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Séptimo Día |Un viaje al lejano oriente

La Plata y Sapporo, hermanas pero distintas

Las generaron la misma epoca e intención. En aquella habitan casi dos millones de personas. El respeto, bien supremo

La Plata y Sapporo, hermanas pero distintas

héctor hortel, autor de la nota, durante su visita a sapporo

10 de Diciembre de 2017 | 10:01
Edición impresa

Por HÉCTOR HORTEL
hectorhortel@gmail.com

El nombre Sapporo es el de una ciudad japonesa contemporánea a nuestra ciudad de La Plata. Ambas recibieron influencia de los Higienistas europeos, sus calles respetan el plano de un damero y la numeración suplanta a los nombres. Carece de Diagonales y de plazas cada seis cuadras pero sus parques abundan en todas partes, hasta el contorno urbano donde se elevan las montañas bajas emergiendo de densas arboledas que con los primeros fríos nos enamoran con su follaje multicolor.

Atendiendo la necesidad de su fundación de crear ciudades nuevas, Sapporo se creo de cero en el 1871 para ser la capital del estado de Hokkaido, la isla más grande y más al norte que tiene Japón, territorio que mira a la costa de Rusia.

Desde su creación atesoró sus logros como una historia lograda con el esfuerzo de todos y que se refleja en sus hermosos edificios fundacionales celosamente conservados como museos muy visitados por los lugareños. Enriquecidos por cuidados y amplios parques que los rodean, no dejaron que el crecimiento inmobiliario privado les quiten importancia y belleza.

También sorprenden sus logros de convivencia por la voluntad espontánea de quienes transitan por sus calles ya sean peatones, ciclistas o pasajeros en trenes de subterráneos, tranvías, ómnibus o automóviles. En toda la ciudad, donde habitan 1.900.000 personas, no he visto un congestionamiento, un automóvil estacionado en la calle, un papel arrojado al suelo. No quiero compararlo con el “ama al prójimo como a ti mismo” pero estos habitantes respetan al prójimo como a si mismo.

No es fruto de la riqueza sino de que parecen muy consientes de que la calidad de vida la defienden entre todos, de cada uno y de los poderes públicos que cumplen con lo suyo.

Llegue en avión al Aeropuerto de Haneda, el mas próximo a la ciudad, con ansias de besar la familia y con parte del equipaje con obsequios para sus instituciones, que expresaran el afecto y respeto de la ciudad de La Plata por su identidad similar de nacimiento y por las meritorias familias niponas que enriquecieron nuestra vida cotidiana.

DOSANKO

Se llama “dosanko” a todos aquellos que nacieron, criaron y tienen relación con Hokkaido. Coincidentemente, días antes, los floristas de su colectividad, habían festejado el centenario del arribo a Argentina del dosanko, ingeniero y floricultor Kiuhei GASHU , en 1919, quien impulso la floricultura de sus condicionales, siendo el primero en comprar un predio para ello.

Además de amplia cultura, escribió la Historia General de la Inmigración japonesa mas de medio siglo anterior. Dicho festejo fue organizado por la agrupación de Hokkaidojin a 50 años de creación y vigencia, dicha celebración se engalano con la representación de la Dirección de Relaciones Internacionales del gobierno de Hokkaido. No se me ocurre gesto similar del gobierno argentino o bonaerense con argentinos en el exterior. Al menos, lo creo poco común.

LADRILLOS ROJOS

Respecto al atesoramiento de la memoria de su pasado como logro de todos, respetando y engalanando sus edificios fundacionales, se destaca el edificio “de ladrillos rojos” que fue ra la primer casa de gobierno provincial o de la Prefectura. Rodeado de un gran parque inolvidable con una reja y portón artístico, a partir del cual se inicia el Parque Odori, algo mas ancho que nuestra Avda. 9 de Julio y de 14 cuadras de largo hasta el centro geográfico de la ciudad donde se levanta la “Torre de TV” con un amplio piso de altura desde donde se avistan los cuatro puntos cardinales limitados por las montañas. A dos cuadras de esta torre llama la atención un amplio y antiguo edificio de madera, de dos pisos, con una torre con un gran reloj que se construyo dos años antes que la ciudad, en 1869, como edificio de la Universidad de Sapporo, Facultad de Agricultura” que los campesinos avistaban en un gran descampado y bautizaron, conservando su nombre, “La Torre del Reloj” y que también oficia de museo muy ilustrativo y también muy concurrido por los lugareños. En su subsuelo conservaba la carrocería de un tranvía de tracción equina por los que lleve un ejemplar del libro de Jorge Girval “Los Tranvías que Yo he Visto” que done personalmente en manos de su simpático director quedando exhibido en su entrada junto al libro del museo que habla de sus tranvías desde la fundación, con la ventaja que conservan con su transporte habitual hermosos tranvías tradicionales y otro, de diferente trayecto, de diseño ultramoderno, con paredes transparentes hasta el suelo, que permiten ver el paisaje.

