El viaje a Malvinas que le cambió la vida a alumnos de Don Bosco
Edición Impresa | 30 de Octubre de 2017 | 01:46

Un día pudieron decir “fue acá”, sintieron la dificultad de los caminos áridos del monte, el frío y el cansancio de llegar hasta el lugar donde en 1982 hubo una trinchera que aún resulta reconocible para los ex soldados. Eso fue parte de la vivencia que les dejó a diecisiete alumnos del sexto año del Colegio Don Bosco de Ensenada viajar a las Islas Malvinas con tres ex combatientes y la hermana de un soldado fallecido en la guerra.
La concreción del sueño arrancó el 13 de octubre pasado cuando salieron de Aeroparque con destino a las islas, pero el proyecto “Vamos desandando la historia, siendo artesanos de memoria” nació mucho tiempo antes cuando Karina Seibane, profesora de Construcción de Ciudadanía y coordinadora de la Pastoral del colegio, promovió una charla en la que participaron ex combatientes del CEMA (Casa del Ex-Soldado Combatiente de Malvinas) de La Plata.
DRAMATICO RELATO
Escuchar el dramático relato de hombres que podrían ser sus padres, pero que tenían la edad de ellos cuando pusieron su vida en juego por la defensa de aquel lejano territorio los hizo hacer mil preguntas e interesarse cada vez mas por una historia que saltaba del papel con un tono humano, sin odios y sin exacerbar episodios de heroísmo, salvo los que protagonizaron las víctimas de la contienda.
Con los alumnos viajaron la directora del colegio, Ana Yeco; la coordinadora Karina Seibane; los ex soldados Eduardo González, Claudio Guzmán y Antonio Reda con Agustina, su hija. También viajó Alejandra González, hermana de Néstor González, soldado caído en Malvinas.
“No caía que estábamos ahí, llegar al Cementerio de Darwin fue algo muy fuerte y el sentimiento que nos despertó es algo inexplicable”, asegura Franco Vietri, uno de los alumnos de Don Bosco.
Para Brian Merino, otro de los chicos que participó de la experiencia, fue impactante darse cuenta de que los ex soldados que los acompañaron en el viaje tenían la misma edad que ellos en el momento que fueron llevados a la guerra.
“A nosotros nos costó llegar al Monte Longdon pese a que íbamos preparados y sabíamos al lugar al que nos dirigíamos, cosa que en la guerra no les ocurrió a los soldados, todo eso nos hizo revivir desde otro lugar las charlas que nos dieron en el colegio antes de viajar”, afirma Brian.
Los alumnos coincidieron en que ver a Alejandra González correr hacia la tumba en la que simbólicamente atribuye que está su hermano fue lo mas significativo del viaje.
“Para ella llegar con los chicos que tienen la edad de su hermano cuando fue a la guerra fue algo especial y que le sirvió para completar un capítulo, ya no padece la historia aunque el dolor por la pérdida siga”, resume Tony Reda.
Es que junto a los chicos y a los ex soldados Alejandra González conoció el espacio donde Néstor pasó sus últimos meses y hasta tuvo la perspectiva del pueblo que vio su hermano y le había descripto a través de las cartas.
EL OTRO LADO DEL VIAJE
El viaje también tuvo momentos de risas, sabores a comida chatarra y anécdotas como cuando la camioneta que los transportaba hasta una pingüinera se quedó encajada y tuvieron que caminar varios kilómetros o el recuerdo de los isleños con sus rostros sorprendidos al ver un contingente de tantos jóvenes recorrer el poblado.
Los chicos conocieron las posiciones que cada uno ocupó en la guerra, imaginaron “in situ” la sensación de desamparo que experimentaron los soldados, el hambre y el frío. Pero también se vincularon con isleños para tener la otra mirada del conflicto.
Ese espíritu los llevó a rendir homenaje a todos los caídos: a los argentinos en el Cementerio de Darwin y a los ingleses en el Cementerio de San Carlos.
También llevaron al museo de las islas una rosa realizada por el orfebre Pallarols como ofrenda a las tres isleñas civiles muertas en el conflicto, a causa de un bombardeo británico en San Carlos. Se la entregaron a John Fowler, el dueño de la casa donde cayó la bomba.
“Fowler es un periodista de las islas que nos contó su parte de la historia, también se quebró por el recuerdo de esas muertes”, reflexiona Micaela Fallocco, otra de las alumnas que viajó a las islas.
Para los chicos las islas tienen otro color que lo que muestran las fotos, también hay muchas razones para que deseen volver a visitarlas, una de ellas es conocer el aeropuerto viejo o el único colegio secundario de las islas donde tal vez puedan hablar con pares de cómo curar heridas viejas.
“Se pudo pasar de la anécdota a la construcción de la memoria con las historias de personas que encontramos en este tiempo para recrear que fue lo que pasó y para honrar a los caídos; todo fue mucho mas que un viaje a las islas”, sostiene Karina Seibane.
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