Lara Ferreyra: ritmos dominicanos se escuchan en La Plata

Se llama Lara Ferreyra y hace casi una década que vive en La Plata. Había llegado al país, por primera vez, en 2001 persiguiendo un sueño, para nosotros incomprensible. “Quería conocer el río marrón”, dijo la joven cantante que nació rodeada de aguas verdes y cristalinas, esas que rodean la República Dominicana en donde se crió al son de merengues y bachatas. Y así llegó a nuestra ciudad, en donde se relacionó más profundamente con la música, al punto de convertirse hoy en la cantante de una banda de siete músicos que fusiona sus sonidos nativos con la cumbia, un proyecto con el que semanas atrás fue parte de los festejos por el aniversario en Plaza Moreno.

Para Lara, lo que pasó el 19 de noviembre marcó un antes y un después en su carrera. Asegura que apenas el 20% del público que bailó y aplaudió con sus temas la conocían, y que por eso esa oportunidad fue única porque 100 mil personas no se convocan todos los días. Como dicen, la suerte es loca y a ella le tocó. Su banda fue sorteada entre más de 800 proyectos. Sólo había lugar para seis. Tras ese show que califica como “inolvidable”, su Facebook está estallado. “Ya no puedo aceptar a más nadie”, cuenta, entusiasmada.

Pero Lara es solidaria y piensa en sus colegas. Dice que en La Plata conoció a los “mejores artistas, capaces de hacer música hasta con un tacho”. Pero se muestra crítica: “Nos cuesta mucho. Yo siento que hay chicos que tienen mucho talento y no pueden avanzar. Ojalá se les de oportunidades. Hay chicos que se derriten por estar ahí arriba, como estuve yo, y que hace años que la luchan. Estaría bueno que no tuviera que depender solamente del azar”.

La relación de Lara con la música tiene que ver con una partida. Aunque para hablar de eso, antes, es necesario contar cómo llegó a nuestra ciudad.

“Vine a conocer el Río de La Plata. Una tía venía para acá. Y me invitó. Yo tenía la oportunidad de ir a conocer Estados Unidos. Pero como cuando estaba en cuarto grado me hablaron del río marrón, el más ancho del mundo, no lo dudé, y me vine. Eso fue puntual a lo que vine”, relata.

-¿Y qué te pareció?

-Cumplió mis expectativas.

Dice que acá no le damos importancia. Pero a ellos, que pueden verse los pies cuando se meten al agua, el color de nuestro río es algo que les intriga. “Yo quería ver el río marrón. Hay mucha gente en Dominicana que quiere conocerlo. Es algo loco, atípico, que nos sorprende, y que genera muchísima curiosidad”, asegura.

Se define como la más “arriesgada” de diez hermanas y de tres hermanos por haberse venido a Argentina cuando todavía no tenía veinte años. 17 para ser más exactos. Era 2001 la primera vez que voló para estos lados, estuvo unos años, y regresó a su país. Pero en 2008 pegó otra vez la vuelta y ya nunca más se fue.

“Yo siempre digo que nací en República Dominicana pero artísticamente nací en La Plata”, sostiene. Y ese nacimiento, vaya paradoja, llegó con una muerte. La de su mamá.

“Empecé con la música por algo trágico. En 2009 falleció mi mamá y no pude ir. Tenía una nena chiquita, no podía pagar los pasajes, y se me hizo imposible. Fue como si una parte mía se hubiera ido con ella”, explica sobre el momento más difícil que le tocó vivir.

Sumida en su duelo, acompañada por su marido y su hija Tiziana, escuchó el consejo de un amigo que la motivó a refugiarse en la música.

“Imaginate que en República Dominicana me levantaba con música, y es algo que allá está incorporado a todas las situaciones de la vida cotidiana. Pero siempre había sido oyente, no cantante. Y le hice caso a mi amigo y empecé a tomar clases”, cuenta.

La música, para ella, fue una terapia que le ayudó a transitar sin olvidar.

Su profesora, con apenas tres clases, la subió a un escenario. Y de a poco empezó a darse cuenta que tenía un talento. Con pistas, empezó a animar eventos chiquitos que, de boca a en boca, la fueron llevando a escenarios mayores. Su propuesta, claro, siempre fue festiva, con un repertorio alegre, que anime al baile, entre lo melódico y lo pop.

“La música me fue llevando, la gente me fue exigiendo de la buena manera y todo de a poco se fue dando, como en una cadena”, confiesa Lara, que este año armó una banda propia integrada por siete músicos con los que consolidó un sonido propio que incluye temas conocidos de diferentes épocas (tiene perlitas como “Bailar pegados” y “Malo”, entre otras) versionados con sonidos merengueros, bachata y cumbia. Aunque para más adelante, revela, la idea es grabar sus propias composiciones.

El último tiempo fue próspero para la dominicana. Hizo varias presentaciones, llevó su música a la tevé -en donde fue contactada por una productora coterránea con la que está trabajando- y hasta representó a su país en un importante festival latinoamericano que se hizo semanas atrás en Buenos Aires. En el medio, claro, la presentación frente a la Catedral. Y de acá en adelante, la agenda viene cargada.

Ella, de todos modos, lo vive con calma. Sus ambiciones, asegura, tienen “buenos sentimientos”.

“Me dediqué muchísimo, y me dedico, pero ya que le hemos puesto tanto empeño, con tanta gente que me apoya, tengo ganas de lograr cosas buenas, y que la gente conozca mi estilo y música que creo que es el mayor sueño de la gente que está en mi lugar. Más adelante Dios dirá. Ante todo, soy una persona agradecida, agradezco a Argentina pero principalmente a La Plata que fue la ciudad que me dio la oportunidad de transitar este camino. Ojalá pueda seguir creciendo”, cierra Lara. Ojalá.

“Soy nacida en República Dominicana pero artísticamente nací en La Plata”