Una serie que merece un final feliz
Edición Impresa | 6 de Diciembre de 2017 | 02:04

Por: Gustavo Papa
gustavopapa@eldia.com
A veces ganan los buenos. ¿Será el turno esta vez que le toque al profesor Ariel Holan en Independiente? Su primer logro fue recuperar un plantel castigado por el fracaso de su antecesor, y referente del club, Gabriel Milito. No sólo lo recuperó, lo potenció a fuerza de inculcar sentimientos de pertenencia, grandes dosis de identidad con la historia del Rey de Copas y alma de ir al frente y salir a ganar en todas partes.
Incorporó métodos modernos por los que fue visto con ojos raros en el amanecer de su aparición en Avellaneda y después esas herramientas se transformaron en elogio. A su vez bebió de la historia: con su experiencia personal como hincha le añadió la mística de los referentes históricos, protagonistas de grandes epopeyas, con Ricardo Bochini a la cabeza.
Holan llegó al club con pocos pergaminos. Pasó por hockey, fue ayudante de Jorge Burruchaga y Matías Almeyda para desembarcar en Defensa y Justicia, donde comenzó a impactar por el rendimiento de su equipo. Aún no ganó un título, pero ya hizo vivir al Rey de Copas noches históricas. Como la de la semifinal ante un duro Libertad y la del triunfo ante Racing, en la casa del vecino, con equipo alternativo, un jugador menos durante gran parte del partido y el arco cuidado por la tercera opción: Damián Albil; como frutilla de esa torta, un golazo a pura corazonada de una de sus apuestas en ataque, Leandro Fernández.
Puso las cosas en su lugar dentro del campo. Buen pie, vocación ofensiva, y garra en la defensa. Y potenció la decisión de que todos -menos el arquero- se desempeñen en diferentes puestos con buenos rendimientos. Como cuestión solidaria, no por desorden táctico.
Le agregó dosis de identidad: retomó el legendario saludo inicial en el mediocampo con los brazos en alto, en algunos capítulos de esta copa Sudamericana pidió el himno de Independiente en cada salida a la cancha en casa propia y a la cinta de capitán le incorporó la foto de uno de los grandes equipos ganadores de batallas internacionales en la década del 60. La copa se disputando a poco de cumplirse los 44 años del primer logro intercontinental ante el poderoso Juventus.
El efecto Holan generó expectativa en la gente, que llena el Libertadores desde temprano. Las camisetas rojas son una marea y si alguno lleva una prenda alternativa siempre hay un escudo en el corazón con el sello del Rey de Copas.
Este equipo que va a jugar una nueva final internacional tras siete años de sangría es mejor que aquel que conducía el turco Mohamed en 2010, que a los pocos años perdió la categoría. Este grupo tiene recambio, tiene fuego, se lleva a los rivales por delante con las mejores armas ofensivas y defiende lo conseguido con el cuchillo entre los dientes.
El propio técnico de la selección, Jorge Sampaoli, destacó a Independiente como el equipo que más le gusta ver en el fútbol argentino.
Fuera de la cancha, el entrenador del Rojo enfrentó a barrabravas. Pablo “Bebote” Alvarez terminó detenido a los pocos días de conocerse un apriete que le hizo en el conurbano al profesor que de a poco propone e impone respeto.
El efecto Holan fue arrasador en menos de un año. Ya por el hecho de invitar a soñar con otra copa, su criatura tiene sobrados méritos para postularse a campeón de la actual edición de la Sudamericana. Coronaría el esfuerzo de un buen DT, que en el momento de mayor emoción se acordó de su padre que lo invitó a vivir el fútbol en la alfombra roja cuando él tenía 4 años y le transfirió ese sentido de pertenencia que ahora contagia al plantel y a los hinchas históricos como a los que fueron sumándose en los últimos tiempos. Su moneda de cambio es el incansable trabajo táctico, técnico y emocional. Es el personaje bueno de una serie que merece tener un final feliz.
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