Datos alarmantes sobre el gran crecimiento en nuestra región de los robos a mano armada

La constatación estadística de que el robo a mano armada registró en La Plata, como tipo delictivo, un aumento fenomenal -superior en un 80 por ciento- entre 2016 y el año anterior, no hace sino convalidar una realidad que se vive en el Centro y en todos los barrios del distrito, acosados por una ola delictiva que no cesa de crecer y que preocupa hondamente a la población.

A la vez, ese dato surgido del informe presentado días atrás por la Procuración General bonaerense, constituye un nuevo llamado de alerta para que las autoridades combatan con mayor celeridad y eficacia los altos niveles de inseguridad reinantes.

Cabe señalar que los robos a mano armada aumentaron en toda la Provincia en una proporción mucho menor, mientras que las causas por este delito en el departamento judicial platense crecieron un 81,3 por ciento en los dos últimos años computados.

Se informó, asimismo, que también crecieron los hechos englobados en la categoría “otros robos agravados” (66 por ciento) y los delitos contra el orden público, que aumentaron 122 por ciento, al pasar de 27 causas a 60.

En cuanto al delito de robo, correspondería reseñar que han aparecido en los últimos años nuevas modalidades, en cuya comisión no sólo se utilizan armas sino que, cotidianamente, dejan el saldo de víctimas fatales o de heridos. Así, puede hablarse de los patachorros, motochorros y hasta “polichorros”, estos últimos caracterizados por el hecho de que los autores de los asaltos visten como policías y, en general, han venido actuando con mucho “profesionalismo”. Se registran, asimismo, salideras bancarias y secuestros express con el uso de armas.

Sea como sea, está claro que la delincuencia no descansa y resulta extremadamente imaginativa. En los últimos años se han venido sumando numerosas modalidades, antes desconocidas, algunas ya eclipsadas y otras instaladas. Pero, como se ha dicho, no deja de inquietar especialmente la cantidad cada vez mayor de delitos que se perpetran con el uso de armas, muchas veces protagonizados por menores de muy baja edad.

Frente a ello sólo puede actuar con idoneidad una fuerza policial que disponga de plena confianza y respaldo social. Ese sentimiento es el que impera en todas las reuniones vecinales con autoridades policiales, en donde los pobladores insisten en dos aspectos: en que los agentes policiales dispongan de mayor conocimiento y confianza en los vecindarios y, al mismo tiempo, de que se refuerce el patrullaje callejero.

Mientras ello no ocurra, la población acude cada vez más a distintos sistemas de defensa y alerta, aún cuando una mayor presencia policial sigue siendo imprescindible. La cuestión es ver qué mecanismos alternativos tenemos en nuestras manos para sentirnos más seguros frente a esta problemática que golpea cada vez con más fuerte.

No existen -y menos aún para un tema tan complejo como el de la inseguridad- soluciones mágicas ni panaceas. Pero ello no implica tolerar que la delincuencia se enseñoree y que, como dramático agravante, apele cada vez más al uso de armas, quedando la sociedad expuesta a los riesgos y consecuencias de mayor gravedad.