La venta ambulante ahora se apropia de una plaza emblemática de la Ciudad
| 13 de Agosto de 2016 | 02:37

La plaza más emblemática de nuestra ciudad, la más cargada de significación histórica, que se encuentra en pleno centro, entre la Casa de Gobierno, el edificio de la Legislatura y el del pasaje Dardo Rocha -el lugar en el que crece desde 1941 el retoño del pino de San Lorenzo y que contiene a diversos monumentos recordatorios de próceres de la Patria, entre ellos el principal dedicado al Libertador- ha sido elegida por los manteros y puesteros de venta ambulante, sin que las autoridades atinen a hacer cumplir las normas que impiden tanto la venta marginal, como aquellas otras ordenanzas que definen las diversas zonificaciones y que determinan el uso que se le debe dar a los espacios públicos.
Este insólito desborde ocurre desde 2014 en la plaza San Martín. Un amplio sector enmarcado por calle 6, 50 y la desembocadura de la diagonal 80 se encuentra copado por manteros que llevan adelante una feria americana cada vez más extendida, aunque también existe oferta de productos no usados, como por ejemplo bijouterie y películas grabadas para reproductores de DVD.
Hace dos años unos veinte manteros comenzaron a exhibir sus mercaderías tres días a la semana, en tanto que numerosos vendedores ambulantes ocupaban una de las galerías externas del Pasaje Dardo Rocha, el espacio contiguo al acceso de calle 50, para vender pequeños cuadros, ropa usada y utensilios de cocina. Luego, al ser expulsados por las autoridades comunales de ese lugar, fueron ganando distintos espacios de la plaza San Martín y la actividad se multiplicó ahora con nuevos puestos que atienden de lunes a domingo.
Desde la actual administración municipal se dijo lo mismo que vienen diciendo las anteriores, ya desde varias décadas atrás: que se les está buscando un espacio apropiado a los ambulantes, para que puedan desplegar allí su actividad. Mientras esa búsqueda prosigue, la realidad demuestra que los improvisados paseos de compra inundan todos los lugares disponibles de La Plata. En cuanto a los controles que se realizan, los resultados dan a entender que no serían exitosos: en cualquier vereda platense puede hoy comprarse ropa interior, bijouterie, relojes, joyas, películas para DVD, juguetes, herramientas, repasadores, manteles, productos cosméticos y muchos otros productos.
Ya se ha dicho muchas veces que resulta especialmente delicada una cuestión que involucra la natural y justa necesidad de trabajar de personas que no han podido incorporarse al mercado laboral y que, por consiguiente, buscan remediar ese problema desplegando alguna actividad informal. Pero ésta es una cuestión que, tanto las autoridades como los propios trabajadores informales, deberían resolver mediante otras vías. Existen en muchas ciudades del mundo lugares especialmente habilitados para la venta informal -los llamados mercados de pulgas- que son espacios circunscriptos, dotados de infraestructura acorde, debidamente iluminados, que se convierten en verdaderos atractivos turísticos.
Pero lo que resulta inadmisible es que la comercialización de productos se vea anarquizada, desprovista de todo control estatal y sometida al libre albedrío de empresarios que financian y manejan esta economía informal. Las autoridades están obligadas a velar para que no se propaguen modos de actuar que transgreden todas las normas, admitiendo de ese modo la continuidad de “negocios” que ocupan el espacio público, no tributan ningún tipo de impuestos y, en definitiva, compiten deslealmente con quienes tienen comercios instalados.
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