CIUDAD MILAGRO

Pero la visita que considere mas importante era la que debía realizar a las autoridades de la ciudad para entregar, como gesto de dos ciudades contemporáneas de antecedentes comunes, el libro del Centenario de nuestra ciudad “La Plata Ciudad Milagro” editado por la Sociedad de Escritores de la Provincia (SEP), para el que escribimos 95 autores, muchos, a mas de la calidad de sus trabajos, eran seres ya parte de la historia.

El ejemplar entregado no era, para mi, cualquiera sino el que me había sido entregado por mi contribución con un artículo y que entregue con una funda de pana negra en que lucían los colores de una pequeña escarapela argentina. Mi hijo solicito la entrevista considerando las muchas ocupaciones de las autoridades máxime en plena actividad electoral donde junto a recambios legislativos se definían los preocupantes temas de la amenaza nuclear de otro país asiático , que el periodismo informaba en forma amplia. Yo pensaba permanecer cuatro semanas por lo que esperaba paciente la comunicación. Extraño no obstante que, sin que nosotros insistiéramos, se comunicaron en dos oportunidades tentando el esfuerzo de que el alcalde pudiera agendar la audiencia .

Finalmente dispuso que fuéramos recibidos por las autoridades de la Dirección de Relaciones Internacionales en la persona de su Director Hidenori Tomita y sus colaboradores Yasuaki Hiratsuka y el Manager Akihiko Iwatate en un ameno encuentro luciendo en la oficina las banderas Nipona y Argentina y en que entregue también el libro “Los tranvías que yo he visto” de Jorge Girbal.

Soy consiente de la curiosidad del lector por conocer alguna anécdota que a veces nos revela rasgos de una cultura.

Para ambular solitario, encargaba a mi hijo y a mi nuera la elaboración de cartoncitos en japonés que me servían para preguntar sobre lugares y diversas circunstancias. Igual, no me separaba del Celular para preguntarles a ellos en todo momento y a ultima instancia pedirles que me pasaran a buscar, lo que nunca fue necesario aunque les inquietaban mis ausencias.

“NIJON GO NO WAKARIMASEN”

Ante alguna duda me presentaba a algún transeúnte pidiéndole disculpas “Sumimasen”, agregando “nijon go no wakarimasen” no entiendo japonés, que era seguido de un ¡¡Ohh! Y luego una sonrisa para tranquilizarme. Algunos intentaban hablarme en ingles a lo que respondía “I don not english” ante lo que volvían a sonreír iniciando una difícil comunicación.

Si se trataba de una distancia trataba de tranquilizarnos mostrándole que conocía las cantidades contándoles los dedos de mi mano “ichi, ni, san , shi, go, roku…”, Así fue que pregunte a un chofer de un micro. Ellos, al llegar a la parada giran su asiento para saludar de frente a los que bajan, siempre por la puerta delantera :”konnichiwa, konnichiwa”, buenas tardes, buenas tardes. Ultimo en la fila le pregunte una distancia y orientación pero ya bajando repetí con el índice el lugar equivocándome, entonces el chofer bajo del ómnibus para señalarme, al lado mío, hacia donde debía caminar las dos cuadras.

Los días de semana no se ve gente joven pues todos se encuentran estudiando. Viajando en subte me desoriente sobre el piso en que debía tomar el recorrido que me conduciría y al ver a un muchacho esperando su la llegada de su coche me anime a preguntarle. Me señalo que debía bajar un piso mas y el lado del anden en que debía tomarlo. Agradecí con una inclinación y el consabido “arigato, arigato” gracias. Gracias marchando a donde había entendido, pero caminando descubrí entre la gente, que el joven me seguía con disimulo. Cuando llegue me pare en una fila a esperar pero sentí que alguien me tocaba en forma suave el brazo. Era el mismo para señalarme que debía hacerlo del otro lado, donde pasaban en dirección opuesta. Nuevamente “Arigato, arigato” al tiempo en que corregía mi ubicación, pero el se quedo a mi lado. Volví a repetir “arigato, arigato” al tiempo que suavemente le indicaba con la mano que continuara su camino pero negándose, como si quisiera convencerme de que se portaba bien, alcanzo a decirme ¡Noo, importante” tras lo cual quedamos callados una par de minutos hasta que subí el vagón adecuado. A través del vidrio alcance a ver de soslayo como llenaba sus pulmones de satisfacción y en sus ojos retozaba la alegría.

Finalmente llego el día de mi partida a la que mis queridos nietos abonaron con un “hasta pronto” aunque mi edad me sugería lo contrario. Hubiera querido también conocer a la Gobernadora de Hokkaido y también visitar el lugar en que viviera cuando joven el maestro “mártir” Makiguchi, fundador de la Asociación de maestros que apoyaban su “Pedagogía de los Valores” y que se arriesgaron en épocas difíciles con el.

Con el avión deje, ya con nostalgia, a un pueblo que avanza tras una imagen idealizada de la Paz, volcada hacia adelante.

Adiós…. ¡Hermoso País! ,… ¡¡ Saionara !!

 

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