Se metieron a las patadas en una casa y encañonaron a un jubilado

Un jubilado de 78 años descansaba tranquilo en su casa, cuando un grupo de delincuentes se metió de prepo en el lugar y lo amenazó a punta de pistola. Aunque no le pegaron, sí lo amenazaron de muerte en el breve lapso que duró el asalto, que terminó con los sujetos prófugos.

La secuencia comenzó alrededor de las 2.30 de la madrugada de ayer. Con un par de patadas fuertes y una palanca con la que rompieron la cerradura, voltearon la puerta de esa vivienda, en 58 entre 27 y 28.

Por lo menos tres hombres irrumpieron en el domicilio y fueron hasta uno de los cuartos, donde Pascual seguía durmiendo a pesar de los ruidos.

Al hombre lo despertaron de repente. Sin sus lentes, en la oscuridad y adormecido, apenas si vio la silueta de un desconocido que sostenía un arma.

El jubilado le contó a EL DIA que le empezaron a pedir plata insistentemente. Ese era el principal interés de los intrusos, que casi en simultáneo se pusieron a revisar toda la habitación.

“Movieron muebles, miraron en cajones y tiraron todo”, explicó Pascual acerca de cómo fue la secuencia. El se quedó quieto mientras violentaban su pieza.

A pesar de que miraron por todos lados, a los ladrones se les complicó encontrar dinero. Por eso empezaron a reclamarle cada vez con mayor énfasis.

“portate bien, viejo”

Desorientado por el horario y por la situación, les indicó algunos sitios donde podría haber efectivo guardado, aunque ellos repetían que no había nada, y por eso se empezaron a impacientar.

“Portate bien, viejo, o si no te cagamos de un tiro”, le espetó el delincuente que permaneció junto a él todo el tiempo, el mismo individuo que aparentemente “llevaba la voz de mando”.

La amenaza fue clara y a punta de pistola. Aunque, para Pascual, fue el único achaque violento que le tocó sufrir.

“Me trataron bastante bien dentro de todo. Tengo que estar contento de que no me pegaron ni me hicieron nada”, dijo entre risas el jubilado, a mitad de camino entre la ironía y la sinceridad.

Para él, el robo se extendió unos cinco minutos. Mientras todo eso pasaba, su hija oyó algo del disturbio desde un cuarto contiguo. Ella se asomó a ver lo que pasaba y descubrió a los intrusos, al parecer sin que la vieran.

La policía fue alertada enseguida y “llegó bastante rápido”, por lo que destacaron en la casa.

A pesar de todo, los delincuentes fueron aún más veloces y alcanzaron a escaparse antes. Consigo se llevaron unos cinco mil pesos, parte de la jubilación de Pascual, que había retirado hacía poco.

También le robaron diferentes objetos de valor: un televisor plasma, un celular y documentos. Una antigua cámara súper-8, que se utilizaba para filmar, también formó parte del botín.

Más que su costo de reventa comercial, para el hombre tenía un valor sentimental, recuerdo de su etapa como fotógrafo cuando era joven. Al menos, se salvó de que le quitaran dos cámaras más, que estaban al alcance.

Los delincuentes habrían abordado un auto blanco para emprender la huida. Existe la sospecha de que un cómplice controló la maniobra desde la calle, aunque no habría testigos que lo puedan acreditar.

Aún quedan varios puntos para averiguar en la investigación de este ataque. ¿Los ladrones habían elegido ese lugar previamente o lo decidieron al voleo? Es una de las tantas cuestiones que los detectives del caso procuran aclarar.