Prueba y error

Edición Impresa

Un cono plástico de color rojo, con una hoja de papel fotocopiado indicando un carril exclusivo para los vehículos particulares y otro para el transporte público, no parece ser un método científico para ordenar el caótico tránsito de la Ciudad.

Se asemeja, más bien, a la aplicación de un sistema de prueba y error para avanzar en el ordenamiento urbano.

La forma, tal vez, se pegue de bruces con los lineamientos del urbanismo moderno, pero en el caso de La Plata, al menos, representa un paso adelante.

Seguramente, la aplicación de un modelo matemático resolvería muchas de las cuestiones relacionadas con el tránsito, pero para aplicarlo, en primer lugar, se necesitaría información de la que el Gobierno municipal carece y no por la exclusiva responsabilidad de la actual gestión.

Difícilmente en esta Ciudad alguien sepa cuántos micros pasan por diagonal 80 en hora pico, con que frecuencia lo hacen; dónde paran; cuánto tiempo en promedio demoran para permitir el ascenso y descenso de pasajeros, o cómo afectan los semáforos el flujo vehicular. Tampoco debe un número certero sobre los autos particulares que transitan por la misma vía en los mismos horarios y cuántos de esos autos se estacionan en doble fila (sin castigo) y por cuánto tiempo.

La información, se dice, es poder. Y tal aseveración se aplica también a la organización del tránsito de una gran ciudad.

Obtener resultados positivos sin contar con datos fiables obliga, entonces, a experimentar tal como se ha decidido aquí, hasta tanto las bases informáticas permitan trabajar de manera más eficiente.

Un cono con una hoja impresa, se insiste, no es el mejor ejemplo. Es apenas una buena intención, o el reconocimiento de un problema que se debe solucionar. Apenas eso.

 

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