Beyoncé y la grieta racial

Fue una noche de Grammy marcada por los problemas y las polémicas: aunque las críticas a Donald Trump fueron sutiles hasta la llegada al escenario de A Tribe Called West, que llamaron “Agente Naranja” al presidente de EE UU, la discusión del problema racial en el país del norte tomó el escenario principal luego de que los votantes coronaran a Adele como gran ganadora.

Porque el “ninguneo” a Beyoncé y su álbum visual “Lemonade” causó tanto estupor que terminó relegando a otros momentos destacados de la velada. Es que aunque “Hello” era favorita en las apuestas para canción y grabación, su victoria en la categoría álbum indignó a muchos: “25” fue un superéxito de ventas, pero “Lemonade” de Beyonce recibió elogios más fuertes de la crítica como una declaración artística.

Hasta Adele afirmó que el disco de la ex Destiny’s Child debía ganar, cuando recibió el premio, entre lágrimas. Y lo reafirmó detrás del escenario: “Es su momento de ganar. ¿Qué mier... tiene que hacer ella para ganar álbum del año? Siento que en este álbum mostró otro lado que no habíamos visto y me sentí bendecida de ser llevada a esa situación”, afirmó.

Hasta Adele afirmó que el disco de Beyoncé debía ser reconocido: “Es su momento de ganar. ¿Qué mier... tiene que hacer ella para ganar álbum del año?”

Si así se sintió Adele, muchos críticos de los Grammy probablemente metan la cuchara. El artista prominente de rap Frank Ocean no había presentado su trabajo este año a los Grammy y criticó a la Academia de la Grabación por haberle dado el año pasado el premio mayor, el de álbum del año, a Taylor Swift y no a Kendrick Lamar. Y en 2015, la ninguneada fue Beyoncé: Sam Smith ganó por grabación y canción, y Beck por álbum. Ambos, artistas blancos.

Ocean, cuyo boicot fue imitado por Kanye West, otro fuerte crítico de los premios, y ¡Justin Bieber!, vendió millones de discos como artista independiente, algo que se encuentra tan en las antípodas de la corporación musical que forma los Grammy como la distribución a través de Tidal de “Lemonade”, el álbum visual de Beyoncé. Y es en este sentido que Ocean señaló la irrelevancia de los Grammy en determinar la relevancia de los trabajos artísticos (“sólo tienen valor nostálgico”) y, sin pelos en la lengua, afirmó que los premios tienen un fuerte “sesgo cultural”, una carta abierta que para muchos se transformó en una clave de lectura de unos “Grammys tan blancos”.

EL PROBLEMA

El problema, claro, no es Adele, la artista más vendida del planeta, y a quien nadie puede discutirle ‘25’. El problema es que Adele con este premio iguale a Taylor Swift en número de Discos del Año, mientras Beyoncé no tiene ninguno todavía, y mientras los premios principales continúan con la tendencia de excluir todo aquello que se salga de la norma “pop blanco para hit radial”, justamente en una era donde los diversos modos de distribución están ampliando también la oferta musical.

El triunfo de Adele fue, en este sentido, el triunfo de una estética clásica sobre la música que empuja hacia nuevas fronteras: la balada de Adele venció a la originalidad de una artista que lanzó un disco vanguardista a través de una plataforma virtual. Y también dejó en el camino el experimento final de David Bowie, “Blackstar”, el otro máximo ganador de la noche que ni siquiera estuvo nominado en las categorías generales.

Igual, la embarazada Beyoncé, con su interpretación impresionante de “Love Drought” y “Sandcastles”, fue la figura de la noche: la artista celebró su maternidad y femineidad en una actuación muy esperada, la primera desde que anunció su embarazo, ataviada toda de dorado, con una gargantilla, una corona y un velo, a menudo sostuvo su vientre con las manos.