La balearon hace 66 días y su familia se aferra a la esperanza

En 17 y 48 balearon en un robo a dos estudiantes que volvían de bailar. Fue en la mañana del 17 de abril pasado. El episodio motivó el repudio y la bronca de muchos, pero también la solidaridad. Empezando por el hombre que los vio tirados en el piso y, los levantó en su auto, pasando por las más de 240 personas que se ofrecieron para donarle sangre a Belén García Sachetto, la joven de 24 años que aún sigue internada, en estado delicado, por esa salvaje agresión.

Su compañero de aquella jornada triste e imborrable, Adrián Etcheverry (22), ya pudo salir del hospital, aunque todavía deberá afrontar una prolongada recuperación.

En medio de tanto dolor, los papás de Belén tuvieron que modificar su rutina. Pero siguen firmes y atentos a cada pequeña evolución.

“Ella está peleando y nosotros acompañando. Viene dando batalla”, sintetizó Guillermo García (57) durante una entrevista con EL DIA, ayer a la tarde.

La chica asaltada va pasando por mejoras pequeñas, tal vez imperceptibles en el día a día, pero muy importantes en el conjunto. Así lo percibe el equipo médico que está a su alrededor en el hospital Rossi.

También su familia y toda la gente que la quiere, que todavía está pendiente de cada paso. “Necesitamos que ella se despierte. Ella tiene que poder”, soltó Guillermo entre la súplica y el optimismo.

Desde ese episodio pasaron 66 días de angustia e incertidumbre. Hoy las noticias son más alentadoras que las que había en el primer tramo de la internación: Belén abandonó la sala de cuidados intensivos y desde ayer es seguida de cerca en el sector de terapia intermedia.

“Belén mueve un brazo o abre un ojo, pero por un estímulo cerebral inconsciente, no por respuesta a lo que pasa afuera”

Si bien hay ciertas señales que despiertan el optimismo de quienes están en torno a ella, también hay cautela. Y eso se debe a que “las mejoras que hubo fueron despacio. Hay que seguir esperando porque cada movimiento o traslado que se le haga tiene que ser con un cuidado extremo. Su cabeza es como un cristal”, comparó su papá.

Para él “hubo dos momentos en los que se salvó de la muerte”. El primero fue aquella mañana en la que, después de que le robaran junto a su amigo de la facutlad de Ciencias Económicas, le dispararan en el rostro y la dejaran en un estado gravísimo. Primero en el Mater Dei y luego en el Rossi se encargaron de estabilizarla y de salvarla, en un marco que era desesperante.

Entre los avances clínicos que mostró en estos dos meses, la chica pudo hacer algunos movimientos con la mano o abrir un ojo. Pero según le explicó Guillermo a este diario eso no se debe a una respuesta a estímulos externos, sino que es producto de una actividad cerebral inconsciente.

“Son avances ínfimos, pero que podría no tenerlos”, agregó. Hubo momentos más dramáticos que otros y la familia de Belén siempre se mantuvo aferrada a la fe. Una muestra de eso está en una estatuilla de Jesús, en el pasillo del quinto piso. “Al pobre le sacamos un dedo, de tanto agarrarle la mano”, se acordó el hombre, a punto de emocionarse.

“Doce días después del asalto, se despertó. Estábamos por ir a verla y tuvo un nuevo sangrado interno, por eso la tuvieron que volver a operar, por más de tres horas. Pero salió como pudo”, rescató Guillermo. Cada paso adelante fue complejo y mereció un cuidado extremo de los médicos. Sin embargo, el papá aclaró que siempre vio muy buena predisposición en todo este proceso, por momentos tortuoso.

Guillermo agradeció a todos los que dieron una mano, empezando por los 240 dadores de sangre que se ofrecieron al comienzo, pasando por gente de los distintos ámbitos en los que conocen a Belén: su facultad, sus compañeros de trabajo y hasta miembros de una asociación protectora de animales, sumados a montones de cadenas de oración, que se extendieron por las redes.

“Es increíble tener que enterarme de esta forma todo lo que provocaba mi hija, que es mucha alegría. Todos están muy dañados por no tener eso ahora”, dijo Guillermo, que también reconoció las muestras de solidaridad y cariño desde el ámbito del deporte platense.

Los García Sachetto tienen desde hace 66 días su segundo domicilio en el hospital 116 y 37. Entre la familia y el resto del círculo íntimo se alternan para que siempre haya alguien al pie del cañón.

Adrián Etcheverry, su compañero de la facultad que estuvo con ella en esa mañana sangrienta, también suele acercarse para seguir de cerca a su amiga. “No pensé que iba a sufrir tanto”, admitió Guillermo.

El tenor de lo que pasó obliga a la familia de Belén a dejar atrás aquella pesadilla, al menos hasta que su cuadro siga mostrando mejoras. “Estamos evaluando para dentro de un tiempo poder derivarla a un centro especializado en este tipo de rehabilitación”, adelantó García.

El ritmo pausado de los avances obliga a Guillermo a mantener la esperanza: “Ojalá que en tres meses haya buenas noticias y que a fin de año nos podamos reunir todos a comer un asado”.