La estructura vial de La Plata, cercana a un verdadero colapso

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No es un secreto que la estructura vial de La Plata se encuentra en crisis, cercana a un verdadero colapso, en una situación que se advierte tanto en las principales vías de acceso como en muchas de las que corren en el casco urbano y en localidades de la periferia. El desinterés puesto de manifiesto por sucesivas administraciones no hizo sino agravar las deficiencias y volver más costosas las reparaciones que hacen falta.

Ese panorama ciertamente deficitario deriva tanto de la falta de nuevos planes de pavimentación como de las permanentes falencias en materia de reparación y aún de mantenimiento, de modo que a los antiguos baches se vienen sumando otros nuevos.

Un informe recientemente publicado en este diario, justamente, puso de relieve el pronunciado deterioro que padecen las carpetas asfálticas de nuestra zona, castigadas, asimismo, por el permanente paso de vehículos de pesado porte –camiones, micros- que tardan poco en dejar tras ellos una estela de baches. A su vez, tal como se señaló, sorprendidos por la aparente fragilidad que parecen mostrar algunos de los arreglos encarados por la Comuna para paliar el desgaste de los pavimentos, vecinos y automovilistas comenzaron a elevar sus voces de alerta.

Los pavimentos, se sabe, sufren por la incidencia de diversos factores: los achaques de la edad, los embates del clima, la falta de mantenimiento regular y un tránsito cada vez más exigente. Extensa lista a la cual habría que sumar la mala praxis de algunas contratistas, por lo cual en el Municipio, según se aseguró, pondrán ahora la lupa en esos trabajos.

Funcionarios comunales afirmaron que tanto los técnicos propios como profesionales de la facultad de Ingeniería de la UNLP están acudiendo a distintos puntos para evaluar cada situación en particular. Se controla tanto la calidad de los materiales como la ejecución de las tareas de todas las obras y, añadieron, de verificarse la presencia de fallas, se intimará a las empresas a volver a realizar los trabajos de manera correcta y sin costos añadidos para el erario.

Resulta inocultable que, en no pocas oportunidades y a lo largo de muchas décadas, imperaron criterios poco ortodoxos en esta materia. Existía, por ejemplo, una suerte de latiguillo para definir los trabajos que se realizaban a partir de la inminencia de procesos electorales: “Vamos a salir a pintar calles…”, decían. Esto significaba que se apuraba la construcción superficial de vías camineras, carentes de contrasuelos firmes, de cordones y otras mejoras . El resultado quedaba a la vista dos o tres meses después de inaugurada la “pavimentación” de esa arteria, con la aparición de grietas, baches y otras deficiencias.

Se permite en forma desaprensiva el paso de micros o camiones de reparto, con pesos de hasta más de cuatro toneladas por eje, que en poco tiempo deterioran las capas asfálticas. Tampoco se fiscaliza debidamente la prologada presencia de pérdidas de las redes de agua, que debilitan el asfalto. Se advierten aquí y allá hundimientos causados por filtraciones subterráneas, cubriéndose los pozos con placas metálicas que se eternizan sobre las calzadas.

Como se dijo, dista de ser éste un problema de los últimos tiempos. Pero no debiera aguardarse más para iniciar todos aquellos planes que apunten a rescatar para los habitantes la existencia de diagramas camineros confiables. Sea por el lado del mero mantenimiento, de las reparaciones o de programa viales de mayor magnitud, las soluciones no pueden demorarse más.

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