo.

Tanto, que el Presidente no duda en negociar con gobernadores peronistas como Gildo Insfrán o Juan Manzur a la hora de conseguir votos en el Senado para los nuevos jueces de la Corte -Rosenkrantz y Rosatti- o para que se apruebe el blanqueo de capitales con el que espera financiar la costosa reforma jubilatoria. Y lo hace aunque se resienta su relación con la UCR y Carrió.

A la misma conclusión parece haber llegado Cristina Kirchner cuando propuso la creación del frente ciudadano como una expresión superadora del PJ, que había dejado al camporismo afuera de su conducción. Aunque para la ex presidenta ese intento resulta tardío y con grandes riesgos de terminar configurando una fuerza testimonial, apuntalada por militantes pero no por dirigentes.

Esa concepción endógena de la política, que monta un discurso que solamente interpela a sus propios seguidores y no a la sociedad en su conjunto, fue el error más grosero que cometió el kirchnerismo. Tanto, que lo llevó a perder las elecciones de 2013 y 2015. Cristina pudo haber sido, en ese sentido, la última gran exponente de la política tal como se la entendió en el siglo pasado.

El ocaso de su liderazgo, a la luz de los acontecimientos presentes y los que pueden venir, termina por abrirle el paso a una nueva era política en la Argentina.

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