Picadas en plaza Moreno, una burla al poder público y al derecho de los vecinos

Hace ya muchos años -demasiados, para la paciencia de los sufrientes vecinos- que los motoqueros sentaron sus reales en distintas zonas de la periferia para realizar allí ruidosas picadas con sus vehículos. Se puede hablar de lugares apartados como Gorina, las avenidas 44 y 520 a varios kilómetros del microcentro o distintos tramos de la ruta 36, sin dejar de mencionar el caso más cercano y habitual del paseo del Bosque. De todos esos sitios fueron corridos, alternativamente, por sucesivos operativos policiales, desplazándose los motoqueros en busca de otros escenarios.

Esa suerte de danza cambiante -en realidad, también, un desafío y una verdadera burla a las autoridades- ha encontrado ahora un espacio ciertamente emblemático: nada menos que la plaza Moreno, donde se encuentra no sólo el centro geográfico de La Plata sino el palacio municipal, entre otras dependencias públicas y, por cierto, la imponente Catedral. Pues bien, de noche, en estos primeros días de enero, se corren picadas en plaza Moreno, tal como lo acaba señalar este diario.

Como siempre los vecinos son los inmediatos perjudicados. Hasta bien entrada la madrugada, los ruidos de las motos, las explosiones, los escapes abiertos, no los dejan dormir. Los vecinos padecen, así, interminables noches de insomnio, alteradas también por el ruido de autos con música a todo volumen que están presentes en las picadas.

Ya acostumbrados al caos diurno, los frentistas ahora deben también convivir con el bullicio nocturno que apenas les permite dormir en días hábiles y que hacia los fines de semana, dicen, se torna intolerable. Indicaron que las carreras de motos se realizan, mayormente, por la calle 54 desde l2 hasta 7 y es también frecuente que usen la avenida 53, ocupando además con sus ruidos el perímetro de la plaza principal de la Ciudad.

Desde la Comuna se aseguró que están actuando sobre el problema y que todos los fines de semana se realizan operativos en plaza Moreno, en forma conjunta con la policía local, con el propósito de terminar con las picadas. Hasta el momento, según el testimonio vecinal, esa sana intención municipal no se ha plasmado en resultados efectivos. De lo que se trata, tal como se dijo muchas veces en esta columna, es de que el accionar de los organismos públicos -policiales y municipales- se concrete en forma sostenida, hasta que se logre la erradicación de estas actitudes antisociales.

Debe tenerse en cuenta que aquí no se habla en absoluto del comportamiento habitual de conductores de motocicletas, sino de un grupo de ellos -nutrido, por cierto- que se reúne por las noches y recorren, juntos y a altísimas velocidades, sin respetar semáforos ni norma alguna, determinadas zonas urbanas, cometiendo a su paso desmanes con quien se les cruce y con todo lo que encuentren en el camino.

En cada oportunidad en la que se tocan temas referidos al tránsito, los especialistas llegan a dos conclusiones. La necesidad de sancionar con toda la severidad a quienes infrinjan las normas; y que se impartan en la población sólidos principios educativos, que apunten a la importancia de respetar las leyes para que en las calles reine el orden y no la anarquía. Y a comprender, de una manera cabal, que los espacios públicos no existen para darles usos particulares, sino para que formen parte de la propiedad común de todos los habitantes.