Abrieron las puertas por el calor, entró un ladrón y baleó al dueño

Martes a las nueve de la noche: hacía calor y una familia tenía las puertas abiertas para que se ventilara la casa. Su intento por refrescarse significó dejarle servido el ingreso a un delincuente que pasó por ahí y se metió sin titubear.

El escenario fue la esquina de 503 y 159, una zona límite entre Gorina y Melchor Romero, donde escasea el alumbrado público. Entre las penumbras, el ladrón -joven y fornido- sorteó el cerco perimetral y entró en la vivienda. A pesar de las altas temperaturas, tenía la cara completamente cubierta.

Una mujer fue la primera en ver al intruso y empezó a gritar cuando lo vio sosteniendo un arma. Fue tan intensa su reacción que todavía le dolía la garganta varias horas después. El asaltante pretendió hacerla callar y dio unos pasos más hacia el interior de la casa.

Cuando escuchó a su esposa, Jorge Antonio Barboni (43) salió de su pieza y fue a ver qué pasaba. “Me lo crucé de golpe y no vi que tenía una pistola. Lo manoteé para echarlo, porque pensé que le había hecho algo a mi mujer”, explicó él.

El ladrón respondió con un tiro. Sin decirle nada ni enfrentarse a golpes con él. Solamente tiró del gatillo a una distancia muy corta de la víctima y salió corriendo. “Fueron tres segundos”, recordó Jorge, en diálogo con EL DIA.

Algo llamativo para todos fue que el hombre, al recibir el balazo en la parte derecha de la clavícula, no cayó tumbado al piso.

“Yo estaba aterrado por la chance de que hubieran lastimado a alguno de mis dos hijos”, reconoció la víctima.

El delincuente se escapó sin robar nada. Aparentemente lo hizo corriendo y sin nadie que lo estuviera esperando. Todo apuntaría a que encontró refugio en alguna vivienda cercana.

La demora de una ambulancia que llegara para asistir al herido era previsible. Por eso, uno de los hijos lo llevó rápido en auto al hospital de Gonnet.

Ahí operaron a Jorge, que pasó la noche internado y recibió el alta ayer a la tarde. Los médicos le diagnosticaron una fractura en la clavícula, y no pudieron extirparle todas las esquirlas de plomo.

“Fue un milagro que la bala se haya desviado. Si me pegaba dos centímetros más abajo, me daba en un pulmón. Y más arriba, en el cuello. De cualquiera de esas dos maneras, me hubieran matado”, asumió el hombre.

Este episodio se suma a otro grave ocurrido el viernes de la semana pasada. Fue cuando un agente de la Policía Local recibió un disparo mientras intentaba frustrar un robo dentro del comercio de su familia en 516 entre 159 y 160.

Jhonny Santos Navia (25) fue desde su casa hasta el kiosco que atendía su madre, donde se tiroteó con un ladrón.

Al agente le pegaron dos tiros en el abdomen. Luego fue llevado al hospital de Romero, donde llegó en estado crítico y los médicos debieron estabilizarlo antes de operarlo. Fuentes del caso indicaron que se encuentra aún internado.

En la casa de Jorge ya habían robado otras dos veces: una el año pasado y otra hace una década. En 2016 también le tocó a un vecino que vive enfrente. El reclamo principal de la familia fue por más prevención e iluminación de la calle.

De vuelta en su casa, aún abrumado por un dolor intenso, la víctima dijo cómo logró superar todo: “Dios me salvó”.