Una modalidad que desafía estadísticas
Edición Impresa | 25 de Noviembre de 2017 | 03:41
Portones levadizos, cámaras de seguridad, alarmas vecinales y hasta concienzudos protocolos de seguridad, son apenas algunas de las herramientas a las que apelan los platenses para intentar ganarle al miedo en algo tan rutinario como riesgoso: entrar en la propia casa.
Hasta hace relativamente poco las estadísticas podían delimitar los barrios y horarios más peligrosos para las entraderas, una modalidad que hace una década se ganó el nombre haciendo pie en otra que parecía irrefrenable por entonces: la de las salideras.
Estas se redujeron notablemente después del trágico ataque a Carolina Píparo (que derivó en la muerte de su bebé), con el simple recurso de colocar mamparas en los bancos, pero las entraderas se volvieron imparables, a punto tal que ya no se las puede limitar a un horario, ni una zona.
Ocurren en el Centro y en la periferia, tanto al regreso como a la salida de los moradores, en fincas imponentes y en otras donde es difícil encontrar algo más valioso que un televisor viejo.
El miedo es siempre el mismo. Y la violencia también.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE