La venta ambulante se expande más allá del Centro

Más de dos décadas después de que una ordenanza prohibiera la actividad en suelo platense, la venta ambulante sigue representando un desafío cotidiano para las autoridades municipales y el comercio legal de la ciudad. Atada a vaivenes vinculados con los ciclos económicos del país, las embestidas de fiscalización e incluso la dinámica inmigratoria, la oferta callejera de productos de procedencia ignota coloniza nuevos sectores urbanos y cada una de sus curvas ascendentes termina en un pico más alto que el anterior.

Frecuentemente coronados por incidentes y protestas -ver página 13-, los operativos de la Comuna se revelan desde hace tiempo como insuficientes para dar respuesta a un fenómeno presente en el microcentro, calle 12 entre 50 y 64, diagonal 80 entre 1 y 6, 7 y 32, 122 y 32, numerosas plazas y los principales núcleos urbanos de la periferia.

Allí, sobre mantas, carros, mesas portátiles, bancos, se despliegan relojes, anteojos, bijouterie, accesorios para telefonía celular, gorros y guantes, ropa, billeteras, compact discs, dvds, objetos decorativos, incluso frutas y verduras, entre otros elementos cuya venta está prohibida en esa modalidad desde el primer día de 1994.

En septiembre de 1993, el Concejo Deliberante local sancionó la ordenanza 8.209, que dio por tierra con una norma aprobada cinco años antes que regulaba “venta, comercialización y ejercicio de la actividad comercial en la vía pública”. Desde entonces, sólo es legal la actividad de venta de flores.

En 1997, buscando atemperar las consecuencias conflictivas de la veda, se facultó al Ejecutivo municipal para “otorgar subsidios en forma directa o gestionar créditos” para la reconversión laboral de “los vendedores que ocupan la vía pública”, como parte de cooperativas o asignándoles planes sociales, licencias de taxis o puestos verdes.

Sin embargo, ninguna estrategia -ni la de las sanciones ni la de la salida laboral “en blanco “- fue aplicada con efectividad. Hoy, las plazas y parques, las esquinas y calles transitadas cerca de oficinas, negocios, boliches, espectáculos, muestran decenas de estos emprendedores -en un fuerte porcentaje de origen africano- a los que muchos les atribuyen trabajar para organizaciones clandestinas que les proveen mercadería.

CONTROLES INEFICACES

“En Europa tienen el mismo problema con los ambulantes, pero cuando ven un policía o inspector salen corriendo” ejemplifica un experimentado comerciante platense: “acá se ponen a conversar”.

“En momentos como éste en los que hay cierta retracción del consumo, la competencia desleal tiene mayor impacto y relevancia” considera Gustavo Vétere, presidente de la Federación Empresaria de La Plata (FELP): “lamentablemente está en pleno crecimiento”.

El dirigente precisa que “la oferta se ha compartimentado, con los senegaleses tomando el control del rubro bijouterie, relojería y accesorios, por supuesto truchos en su totalidad. Existe la intención saludable de mejorar los centros comerciales, pero en calle 8 y en 12 no se puede ni caminar porque están ‘detonadas’ de ambulantes”.

“Quien los defiende alegando que se les saca la comida de la boca y se los empuja a delinquir si se los controla no sólo está abonando un circuito pirata que arranca en los fabricantes y proveedores, sino que avala que se ponga en riesgo la fuente de trabajo en blanco de otros laburantes” sentencia Vetere: “la alternativo no tiene que ser ‘vendedor ambulante o ladrón’”.

Juan Carlos Piancazzo, de la Cámara de Comercio platense, advierte que “se debe estudiar cómo hacerlo sin generar focos de violencia, pero hay que erradicarlos sin promover a cambio otros circuitos comerciales dudosos como se hizo años atrás. La respuesta es generar trabajo genuino y rentable, cosa que con la competencia ilegal se pone en riesgo”.