Las razones de un batacazo

Una tendencia comienza a asentarse entre los miembros de la Academia: en cuatro de las últimas cinco galas, los votantes se inclinaron por premiar al director más virtuoso, pero luego galardonar como mejor película a la cinta más “urgente”. Y muchos especialistas se rascan la cabeza ante esta división, ya que salvando excepciones, consideran que el premio a dirección debería ser indisoluble de la estatuilla de mejor película.

La “seguidilla” comenzó en 2013, cuando “Argo”, historia real de un rescate realizado en Teherán por parte de la CIA y fingiendo filmar una película, sorprendió como mejor cinta en la gala en la que Ang Lee recibió un nuevo premio como mejor director, por “La vida de Pi”. Al año siguiente, Alfonso Cuarón ganó el premio como mejor director por “Gravedad”, pero ganó el premio mayor “12 años de esclavitud”, la descarnada cinta sobre un hombre negro secuestrado y convertido en esclavo. Iñárritu ganó en 2014 por “Birdman” en ambos rubros, pero al año siguiente sólo se llevó la estatuilla como cineasta: el premio a mejor película fue para “En primera plana”, austera cinta que denunciaba los abusos sistemáticos en la Iglesia Católica de Boston.

Este año fue el turno de “Luz de Luna”, el retrato de un joven negro que crece en los barrios pobres de Miami, rodeado de droga e incapaz de asumir su inclinación sexual, que llegó a la instancia final con dos premios, contra los seis de la favorita “La La Land”, pero que sorprendió (más allá del escándalo) al quedarse con el galardón principal. El premio a dirección fue para Damien Chazelle, por su virtuoso musical que obtuvo 14 nominaciones.

La existencia de este tipo de “tendencias”, desde ya, revela que los Oscar, al igual que otros premios, no son sino reflejo de quienes votan y en qué momento votan: todo premio es, finalmente, caprichoso, ciego de perspectiva histórica y afectado por los tiempos que habita.

Incluso los Premios de la Academia, considerados los grandes galardones de la industria, pero que entregan sus estatuillas sobre un porcentaje pequeño de la producción mundial, que incluye solo las cintas que son distribuidas en Estados Unidos. Los votantes son actores, directores y productores de Hollywood, que aprecian un cine clásico, una cierta forma de narrar, que deja fuera de su radar a cientas de películas. Y, además, son susceptibles, como cualquiera, a su entorno.

Así, tras dos ediciones “tan blancas”, los miembros de la Academia se inclinaron a la hora de las nominaciones y los premios por el talento negro. Olvidaron a los latinos en su cruzada por la diversidad, claro, y empujaron al triunfo de “Luz de luna” sobre “La La Land”: los votantes optaron en la entrega de premios de cada uno de sus sindicatos (los SAG, los Premios de la Crítica, etc.) por el musical, pero a la hora de votar para los Oscar cambiaron de idea.

CAMPAÑA en CONTRA

El contexto afectó las chances de “La La Land”, una pelicula sobre la parte blanca de Los Angeles, donde un níveo galán salva el jazz: la oda al musical clásico llegó a ser mencionada como un “escapismo” frente a otras películas de mayor urgencia (como “Luz de Luna”), a pesar de que debajo de la algo edulcorada superficie del musical se esconde la ambigüedad del éxito, el fracaso del amor y toda la melancolía del mundo.

Y sus 14 nominaciones también irritaron a muchos que no querían verla junto a “Titanic” como una de las cintas más nominadas de la historia: la cantidad tuvo que ver con una película de factura técnica impecable, que recibió su recompensa (6 premios que le otorgan al joven Chazelle un total de 9 para sus proyectos). Pero el premio principal de la noche fue para un trabajo más chico: por segundo año consecutvio, la sencillez urgente se impuso a la opulencia.

“Luz de Luna”, realizada con 1.5 millones de dólares, era la cinta de menor presupuesto de las nueve nominadas, y muchos votantes se inclinaron por esa mística de proyecto independiente, pasional y artesanal (a pesar de que “La La Land” llevó 7 años en realizarse por falta de apoyo financiero): un filme construido a partir de experiencias personales del director y el escritor de la historia original, que además sumó vuelo estético a su propuesta respecto a “En primera plana”, la cinta ganadora en 2016 que fue criticada por su “austeridad” casi televisiva frente a la fastuosa “El Renacido”.

Este sentido poético de las imágenes de Jenkins otorgó a la cinta ganadora un giro respecto a las habituales historias que retratan sexualidad y raza en barrios pobres, alejándose (un poco) del golpe bajo y el realismo sucio en pos de un efecto mucho más sutil y, a la vez, más poderoso: un cóctel que embriagó a los votantes que, en los instantes finales de la carrera hacia el Oscar, decidieron premiar a la película más “importante” temáticamente, por sobre la proeza estética.

Pedro Garay