Aumenta el consumo de drogas de diseño y se expande a nuevos ámbitos

A Giuliana Maldován (20) la vieron descompensarse en medio del gentío, durante la fiesta electrónica de fin de año que se organizó en la localidad santafesina de Arroyo Seco. La vieron querer salir a un lugar con más aire, sin lograrlo. Vieron a sus amigos arrastrarla como pudieron hasta una ambulancia. Allí los médicos se asombraron de la intensidad de su excitación psicomotriz. “Pegaba patadas, manotazos. Fue muy difícil oxigenarla”, dijo José Luis Murina, el profesional que la atendió y dispuso su traslado. Horas más tarde, Giuliana moría en el Hospital Provincial de Rosario. Los médicos determinaron que había tomado éxtasis. Lucas Liveratore (34) también había asistido a fiesta electrónica en esa ciudad santafesina, ubicada a 40 kilómetros de Rosario. Liveratore volvió a su casa, en San Nicolás, y allí falleció de un paro cardíaco. Más tarde se determinaría que también había tomado éxtasis, la más popular entre las drogas sintéticas, cuyo consumo en la Argentina aumentó sensiblemente en los últimos años: según los datos manejados por la Sedronar: hasta un 1.000% entre los años 2001 y 2011, mientras se expandía desde las fiestas electrónicas a otros ámbitos de la diversión nocturna.

Las muertes de Maldován y Liveratore reinstalaron en el centro del debate al consumo de drogas de diseño, las mismas que hace menos de un año provocaron la muerte de cinco jóvenes en una fiesta electrónica, Time Warp, que se había realizado en el complejo porteño de Costa Salguero.

Como en aquella oportunidad, la tragedia de Arroyo Seco sacaría a la luz una serie de situaciones similares a las vividas meses atrás en Costa Salguero. En el marco de la causa que investiga las muertes, un fiscal habló de un evento en que “las drogas se vendían como caramelos”, mientras dos empleados del boliche que fue escenario de la fiesta dijeron que se comercializaban adentro y afuera del predio.

Otros elementos denunciados también recordarían el caso Time Warp. En el marco de la causa se habló de una fiesta electrónica signada por el hacinamiento, la falta de bebidas, las estampidas, el maltrato policial y los dealers vendiendo drogas por todo el lugar”.

Mientras la investigación sigue su curso y en las últimas horas fueron ordenados allanamientos a la municipalidad de Arroyo seco, al boliche Punta Stage, donde se hizo la fiesta y a la casa de algunos de sus organizadores, la preocupación de los especialistas en torno a las drogas de diseño no para de crecer.

Es que afirman que el consumo de este tipo de sustancias, aunque sigue siendo sensiblemente inferior al de otras, como la marihuana, el alcohol o la cocaína, no para de aumentar y de extenderse a nuevos ámbitos, eludiendo controles y creando nuevas estrategias.

Al mismo tiempo, crece el número de sustancias que ingresan al mercado de las drogas sintéticas planteando nuevos desafíos a los organismos encargados de su control, y a los médicos que atienden emergencias.

Si bien al principio se asoció este consumo exclusivamente a las fiestas electrónicas y a las grandes ciudades, en los últimos años pasó a verificarse también en eventos de otros géneros. El hecho de que la ultima fiesta trágica haya tenido lugar en Arroyo Seco, una localidad distante a unos 40 kilómetros de Rosario, en la provincia de Santa Fe, habla también de una expansión geográfica, de Buenos Aires al interior y del medio urbano, por lo general más controlado, al rural, donde generalmente los controles son más laxos.

Con todo, sigue siendo un consumo que, por su costo, está por ahora restringido a jóvenes de un sector medio o acomodado.

Lo que más preocupa a los especialistas, es que entre esos jóvenes que consumen este tipo de drogas está muy arraigada la creencia de que se trata de sustancias inocuas, una idea que no se corresponde con la realidad: muy por el contrario, las drogas de diseño como el éxtasis (metilendioximetanfetamina) pueden afectar seriamente a órganos como el corazón y los riñones o provocar un ACV en personas sanas.

Los riesgos se potencian para el caso de las personas que padecen una afección coronaria sin saberlo o para aquellos que mezclan este tipo de sustancias con alcohol o con cocaína, otra tendencia que los especialistas verifican en los últimos tiempos.

Además de estos problemas, las drogas de diseño están planteando otros desafíos a los profesionales. Según destacó recientemente la Sedronar “cada vez es más difícil darse cuenta cuando una persona consume éxtasis, dado que existen drogas con sustancias psicoactivas no fiscalizadas que poseen componentes que se desconocen”.

Esta situación también plantea problemas serios en las guardias de los hospitales, cuando aparecen jóvenes afectados por lo que se presume que es el consumo de drogas de diseño, pero cuya composición puede ser tan amplia que se desconoce cuáles son los componentes que pueden tener.

Los especialistas destacan que si bien las drogas de diseño procedían en un principio de Europa, actualmente en le país se registra una situación delicada, ya que existen tanto los precursores químicos como el conocimiento para que se puedan fabricar localmente.

En este marco y según la advertencia de la Sedronar, “cada vez es más difícil asegurar que cuando una persona está consumiendo una pastilla eso sea éxtasis”.

Todo esto abre las puertas a una situación donde la incertidumbre en torno a la composición de las drogas de diseño que se encuentran en el mercado es creciente.

Según el Informe Mundial sobre las Drogas (2015) de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) hasta 2014 se habian relevado 450 nuevas sustancias psicoactivas.

Eso implica que en la actualidad “las drogas no fiscalizadas superan a las que sí lo están. En otras palabras, se están consumiendo sustancias suyos componentes desconocemos”, destacó la Sedronar en un reciente comunicado.

Para Ana Girardelli, directora del Hospital Reencuentro y titular de la cátedra de Toxicología de la Facultad de Medicina de la UNLP “todas estas sustancias son tóxicas y hasta en los últimos tiempos se han hecho estudios que su uso crónico puede afectar las emociones y la memoria. En este cntexto, lo más preocupante es que todavía entre los jóvenes haya muchos que las sigan creyendo inocuas”.