Rosenkrantz: la nueva Corte Suprema

Es el juez que asumirá mañana para completar la integración del máximo tribunal de la Nación. Será el primer magistrado de origen judío que integra la Corte Suprema en la historia argentina. Es un académico brillante y se desempañó hasta hace pocos meses como rector de la Universidad de San Andrés. Como abogado, patrocinó a grandes empresas argentinas e internacionales

Desde mañana, la Corte Suprema de la Nación tendrá un nuevo integrante. Las vueltas del destino, y de la política, hicieron que asumiera apenas dos días hábiles después del primer fallo crucial que tuvo que emitir la Corte en lo que va del gobierno de Mauricio Macri. Lo cierto es que con Carlos Rosenkrantz quedará completo el máximo tribunal de la Nación que, tras la última reforma, vuelve a tener cinco miembros.

Rosenkrantz es un abogado de 57 años, recibido con honores en la UBA, que cuenta con un magister y un doctorado en Derecho de la prestigiosa Universidad de Yale. Será el primer ministro de la Corte Suprema de origen judío de la historia argentina.

Hasta su designación como juez del máximo tribunal se desempeñaba como rector de la Universidad de San Andrés. Antes fue profesor en la New York University; en la Richmond School of Law, en la Denver University, en la Universitat Pompeu Fabra, España y en la UBA.

Identificado con el radicalismo, en 1984 ofició como asesor para el Consejo para la Consolidación para la Democracia, junto al ex presidente Raúl Alfonsín y fue discípulo del destacado jurista y filósofo Carlos Salvador Nino.

Como rector de la Universidad de San Andrés, cargo que asumió en 2008, apoyó la creación del “Centro de Estudios Anticorrupción”, que actualmente lidera Manuel Garrido. Y escribió el prólogo del libro “Cosa juzgada fraudulenta”, de Federico Morgenstern, un ensayo sobre la cosa juzgada írrita, figura jurídica que podría aplicarse para reabrir casos de corrupción que fueron cerrados, como el del enriquecimiento ilícito de Cristina Kirchner.

Su historia familiar se remonta a Polonia, donde su abuelo paterno pertenecía a una familia judía intelectual de Radom, que abrazó el ideario socialista y participó de la revolución socialista de 1805. El fracaso de la revolución y el temor a la policía secreta del Zar lo obligaron a emigrar a la Argentina, donde se dedicó al oficio de imprentero. Su abuela, Hanna Malka Strikman, provenía de una familia campesina ortodoxa de Ostrovietz (Polonia).

Su rol como abogado patrocinante de grandes empresas fue el punto sobre el que más presionó la oposición en el debate sobre el pliego de Rosenkrantz

El padre de Rosenkrantz, Eduardo Shmuel, en su juventud abrazó fervientemente la causa sionista y fue luego elegido diputado nacional durante el gobierno de Arturo Frondizi. Se enamoró de una joven católica descendiente de irlandeses, Noemi Hayes, divorciada y madre de un hijo -su hermano- con quien se casó y con quien convivió hasta su muerte en 2006.

La familia de Carlos Rosenkrantz observó todos los ritos culturales de la tradición judía y él mismo se casó por jupá.

A pesar de la polémica que generó su designación por decreto, Rosenkrantz recibió numerosos apoyos de organizaciones y personas (juristas, intelectuales, líderes religiosos) para su nombramiento.

El nuevo juez de la Corte inició su actividad pública muy joven, en 1984, como integrante del grupo de trabajo de Carlos Santiago Nino, el teórico de la democracia deliberativa que asesoró de manera muy cercana al entonces presidente Raúl Alfonsín. En ese marco, Rosenkrantz trabajó en normas como las que abolieron la censura establecida por la dictadura militar y fue uno de los responsables de realizar el seguimiento de la investigación sobre crímenes de lesa humanidad llevada adelante por la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP).

En 1991, participó como letrado patrocinante de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) en un litigio en el que se cuestionó la decisión de la Inspección General de Justicia de denegar personería jurídica a la entidad en razón, básicamente, de la orientación sexual de sus integrantes. Rosenkrantz patrocinó el recurso extraordinario ante la Corte Suprema y, aunque la demanda fue rechazada en ese momento, los argumentos elaborados por Rosenkrantz fueron aceptados en los votos disidentes y se transformaron, años más tarde, en doctrina de la Corte.

Rosenkrantz rindió un exigente examen ante el Senado antes de que su pliego fuera aprobado. “Me fue bien, creo...”, dijo cuando terminó. La oposición le reconoció méritos

Durante el gobierno de Néstor Kirchner y en razón de sus calidades profesionales, fue designado por el Estado Argentino como testigo experto para defender sus posiciones legales en una serie de arbitrajes internacionales promovidos por diversas empresas multinacionales contra el país, en el tribunal arbitral del Banco Mundial (CIADI). A diferencia de otros importantes estudios jurídicos del país, el estudio que integraba Rosenkrantz no patrocinó demandas arbitrales en contra de la Argentina.

En su calidad de abogado litigante, fundó hace 16 años el estudio Bouzat Rosenkrantz & Asociados, firma que representó a diversas empresas de gran envergadura. Rosenkrantz es experto en Litigación Constitucional y Casos Complejos, y ha liderado procesos de fusiones y adquisiciones de compañías en los rubros alimenticio, laboratorios, farmacias, salud, electrónica y tecnología, entre otros.

Así como en la Argentina fue discípulo Nino, en Estados Unidos lo fue de Owen Fiss, uno de los teóricos de la libertad de expresión, y de Bruce Ackerman -el mejor defensor en los Estados Unidos de la Justicia Social- a quien prologó y con quién escribió artículos.

Rosenkrantz cursó sus primeros estudios en el Colegio Nacional Domingo F. Sarmiento, de donde egresó en 1975 con Medalla de Oro. Su egreso como abogado de la Universidad de Buenos Aires, en 1983, fue con el primer promedio de su clase y como abanderado.

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