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Espectáculos |FESTIVAL DE CINE de MAR DEL PLATA | “120 battements par minute”

Nahuel Pérez Biscayart: poner el cuerpo

En un trabajo consagratorio y muy demandante, el actor argentino protagoniza el filme que Francia eligió para buscar el Oscar extranjero, un relato sobre activistas contra el HIV en los ‘90 que atraviesa la experiencia intelectual y se vuelve física

Nahuel Pérez Biscayart: poner el cuerpo

nahuel pérez biscayart, protagonista de “120 battements par minute” / MDPIFF

26 de Noviembre de 2017 | 04:57
Edición impresa

Nahuel Pérez Biscayart dejó Argentina hace unos ocho años en busca de experiencia en Europa. No sabía francés, pero consiguió hace casi ocho años rodar su primera película en el país galo, “Au fond des bois”, iniciando una carrera entre el cine internacional de autor y el cine nacional que lo llevó a protagonizar “120 battements par minute” (“120 latidos por minuto”), cinta de Robin Campillo que ganó el premio del Gran Jurado en el Festival de Cannes y que se estrenó en Argentina en el Festival de Cine de Mar del Plata, que llega a su término hoy.

El actor argentino, aplaudido por su trabajo en “El aura”, ganador del Cóndor de Plata por su labor en “Tatuado” y nominado este año para el mismo premio por “Lulú”, de Luis Ortega, protagonizó también desde aquel desembarco varios filmes, y el acento argentino que mostrara en sus primeros proyectos en francés se borra por completo en “120 battements”. “Circula una versión que es que me pusieron un chip de francés en el cerebro, y quiero que se siga propagando”, dice risueño Biscayart sobre su capacidad para hablar la lengua gala, contando además que tuvo solo tres meses de estudios formales, tras el rodaje de su primera película. “Después viajé, volví a Argentina, fueron apareciendo rodajes francófonos... aprendí haciendo”, afirma el intérprete, nominado por su trabajo en la cinta de Campillo a los César franceses y a los European Academy Awards. La película, además, fue seleccionada por Francia para competir por el Oscar extranjero, y las quinielas señalan como una posibilidad mayúscula que quede en el grupo de las cinco nominadas finales.

“120 battements par minute” cuenta los dificultosos primeros años de lucha contra el sida: rodada de una manera vibrante y energética, como si la cámara estuviera en medio del campo de batalla, el centro del film es la actividad de la organización ACT UP, un grupo de 50 personas que decide actuar de manera directa y brutal para llamar la atención sobre el HIV, mientras los laboratorios demoran sus nuevas medicaciones y el gobierno no hace campañas para concientizar.

La urgencia inicial va dando paso a una segunda parte más grave, en la que algunos activistas empiezan a sufrir los efectos de la enfermedad: y es allí cuando cobra gran protagonismo Sean Dalmazo (Nahuel Pérez Biscayart), uno de los miembros más combativos.

Dirigida por el cineasta de “Les Revenants” Robin Campillo, y con el estilo de cine directo que ya mostrara en sus guiones de “El empleo del tiempo” y “Entre los muros”, la película retrata vivencias que el director, activista de Act Up en aquellos primeros años de epidemia, vivió en carne propia.

“Todos los personajes de la película están basados en personas reales, pero sin la necesidad de reproducir la realidad, de hacer una biopic”, explica Biscayart, cuyo personaje está basado en un miembro fundador en tensión con otro de los líderes de la agrupación, más pragmático y “con ideas más ligadas al show” porque “tiene su cuerpo menos implicado”.

CON EL CUERPO

Es que Sean, el personaje efervescente de Nahuel, atraviesa durante la segunda parte del filme sus momentos finales, una situación a la que el actor argentino tuvo que ponerle el cuerpo. “Es una peli difícil de actuar sin el cuerpo: hablamos de enfermedad, de juventud, de baile, de sexo... los cuerpos estaban muy presentes”, analiza, y cuenta que “perdí 7 kilos en 15 días durante una parte del rodaje: ahora lo cuento divirtiéndome, pero fue duro porque seguía rodando mientras perdía peso, y había días que me despertaba con una hipoglicemia que me arrastraba de la cama...”

La dieta y el malhumor de Biscayart terminaron aislándolo del equipo, lo cual facilitó lo que ocurre en la pantalla, cuando Sean, en sus días finales, se vuelve hosco y resentido hacia el resto del grupo: “La realidad y la ficción comenzaron a espejarse”, cuenta de esos días el intérprete, y agrega que para lograr ese efecto fue clave “rodar cronológicamente” la película, con una primera parte “muy colectiva, festiva, excitada y política” y una segunda parte donde la cámara se concentra en el sufrimiento y el aislamiento de Sean, y no hace falta más que “sentir la ausencia de eso perdido” para interpretar el contraste.

La película es, en este sentido, una experiencia sumamente física, carnal. “Robin estaba obsesionado por recrear algo de esa electricidad que vivió”, revela el actor, por lo cual el proceso de casting y ensayos fue particularmente arduo, una larga búsqueda de una química inasible. A Biscayart lo convocaron los directores de casting, que tenían presente todavía aquel primer trabajo que protagonizó en Francia, y le enviaron el guión: el actor lo leyó y “me pasaron cosas, lloré, me reía... fue muy raro”, cuenta, pero tras leer el libro “me encontré con Robin y charlamos durante media hora de otro proyecto que tenía”.

“Y yo no entendía mucho porque había leído el guión de esta película... Finalmente nos pusimos a hablar de la peli, y ahí me di cuenta de que era una película que le daba bastante cagazo hacer”, agrega.

Tras aquella primera reunión, el director buscó a los otros personajes y, como “había que probar si yo funcionaba en ese contexto”, “nos probó en grupos”: un proceso de nueve meses donde Campillo cruzó a Biscayart con otros actores y actrices buscando recrear lo que él, su guionista Philippe Mangeot y su productor Hugues Charbonneau habían vivido en aquellos años de militancia. Con el equipo completo, sin embargo, fue evidente que el trabajo había dado sus frutos, cuenta Biscayart: “En los primeros ensayos fue muy fuerte lo que pasó. Me pasó algo muy loco, algo que ocurre cuando uno es chico y va al teatro y se olvida que es ficción. Me la creí: los actores en general trabajás con ficción y estás acostumbrado a que tenés que esforzarte para creerte las cosas”.

 

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