Micro-poesía: vida de un poeta de a pie
Edición Impresa | 6 de Noviembre de 2017 | 04:36

“Si nunca hubiese hecho antes una película, me llamase Buddy Wolinsky y hubiese ido a Amazon con el guión de Paterson, me habrían sacado de la habitación a carcajadas, diciendo: ‘¿Cómo? ¿Una película sobre un conductor de micros en Nueva Jersey?’”, ironiza Jim Jarmsuch, cineasta estadounidense sin ser Hollywood y una voz esencial del cine independiente y autoral que reconoce haber utilizado la influencia de su currículum para lograr financiar su pequeña “Paterson”, uno de los puntos altos de su particular filmografía que llega a los cines argentinos el jueves.
“Paterson” es el nombre del conductor de micros interpretado por Adam Driver, en las antípodas de su Kylo Ren de “Star Wars”, un amable hombre sin más pretensiones que conducir, escuchar y escribir poesía en su pueblo natal, Paterson, cuna de uno de sus héroes, William Carlos Williams, pionero del modernismo en su país que escribió su obra cumbre, titulada “Paterson”.
Jarmusch construye en su “Paterson” una de sus habituales filmes atmosféricos, calmos, melancólicos y minimalistas, filmados con una cámara casi documental, diseñados para asemejar universos habitados, usados, donde sus personajes sostienen diálogos que asoman sugerentes detrás de lo que parecen palabras vacías, rutinarias.
Pero si el cineasta suele construir su cine a partir de la banda sonora, esta vez el punto de partida es otro: la poesía construye la película como un poema visual de rimas internas, pareados visuales que cuentan la constante aparición de mellizos, pero sobre todo la rutinaria semana de Paterson, que despierta junto a su mujer, maneja su micro, escribe su poesía, pasea a un perro que lo odia y empina una cerveza con sus amigos día tras día.
EL GIRO JARMUSCHIANO
“Paterson” es una de las películas más cálidas de Jarmusch, sumamente humana, y Paterson es uno de los héroes jarmuschianos más optimistas. Escribe sin ánimos de publicar versos sobre la belleza de lo cotidiano, aunque su pareja insista con la belleza de sus versos: si la estructura del filme refleja la estructura libre de la poesía de Paterson, el personaje Paterson pareciera espejar quien es, o quien quiere ser, Jarmusch: un poeta libre sin ánimos de institucionalizarse.
“Paterson” es en ese sentido un manifiesto artístico para el cineasta, que en la presentación del filme en Cannes 2016 afirmó que “voy a contramano de ese cine que lo explica todo, es el público el que debe descubrir las cosas”; a la vez, es un giro respecto a su último trabajo, que se había tornado apocalíptico respecto a las posibilidades del arte: “Paterson” sigue a “Solo los amantes sobreviven”, último trabajo del director que puede verse en Netflix y donde el director de “Ghost Dog. El camino del samurái” construía una pareja de amantes vampiros que se aislaban en su romanticismo de un mundo real estéticamente perdido.
Paterson, el conductor, en cambio, abraza los paisajes urbanos más chatos de Nueva Jersey como espacios donde puede surgir, siempre, la chispa de la poesía cotidiana: el “cool” de su película de vampiros queda apartado al menos momentáneamente en una obra que vive y respira en su conductor sin pretensiones y la comunidad que lo rodea.
Este giro, afirma el propio director, tuvo que ver con una realización personal: “No podemos hacer nada sobre el tiempo. Solo tenemos el presente, y toda mi vida es tratar de aprender a vivir en él. Hay que cambiar solo lo que puedas cambiar, y lo que no, hay que dejarlo ir, por simplista que suene. El secreto del universo es ir con la corriente”, afirmó el cineasta, influido profundamente por la filosofía oriental.
LA POESIA
La estructura libre del filme, y esa poesía arraigada en la observación del mundo, desprovista de conceptos abstractos, recuerda de hecho al haiku (e impone la musicalidad de una película de Jarmusch sin música, y modifica la respiración, como en una meditación, del espectador), aunque los versos originales del filme fueron compuestos por un poeta norteamericano: “Cuando eres chico / aprendes / que hay tres dimensiones: / altura, ancho y profundidad. / Como en una caja de zapatos. / Luego escuchas / que hay una cuarta dimensión: / tiempo. / Hmm”, escribe Paterson, el micrero, pero quien escribe es Ron Padgett, uno de los representantes de la llamada Escuela de Nueva York, de la que Jarmusch se ha declarado fan desde los años setenta. “Para mí Padgett es toda una estrella del rock”, confiesa el director.
Padgett, dueño de un estilo cotidiano y minimalista que se alinea perfectamente con buena parte de la filmografía de Jarmusch, afirmó que los jóvenes a menudo tienen una visión muy acotada o solemne de lo que puede ser la poesía, que puede emerger de lo familiar, de lo cotidiano.
Cierra Jarmusch: “La belleza se encuentra en las pequeñas cosas, no todo en la vida es dramático, es celebrar los detalles. Me gustan las grandes pelis de acción, pero también esas en las que no pasa nada, como la tristeza de unos padres porque su hija se ha ido de casa”. Para el que así percibe el mundo, como el conductor de Driver, la poesía es un pathos, un impulso, una tarea que no es realizada por fama, gloria o algún tipo de trascendencia.
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