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Opinión |HISTORIAS - DETRÁS DE LAS NOTICIAS

Casanello: el Juez en boca de todos

Fue designado por el kirchnerismo y se convirtió en el magistrado más joven del fuero federal. Por sus manos pasan las causas más sensibles de la política nacional, desde la ruta del dinero K hasta el caso de Panamá Papers que involucra al Presidente. Un hombre tímido, de perfil bajo, que ahora ha quedado bajo todos los reflectores

5 de Junio de 2016 | 02:14

En estos días, no hay conversación política que no incluya su apellido. El de Sebastián Casanello se ha convertido en un nombre familiar, aún para los ciudadanos más alejados de los vaivenes judiciales y las intrigas palaciegas.

Hablar de Casanello es hablar “de lo que pasa”. Por sus manos pasan las causas más sensibles de la Justicia federal, desde la llamada ruta del dinero K (por la que está preso Lázaro Báez) hasta la de Panamá Papers, en la que se investiga la participación del Presidente en una empresa radicada en un paraíso fiscal.

Esta semana, como si fuera poco, Casanello estuvo con varios jueces en el Vaticano, y se reunió a solas con el Papa durante cuarenta minutos.

El juez Casanello ha negado trato y reuniones con la ex presidenta Cristina Kirchner. Hay seguimientos de celulares que lo ubicarían en la residencia de Olivos

¿Quién es, más allá de lo conocido, Sebastián Casanello?

En octubre de 2012, asumió al frente del Juzgado Federal N° 7 y se transformó, con 37 años, en el juez más joven de Comodoro Py. Fue propuesto por el gobierno de Cristina Kirchner, y nunca pudo liberarse del estigma de “juez kirchnerista”.

Nació el 14 de diciembre de 1974 en la capital federal y se recibió de abogado en la Universidad de Buenos Aires (UBA) a los 24 años. Poco tiempo después comenzó a trabajar como escribiente (el escalón más bajo) en una fiscalía.

Fue docente en la Cátedra de Edmundo Hendler en la UBA, una referencia en Derecho Penal y Procesal Penal. También en la UBA hizo cursos de posgrado y aprobó algunas materias de la carrera de Sociología. Actualmente es docente en la Escuela Judicial, dependiente del Consejo de la Magistratura.

Pasó por los cargos de secretario de fiscalía; accedió luego al cargo de secretario de la Sala I de la Cámara Federal. Y al poco tiempo, se inscribió en el concurso destinado a cubrir cuatro vacantes en los juzgados federales de primera instancia. En el jurado del concurso estaba uno de sus superiores en la Cámara. Casanello quedó en el último lugar de la lista complementaria que envió el Consejo de la Magistratura. Sin embargo, su nombre fue uno de los cuatro elegidos por el Poder Ejecutivo y, tras la aprobación del Senado, quedó al frente del Juzgado Federal N° 7, que hasta ese momento subrogaba Norberto Oyarbide.

Su despacho está en el cuarto piso de Comodoro Py. Es austero; quizá lo más llamativo sean los coloridos dibujos de sus hijos.

En el palacio de Tribunales pasa casi inadvertido. Habla poco; tiene un estilo sobrio. Lo definen como un hombre muy poco expresivo. Algunos dicen que es solitario, melancólico, reacio a transitar los tumultuosos pasillos del edificio o a visitar despachos ajenos.

Le atribuyen una vinculación con La Cámpora, más precisamente con el ex presidente de Aerolíneas Argentinas Mariano Recalde. Con él compartió parte del secundario en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Después volvieron a cruzarse en la facultad de Derecho, donde la timidez casi patológica de Casanello se sumó a la convicción de que un funcionario judicial no debía militar y él ya trabajaba en Tribunales.

Casanello se hizo cargo de un juzgado que era subrogado por Oyarbide. Sus primeras causas fueron las que tramitaba el “juez bailarín” que se acaba de jubilar

Autoexcluido de eventos sociales, la tibia militancia en un peronismo de izquierda se desvaneció junto con su alicaída vida social. Si años después Recalde, ya como uno de los referentes de La Cámpora, pidió por él, Casanello no lo sabe. Sí consta y por escrito que, en un hecho inusual, todos los camaristas federales de aquel momento -Eduardo Farah, Eduardo Freiler, Jorge Ballestero, Eduardo Cattani y Martín Irurzun- adhirieron a su postulación. Como el entonces presidente de la Cámara del Crimen Gustavo Bruzzone y las Abuelas de Plaza de Mayo.

Las sospechas sobre su cercanía con La Cámpora se acrecentaron cuando Casanello fue el único juez federal presente en el acto en que la ex presidenta Cristina Kirchner presentó un controvertido proyecto de “democratización” judicial.

Cuentan que su tardía vocación por la Justicia (después de haberse soñado diplomático) nació a partir de algunas materias que cursó en Sociología. En aquellos años se dejó una larga cola de caballo para no desentonar con su traje burgués de Tribunales en las aulas de Sociales. Ya como secretario de Cámara, escondía el pelo por debajo de los hombros entre la camisa y el saco. Y cuando lo nombraron juez, decidió cortarse la expresión visible de una rebeldía confesa y contenida.

Hijo de padres abogados (especializados en juicios laborales), lo ayudaron -por medio de un conocido- a conseguir su primer puesto como meritorio en Tribunales.

Como secretario de Cámara, algunos lo bautizaron como “garantista talibán”, porque anulaba sistemáticamente las resoluciones de las prisiones preventivas.

Ese hombre reservado, de modales sobrios y con una mochila al hombro en lugar de maletín, es hoy el juez federal sobre el que están puestos todos los reflectores. Muchos creen que lo quieren sacar del caso Báez a toda costa. ¿Por qué? ¿A quién beneficiaría que lo saquen? Pueden escucharse las respuestas más variadas.

El periodista Jorge Lanata lo bautizó “Tortuga”. Hace unos meses, muchos decían que se había convertido en liebre. Un día tortuga; otro liebre... Así de enigmático es Casanello, el juez que ha puesto su apellido en todas las conversaciones políticas de la Argentina. Ahora escuchó la voz del Papa.

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