Ignorancia y retroceso

Algunos podrían llamarlo lesbofobia. Otros, simple y llana ignorancia. Lleve el nombre que lleve, el arresto violento que sufrieron Mariana Solange Gómez y su esposa Rocío Girat por el simple hecho de darse un beso en público es un acto que atrasa varios años y que, a todos como colectivo social, como seres que habitamos bajo el mismo cielo, nos ubica en una suerte del túnel del tiempo que, lejos de sintonizar con el presente y viajar hacia el futuro, lo único que hace es retroceder y marchar en dirección al pasado.

Cuando los nuevos tiempos nos traen historias que vienen a reconfigurar el género y darle acaso un nuevo sentido a la identidad de las personas y un aire así de libertad para todos -libertad para decidir quién quiere ser uno, ni más ni menos, estos gestos parecen no sólo contradecir los nuevos aires de época sino chocar contra el límite del sentido común y el respeto al prójimo.

Si bien son golpes algo solitarios y hasta ridículos en medio de una realidad que se empeña en negarles todo tipo de razón, no son los únicos. No hace mucho, a fines del año pasado, el emblemático bar La Biela fue escenario de un “besazo” masivo contra la discriminación. Allí, en pleno barrio de Recoleta, decenas de personas y activistas del colectivo LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y trans) repudiaron la expulsión de una pareja de lesbianas por el mero gesto de acariciarse en público.

Ayer, mientras muchos recordaban esa situación en el tradicional bar capitalino, Gómez y su pareja eran trasladadas a la comisaría acusadas de “resistencia a la autoridad y desacato”. ¿Qué acusación cabría, entonces, para la figura de la discriminación y la más cruel, burda e insólita de las ignorancias? ¿Qué castigo, al fin, para quienes se empeñan en hacernos retroceder todo el tiempo?