De Vido: la hora del despoder

Todas las miradas apuntaban, esta semana, a la banca de Julio De Vido. Había vuelto a ocuparla después de un escándalo -el de José López- que, inevitablemente, lo roza.

Después de doce años al frente del estratégico ministerio de Planificación Federal, De Vido está en el medio de un entramado judicial en el que se investigan varios circuitos de presunta corrupción. Muchos de los integrantes de su equipo están presos o procesados. El mismo enfrenta ya distintas imputaciones.

En un discurso público, el propio De Vido definió a José López como su “mano derecha”. Esta semana negó que lo fuera y se declaró “consternado” por los millones del convento

“Soy peronista y setentista”. Así se definió alguna vez el propio De Vido, cuando todavía no imaginaba este presente complicado.

De Vido nació en la calle Acevedo al 1.300, en el corazón de Palermo Viejo, el 27 de diciembre de 1949. Hincha de Boca y amante del tango, especialmente de Aníbal Troilo y Osvaldo Pugliese, no se reconoce -sin embargo-. un “porteño de ley”. Desarrolló en el Sur -concretamente en Santa Cruz- un sentido de pertenencia patagónico que fue, de alguna forma, el sello distintivo del kirchnerismo puro. Alguna vez soñó, inclusive, con volver a esa provincia como gobernador.

De Vido acompañó a Néstor Kirchner desde 1991, cuando el santacruceño asumió la gobernación de su provincia.

Desde el desembarco kirchnerista en la Nación comandó -hasta el último día- un inmenso ministerio por el que pasaban toda la obra pública y todo el entramado de subsidios vinculados a los servicios y el transporte. Manejó “la caja” del Gobierno durante tres ciclos presidenciales consecutivos.

Recibió su diploma en la facultad de Arquitectura de la UBA en 1974. Antes había sido cuadro de honor del Colegio Guadalupe.

Su madre siempre fue ama de casa y su padre estuvo muy cerca de diplomarse como ingeniero industrial, pero la vida lo llevó a dirigir una fábrica de chocolates. Hugo, cinco años menor, es su único hermano y también fue funcionario: secretario general del Consejo Federal de Ciencia y Tecnología (Cofecyt).

En 1972, cuando todavía era estudiante de arquitectura, ingresó a la antigua Empresa Nacional de Telecomunicaciones (Entel) como dibujante. Según una biografía publicada en sus primeros años de ministro nacional, allí comenzó a simpatizar con el folclore peronista y se acercó a la ebullición del gremialismo. Un año más tarde, De Vido ya participaba activamente en la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), una rama sindical de jóvenes vinculada a la agrupación Montoneros.

A días del golpe de Estado de 1976, Entel envió al arquitecto De Vido a Puerto San Julián, en Santa Cruz, donde se levantaría una nueva central telefónica. Ya estaba casado y tenía cuatro hijos cuando, en 1982, la empresa constructora Rodríguez Carrera le ofreció mudarse a la Patagonia. La familia De Vido hizo sus valijas y se acomodó en Río Gallegos.

Ese mismo año conoció a Néstor Kirchner en el Ateneo Teniente General Juan Domingo Perón. A De Vido -cuentan- le impactó el pragmatismo de Kirchner y, casi instantáneamente, le dio apoyo a su proyecto para llegar a la intendencia de Río Gallegos. Trabajó en la planificación de gobierno con Alicia Kirchner, hermana del entonces candidato, pero no dejó por ello su trabajo en la constructora.

De Vido tiene una chacra lujosa que fue allanada el viernes. Cuenta que allí cría, por ejemplo, canarios que cuestan U$S 10 mil y que tienen jaulas con aire acondicionado

En 1988, ya con Kirchner en la intendencia, De Vido asumió la Dirección de Obras Públicas en el Instituto de Desarrollo Urbano y Vivienda (IDUV) y, en 1990, pasó a ser presidente de Vialidad Provincial.

El 10 de diciembre de 1991, De Vido se hizo cargo del ministerio de Economía y Obras Públicas de Santa Cruz apenas Kirchner llegó a la gobernación, y allí se quedó hasta el 23 de marzo de 1999.

Con Néstor Kirchner en la Rosada, desarrolló un poder que trascendía, inclusive, las fronteras de su ministerio. En una época fue una suerte de ministro de Economía paralelo y manejó con exclusividad la renegociación de los contratos con las empresas privatizadas; se encargó de la ejecución de la obra pública (clave durante la campaña electoral del 2005) y de la apertura de nuevos negocios en el área energética a través de la empresa estatal Enarsa.

También se le atribuyó, en una época, la condición de canciller paralelo, sobre todo en las relaciones con Bolivia y Venezuela, proveedores principales de hidrocarburos. Generó una relación personal con Hugo Chávez.

Casi desde el inicio del ciclo kirchnerista, fue apuntado por Elisa Carrió. Lo bautizó “el Kohan de Kirchner”, en alusión al ex secretario de la presidencia de Carlos Menem y lo acusó de recaudación ilegal de fondos para la campaña presidencial de 2003. También lo acusó de estar relacionado con empresas de Santa Cruz presuntamente vinculadas con hechos de “sobrefacturación y sobreprecios” en obras de esa provincia.

Divorciado de su primera esposa, con quien tuvo cuatro hijos, volvió a formar pareja con Alessandra “Lali” Minnicelli, madre de su hijo Julio y, también, síndica general adjunta de la Nación durante la década K.

Cultivó siempre un bajo perfil, aunque no disimulaba su enorme cuota de poder cuando se sentaba a la mesa con empresarios y sindicalistas. Ahora, con fueros pero apoyos muy debilitados, su suerte parece haber cambiado abruptamente.