Entrañable, como hace 20 años

“Hoy, El Diario de Adán y Eva”, de Mark Twain. Adaptación: Solá, Oteiza, González Gil. Elenco: Miguel Angel Solá, Paula Cancio. Música original: Martín Bianchedi. Arreglos musicales: Gerardo Gardelin. Coros: Clara Terán. Vestuario: Pepe Uría. Escenografía: Jaine Nin Uria. Asistencia de dirección: Quique Quintanilla. Stage Manager: Gustavo Di Sarro. Operación de luces: Alejo Fanego. Operación de sonido: Daniel Giménez. Asistente de Escenario: Matías Reboliz Villarejo. Producción en gira: Pablo Tubio. Dirección General: Manuel González Gil. Teatro Municipal Coliseo Podestá.

Vimos y reseñamos esta obra de Mark Twain hace ya 20 años, en el mismo teatro, nuestro emblemático Coliseo Podestá, dirigido en aquel entonces por el querido y extrañado Pipe Herscovich. En ese momento, la compañera de elenco de Miguel Angel Solá era Blanca Oteiza, ambos dirigidos –como hoy- por el multifacético Manuel González Gil.

Hoy, vuelve esta pieza antológica, y conserva intacta su magia y su encanto. Quien acompaña ahora a Solá es la talentosa y bellísima actriz española Paula Cancio.

Una sala colmada, a pesar de la noche desapacible, disfrutó de una ceremonia teatral exquisita. Solá se multiplica en 3 personajes: el actor uruguayo Dalmasio joven, el mismo ya anciano, y la criatura simiesca del radioteatro “Adán”. A cada uno, el versátil actor le imprime su sello particular, variando la postura, la colocación de la voz, los gestos, el lenguaje corporal, el andar, todo, como por arte de magia, contando con una paleta de recursos admirable.

A su lado, Paula Cancio compone a “Eva”, a la actriz Eloisa que le da vida, y a Adriana, su hija, la periodista que le hace un reportaje al compañero de rubro de su fallecida madre. Graciosa, chispeante, dúctil, hace gala de un notable “timing”, sabio manejo de los silencios, las pausas, las miradas, los subextos. Capo lavoro.

Solá y Cancio conforman una dupla entrañable, con una química perfecta. Se adivinan el pensamiento, las intenciones, con una conexión absoluta.

La pieza de Mark Twain, con esas ingeniosas idas y vueltas temporales y espaciales, habla del amor, de los sueños, de la inocencia, de los vínculos, de las pérdidas, de la vida y de la muerte, y del amor que trasciende la muerte. La inteligente puesta de Manuel González Gil es muy dinámica, de modo que la atención del espectador nunca fluctúa, a pesar de tratarse de una obra “de texto”, con contadas acciones.

Es muy interesante espiar el backstage, el detrás de escena, en el que los actores transmutan en sus respectivos personajes. En ese sentido, es un acierto la escenografía de Jaime Nin Uría, como así también el logrado y funcional vestuario de Pepe Uría.

Cómo no recordar en esta ocasión a la madrina del Coliseo Podestá, la queridísima China Zorrilla, que también ofreció en esta sala su hermosa versión de “El Diario…”, con su amigo, el actor uruguayo Carlitos Perciavale. Otra joya.

Hoy como ayer, este espectáculo nos sigue cautivando, por la calidad del texto, su cuidada realización, y por la magistral interpretación de Solá y Cancio. Una fiesta.