Turín: la elegante ciudad del norte de Italia muestra su riqueza cultural

Situada a medio camino entre los Alpes y el verde de su centro histórico, Turín es una ciudad que atrae al turismo con su amplia oferta cultural. Más de cuarenta museos, numerosas iglesias y varios palacios barrocos son parte de su carta de presentación, además de su cercanía con otros centros turísticos como Milán o Florencia.

La ‘Augusta Taurinorium’ sobre la que se asienta la actual Turín fue dispuesta por los romanos en el cruce entre dos ríos, el Po y el Dora.

Los amantes de las ciencias ocultas encuentran un “filón” en la capital piamontesa y cada vez más agencias de viaje intentan sacarle partido, con excursiones alejadas del turismo tradicional. El “camino místico” empieza en Piazza Statuto, uno de los centros neurálgicos de la ciudad por su cercanía con la estación de tren de Porta Susa. Presidida por el monumento al Traforo del Frejus, dedicado a los trabajadores que construyeron el túnel del mismo nombre entre Francia e Italia, Piazza Statuto es considerada por muchos como el “corazón negro” de Turín por la necrópolis romana que reposa en sus entrañas.

Bajo la ciudad se encuentra todo un laberinto de galerías subterráneas que, según muchos historiadores, habrían sido utilizadas por la nobleza para sus ‘paseos’ de incógnito y que ahora pueden recorrerse a través de visitas guiadas.

Pero para quienes no amen la oscuridad, Turín ofrece más de 16 kilómetros de pórticos en calles tan concurridas como la comercial Via Roma o la turística Via Po.

Los pórticos de Via Po -que unen la céntrica Piazza Castello con la no menos imponente Piazza Vittorio Veneto- fueron construidos por la nobleza para disponer de un techo bajo el que pasear sin sufrir las inclemencias del tiempo. En ella se suceden restaurantes y cafeterías aptas para todos los bolsillos y gustos.

El tradicional chocolate turinés o el marocchino, a base de café expreso, cacao en polvo y crema de leche, son algunos de los “elixires “que ofrece la ciudad al visitante para recuperar fuerzas tras una buena caminata.

La historia de Turín está íntimamente ligada a la de la casa Saboya, dinastía que llegó a ostentar la corona del reino de Italia. Además de trasladar la capital de su estado desde Chambery a Turín en 1561, llevaron también a Italia una de las reliquias que más interés y misterio suscita aún hoy en el mundo: la Sábana Santa, el lienzo en el que supuestamente fue envuelto el cuerpo sin vida de Cristo, que es custodiado en la Capilla que construyera Guarino Guarini en 1694 en la parte trasera de la Catedral de San Juan Bautista.

Muy cerca de ahí, en la espalda de la Catedral, la céntrica Piazza Castello es el corazón de la ciudad diurna.

En la esquina noroeste se encuentra la barroca Iglesia de San Lorenzo, obra también de Guarino Guarini, mientras que, casi a su lado, las estatuas de Cáster y Pólux guardan la entrada del Palacio Real, residencia de la dinastía Saboya que hoy dispone de zonas abiertas al público, como sus impresionantes jardines.

A su izquierda, se alza el Palacio Madama, el otro gran complejo arquitectónico de Piazza Castello y una de las residencias de la casa Saboya declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, que alberga el Museo Municipal de Arte Antiguo.

El edificio actual es el resultado de numerosas reedificaciones sobre lo que en origen fue una de las puertas de la ciudad romana y, bajo sus cimientos descansan -dicen algunas leyendas- varias grutas en las que los alquimistas de la Edad Media buscaron con ahínco la piedra filosofal.

Pocos saben que Turín fue desde 1861 la primera capital del Reino de Italia hasta 1865, después de haber desarrollado un papel fundamental en el proceso de unificación italiano. En el edificio que fuera la sede del primer Parlamento, el Palacio Carignano que Guarino Guarini comenzó a construir en 1679, el Museo del Risorgimento ofrece una retrospectiva por la historia de Italia desde el siglo XVIII hasta la I Guerra Mundial.

Una vez completado el triángulo de palacios, una buena opción es cruzar a la otra orilla del río Po para llegar a la Iglesia de la Gran Madre de Dios. El templo, de estilo neoclásico, fue construido en 1814 para celebrar el retorno a la ciudad del rey Vittorio Emanuele I y es sólo un ejemplo de la variedad de monumentos que hacen de Turín una ciudad más que apta para el turismo religioso.

La Basílica de Superga, en la que están enterradas varias generaciones de la casa Saboya, o la Basílica de los Capuchinos son otras dos buenas opciones para quien busque las raíces religiosas de la ciudad.

A la primera se puede acceder en tranvía desde la plaza Vittorio Veneto, mientras que para llegar a la segunda es mejor tomar aire y fuerzas para realizar el ascenso a pie al Monte de los Capuchinos.

Una vez arriba, la recompensa será la impresionante vista sobre la ciudad, dominada por la Mole Antonelliana, un símbolo de Turín de 167 metros que es, un mirador privilegiado para quien no sufra mal de altura y la actual sede del Museo Nacional del Cine.

Y siguiendo con la oferta cultural de Turín, de visita obligada es también el Museo Egipcio, el segundo más importante y completo en el mundo después del que se encuentra en El Cairo.