Continúa sin resolverse en las calles céntricas el problema de los “trapitos”

Sigue sin existir en la Ciudad, desde hace largos años -y eso es fácilmente comprobable transitando cualquier calle céntrica-, una estrategia coordinada para atacar el problema de los cuidacoches identificados también como “trapitos”. La única política existente, por así llamarla, tanto de la Municipalidad como de la Policía, parecería continuaría siendo, durante todo este tiempo, la indiferencia, el dejar hacer. Sin embargo, está claro que las autoridades debieran prestarle atención al problema e intervenir para resolverlo.

Tal como ahora quedó evidenciado en la nota publicada en este diario, los cuidacoches siguen dominando el Centro. Ya es costumbre generalizada que coloquen baldes de plástico para “reservar” espacios a sus clientes habituales o, tal como es posible comprobarlo en varias calles. Asimismo, es común ver que los conductores dejen sus autos estacionados en doble fila, se marchan a realizar distintos trámites, le dejan las llaves a los “trapitos” y estos mantienen el auto en ese lugar, hasta que aparece algún sitio junto al cordón y allí ubican a los vehículos.

Los cuidacoches que no colocan baldes para reservar sitios, instalan allí tarros de pintura cuando no conos de plástico, dejando a la vista la capacidad que despliegan en el manejo y administración lucrativa de espacios que son públicos. Son prácticas desarrolladas en los últimos años, impuestas y casi legitimadas ante la absoluta inacción de los poderes municipales. En realidad, como bien se sabe, se está frente a verdaderas usurpaciones que, además, suelen generar incidentes peligrosos por la irritación que causan en muchas personas.

No han sido muchas, sino que, por el contrario, fueron muy escasas las reacciones institucionales. El año pasado, en una inédita resolución, un juez de La Plata elevó a juicio una causa seguida contra tres cuidacoches. Los acusó de haber intentado extorsionar a automovilistas que habían asistido a una competencia de súper TC 2000 en el Estadio Unico, a quienes habrían amenazado para que entregaran dinero con el fin de cuidar sus vehículos, en 2013. Así por primera vez se aplicó una causa contra cuidacoches bajo la acusación de “extorsión en grado de tentativa”. Pero, al margen de ese intento, poco más se ha hecho.

El problema, que es complejo, también se nutre de la situación socio-económica en la que se encuentran muchas personas, pero eso merece otras respuestas por parte del Estado. Tolerar la consolidación de actividades no permitidas, que degradan la calidad de vida de todos los ciudadanos, no parece ser una solución acertada.

El “vale todo” frente a esta cuestión que -como se ha expresado-, crece en forma alarmante en la Ciudad, no puede seguir admitiéndose. Nadie puede hacerse el distraído. Declararse impotente frente a una situación así equivale a abandonar la responsabilidad elemental del Estado de garantizar una convivencia armónica en los espacios públicos y el cumplimiento de normas básicas.

Esta situación, con todas sus complejidades, debe ser abordada con decisión y voluntad firme. Pero, además, con urgencia. Porque se trata de un fenómeno que crece en forma alarmante y que, cada vez, se tornará más difícil de erradicar si no se cambia la actitud de indiferencia que ha imperado hasta ahora.

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