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El país |UNA LUZ AMARILLA PARA LA SALUD DE MACRI

Las preocupaciones políticas y económicas del Presidente

Por MARIANO SPEZZAPRIA

5 de Junio de 2016 | 03:17

Twitter: @mnspezzapria

Una cosa es ganar una elección y otra realmente distinta es gobernar. Si lo sabrá el presidente Macri, que está por cumplir sus primeros seis meses a cargo de la administración nacional y ya tuvo su primera internación. El mandatario estuvo pocas horas en una clínica cercana a la quinta de Olivos, afectado por un cuadro de arritmia leve que nunca antes se le había diagnosticado.

Ahora serán los profesionales de la Unidad Médica Presidencial los que determinarán los pasos a seguir para preservar la salud del mandatario. Aunque en términos políticos y económicos, Macri acumuló en las últimas semanas malestares diversos. En ese terreno, que por cierto excede el estado físico, se pueden rastrear los motivos de las preocupaciones del Presidente.

De hecho, poco antes del mediodía de ayer Macri recibió en Olivos a un grupo de funcionarios de su Gabinete y a aliados estratégicos como el radical Ernesto Sanz, en un encuentro en el que se habló de su salud pero que, en el fondo, se dedicó a los temas que desvelan al Presidente. Uno de ellos pasa por los fuertes cuestionamientos que recibe el gobierno por el aumento de tarifas, como no podía ser de otra manera.

Las críticas contienen una particularidad que inquieta al mandatario: provienen tanto de sectores de la oposición, como así también del comercio, la producción y también del propio oficialismo. El blanco coincidente es el ministro de Energía, Juan José Aranguren, quien estuvo reunido con Macri en Olivos pocas horas antes del episodio de la arritmia. También estuvo allí Rogelio Frigerio.

El ministro del Interior viene haciendo malabares políticos para contener la oleada negativa que llega a la Casa Rosada debido al tarifazo, que tuvo picos de tensión en las provincias de la Patagonia por el desmesurado aumento del gas. Y que también le brinda a intendentes opositores del Conurbano una plataforma para reposicionarse con un discurso de renovado sesgo social.

Por esos motivos Frigerio ya tuvo algunos cruces con Aranguren. Y el Presidente lo respalda porque fue uno de los pocos empresarios que enfrentó al kirchnerismo –en su caso como Ceo de la petrolera Shell-, pero habrá que seguir con atención el avance de una investigación del fiscal Stornelli que imputó al ministro por abrir una licitación sin apego a normas de transparencia.

Sobre todo, porque el fiscal tiene sólidos nexos con el presidente de Boca, Daniel Angelici, a quien se lo señala como un hombre influyente en la Justicia federal. Hacia afuera, el gobierno hizo trascender que lo había apartado como interlocutor con los jueces y fiscales tras una fuerte advertencia de Elisa Carrió. Pero en la interna de Cambiemos aún quedan muchas dudas.

EL FACTOR “LILITA”

La jefa de la Coalición Cívica-ARI, una de las arquitectas importantes de la alianza gubernamental, es también un motivo de preocupación para el Presidente. “Lilita es Lilita”, suele comentar Macri cuando le preguntan su opinión sobre alguna explosiva declaración de Carrió. La última de ellas dejó perplejo a todo el oficialismo porque apuntó en forma directa contra la vicepresidenta Gabriela Michetti.

Claro que la compañera de fórmula de Macri había cometido la equivocación de decir que Carrió es “inmanejable”, una acusación más suave que las que le dedicaban personajes del gobierno anterior como Aníbal Fernández, pero que en el fondo se conectan por un hilo que la diputada no puede perdonar: la idea de que es una dirigente inestable, con tendencia a la destrucción política.

El Presidente quedó impactado por la arremetida de Carrió, pero llamó a Michetti para pedirle que no le respondiera. La Vice tuvo que contenerse y respirar hondo, luego de que “Lilita” se disculpara con Marcelo Tinelli por acusarlo de montar una campaña de desprestigio en su contra con la imitación de Gran Cuñado. Aunque la diputada no dijo ni una sola palabra de Michetti.

