“Me la mataron por 900 dólares”, dijo el esposo de la mujer asesinada
Edición Impresa | 31 de Octubre de 2017 | 01:59

Horacio Raciti no se imagina los días sin su mujer, Catalina Meza Ferreyra. “Eramos una familia”, dijo apesadumbrado en el living de su casa de 40 entre 25 y 26. Cada recuerdo de lo que pasó antes del drama está teñido por la melancolía.
Aquella noche de viernes, el hombre salió de trabajar en el lavadero que tiene a 30 metros. Para las 10 de la noche, llevaba 14 horas de trabajo, lo mismo de cada día. Pero él ya pensaba en el sábado. La hija de ellos no estaba de casualidad, porque había salido.
Horacio entró a la casa y cenó fideos con crema y mariscos junto a Catalina. Después salió a caminar por el parque Alberti, una rutina que le gusta mantener. Cuando volvió, la cuadra estaba llena de policías.
“Se ve que esperaron a que saliera y pensaron que no se iban a encontrar a nadie. Alguien me vendió, estoy seguro”, repitió él.
Primero no creyó que todo el operativo tuviera que ver con su familia. Luego comprobó que sí, aunque la noticia del asesinato no se la dio nadie: él mismo subió a la habitación y se encontró con el cuerpo sin vida de Catalina.
“La masacraron a golpes, casi le rompen el tabique. La tajearon en un brazo, la ataron muy fuerte de las manos y la amordazaron, no podía ni respirar”, describió Horacio con la precisión de un perito.
En la reconstrucción posterior se pudo hilvanar que una vecina había escuchado cómo Catalina gritaba, que uno de los ladrones esperó afuera en un Renault Clio y que antes de irse tocó tres bocinazos.
La policía capturó en el momento a un hombre de 35 años, luego a su hijo de 17 y por último a su acompañante de 56.
¿Estudiaron todo el golpe antes de darlo? Horacio no tiene dudas: “Habrán visto que yo vengo del lavadero para acá todos los días, y creyeron que traigo plata. Pero acá nunca tengo nada”, afirmó, y además destacó su manera modesta de andar por la vida: “Si vas al taller y me ves, ni parezco el dueño. Nunca demuestro nada”, dijo.
Para él, “la pregunta del millón es quién me vendió. Tengo una angustia porque no sé quién pudo ser”, señaló.
“Me la mataron por 900 dólares”, se lamentó el viudo. Era la plata que Catalina estaba ahorrando para viajar con su hermana a fin de año a Paraguay: “Iba a ir a visitar a la madre, que es muy anciana, y mi mujer no sabía si el año que viene la iba a tener”, destacó Horacio, mientras que la describió como una “excelente mujer y madre”.
El hombre espera que la ley castigue a los tres presos con severidad: “No quiero que los maten ni que se ahorquen. Que vivan adentro de la cárcel 35 años o todo el tiempo que les toque”, cerró.
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