Otro fin de año en la cornisa del caos urbano

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Rostros desencajados, vértigo, ansiedad, reclamos y respuestas fuera de registro, choques, malabares financieros, embotellamientos. Calor, apuro, asuntos pendientes que vuelven para acosar el inconsciente colectivo e individual hasta volverlo (muy) loco. Costumbres argentinas que también son platenses, y que a lo largo de cada diciembre hacen transitar a decenas de miles de vecinos por la cornisa del caos, como ocurrió ayer, como si a la vuelta de la esquina acechara el final de la historia.

Movimientos sociales, una facción de un gremio, manifestantes opositores al gobierno nacional, vendedores ambulantes, confluyeron en pocas cuadras para configurar un escenario tenso que sumó temperatura al ajetreo comercial de tiempos pre-navideños.

Mientras los manteros cortaron el tránsito en 7 y 47, las agrupaciones sociales y políticas “solicitaban” frente a un supermercado la entrega de “canastas” para las Fiestas-provocando la baja de persianas de locales aledaños ante el temor a desbordes; temor que no ayudaban a disipar los rumores de posibles saqueos que se echaron a correr, como lo dicta el manual de la desestabilización y las profecías autocumplidas.

Luego, este grupo derivó hacia el palacio municipal, según informaron fuentes oficiales, “coaccionando” a otros comerciantes. Al mismo tiempo, tratando de encontrar su camino en medio del berenjenal, jubilados y asalariados en general iban de cajero en cajero automático buscando infructuosamente efectivo. Y un grupo de la UOCRA marchaba pidiendo la liberación del “Pata” Medina.

Los psicólogos advierten que a diciembre se llega arrastrando los problemas que se acumularon a lo largo del año. Y con esa mochila a cuestas se vienen encima las Fiestas y sus encuentros -y ausencias- a veces incómodos, las vacaciones, el arreglo del auto para salir a la ruta... La sensación de que el tiempo se acaba, y antes hay que lograr todo lo que aún no se logró -de las cosas más cotidianas hasta las más profundas y complejas- se vuelve omnipresente. El estrés y el calor hacen que los límites de tolerancia bajen como nunca. Se descansa menos. Y esto sube la conflictividad social, cuyas manifestaciones a su vez alteran más a la gente. A cualquiera se le “sale la cadena” en cualquier momento.

En definitiva, al menos ayer, el Apocalipsis no llegó. Hoy será otro día.

 

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