La Vicepresidenta prefirió salir de la mini-crisis hacia adelante: aprovechó con la rapidez de un rayo el procesamiento del juez Bonadío al titular de la Auditoría General de la Nación, Ricardo Echegaray, para firmar una resolución que lo remueve del cargo. Carrió la había criticado duramente por no haber bloqueado en su momento la designación del ex titular de la AFIP.

El peronismo, que había propuesto a Echegaray a pedido de la ex presidenta Cristina Kirchner, lo defendió a medias: sostuvo que para que la remoción sea válida, el procesamiento debe quedar firme en la Cámara Federal, la instancia superior a Bonadío. Aunque en el PJ ya circula el nombre de Julián Domínguez para reemplazar a Echegaray al frente del máximo organismo de control.

El ex presidente de la Cámara de Diputados -con vínculos en el Vaticano- es un dirigente que no recibe cuestionamientos del gobierno ni del Frente Renovador massista. Y cuyo perfil está en sintonía con la reformulación del PJ que ensayan Gioja, Scioli y los gobernadores. Aunque por ahora, la nueva conducción partidaria desechó la simbólica idea de bajar los cuadros de Néstor y Cristina de la sede de Matheu 130.

Más allá de los movimientos del PJ, el macrismo sigue con atención los de Carrió. Ayer por la tarde, la diputada encabezó el encuentro inaugural del Instituto Arendt en Capilla del Señor, la ciudad donde vive “Lilita” desde este año. “Estamos en el momento más difícil que atraviesa el gobierno”, advirtió desde allí la diputada, que tiene proyección electoral en territorio bonaerense y cuya honestidad no se discute.

EL PAPA Y LOS JUECES

“Cuando se juega con la impunidad, se juega con la gobernabilidad”, advirtió Carrió en Twitter. La dama pudo haberse referido a la situación de Echegaray, que incomodó a Michetti, pero también al presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, a quien viene criticando en duros términos, al punto de advertir cuando se comprueben sus acusaciones, “también será tarde para Macri”.

El titular de la Corte estuvo hasta ayer en Roma. Allí, participó de un encuentro promovido por el Papa Francisco con jueces y fiscales de todo el mundo. El escenario le resultó propicio para replicar a su modo las denuncias de Carrió: “Si el juez es atacado o presionado o deteriorado en su imagen, éste es un juez líquido, porque se produce una licuación de su autoridad”, advirtió Lorenzetti. Pero lo cierto es que la conducta de algunos jueces -Oyarbide, por ejemplo- ha merecido fundamentados reparos.

Del mismo seminario participó el juez federal Sebastián Casanello, quien tiene a su cargo la causa por la que está preso Lázaro Báez. Según trascendió, el magistrado estuvo reunido a solas con el Papa, quien dijo que ser juez o fiscal “hoy en día, es arriesgar el pellejo”. El pontífice también reivindicó la actividad política de la Iglesia, a la que consideró como de “la más alta caridad”.

La relación con Francisco es, por cierto, otro de los motivos de preocupación del Presidente. El gobierno sabe que no todos los obispos argentinos siguen la línea de pensamiento de Bergoglio, pero igualmente está al tanto de las advertencias de los curas cuyas parroquias se sitúan en los barrios carenciados del Conurbano, donde crecieron los pedidos para comedores y merenderos.

Las reformas económicas implementadas por el gobierno no terminan de cristalizarse. “Hay un cambio de expectativas, pero con un horizonte más largo”, admitió un intendente bonaerense de Cambiemos en referencia al inminente comienzo del segundo semestre, el período en el cual el Presidente y sus funcionarios prometieron que iban a notarse mejoras respecto del modelo K.

Aunque eso no se percibe y la inflación sigue siendo un drama para millones de argentinos. Por eso, en la Casa Rosada siguen cada vez con más inquietud la gestión de Alfonso Prat Gay. El ministro de Hacienda también aporta lo suyo, con deslices conceptuales como haberle pedido “disculpas” a los empresarios españoles por la forma en que fueron tratados por el kirchnerismo.

Hugo Moyano, que se despidió de la CGT para abrir paso a la reunificación, dijo que Macri se hizo “mala sangre” por la actuación de algunos de sus ministros. Es una interpretación del jerarca sindical que se peleó con Kirchner la noche anterior a su muerte, en 2010. La historia argentina demuestra que la salud de los dirigentes del máximo nivel de la política siempre se deteriora.

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