La Ciudad, con miedo al clima

El miedo acompaña a los platenses desde aquel desolador 2 de abril de 2013. Además de haber arrasado vidas, hogares y comercios, aquella tragedia dejó una mezcla de miedo, angustia y desasosiego que se reaviva en la Ciudad cada vez que se desata una lluvia intensa. Es el miedo a que vuelva a pasar; a que eso nunca habíamos imaginado, se repita con una furia y un devastación similar.

Por supuesto que no puede compararse aquel 2 de abril con este 5 de febrero. Las secuelas, hace casi cuatro años, fueron inmensamente peores. Pero el temporal de viento que ha dejado a la Ciudad en estado de emergencia, intensifica ese temor que ya se ha incorporado a la psicología de los platenses.

En la última década La Plata ha asistido a fenómenos meteorológicos extremos. Algunos fueron pintorescos, como la nevada del 9 de julio de 2007 (la primera en casi noventa años); otros devastadores (como la inundación de 2013) y, en el medio, muchos provocaron graves consecuencias que, a miles de familias, comerciantes y productores, les ha llevado mucho tiempo y mucho esfuerzo superar.

La Plata está enclavada en una zona de la Pampa con parámetros climáticos que, hasta hace algunos años, podían considerarse “normales”. El régimen de lluvias estaba dentro de un rango moderado; lo mismo que los vientos. Se vivían inviernos crudos pero no extremos; veranos húmedos y a veces agobiantes, pero previsibles. Todas esas características parecen quedar en duda.

La Ciudad ha descubierto -a un inmenso costo- que es muy vulnerable frente a un comportamientos climático cada vez más imprevisible y agresivo. Una experta habló ayer de un “ciclón extra tropical” para explicar lo que ocurrió el domingo pasado en La Plata. ¿Quiere decir que la nuestra es ahora una región expuesta a ciclones?

El cambio climático parece explicar estas transformaciones que, sin embargo, nadie sabe hasta dónde pueden llegar.

La Ciudad ha descubierto -a un inmenso costo- que es muy vulnerable frente a un comportamientos climático cada vez más imprevisible y agresivo

El cambio climático podría asimilarse a una de esas raras y complejas enfermedades que empiezan a provocar extrañas consecuencias en las personas que las sufren y que a los propios médicos sorprenden muchas veces por el ritmo y las características de su evolución.

Es inevitable, entonces, que este fenómeno -con múltiples y llamativas manifestaciones- derive en un clima de incertidumbre y de temor que altera, con frecuencia, el ritmo cardíaco de los platenses.

Hay numerosos síntomas de temor colectivo. Hace pocos meses, un WhatsApp que hizo correr una falsa alarma de tormenta provocó en la Ciudad una verdadera psicosis. Los padres corrían a sacar a sus hijos de los colegios; los negocios cerraban; se suspendían clases y actividades deportivas... Se vio hasta qué punto puede tocar una alarma de ese tipo la sensibilidad de una Ciudad que sufrió aquella catástrofe de 2013.

Sin llegar a ese extremo, cada vez que el servicio meteorológico anuncia tormentas fuertes, lluvias intensas y riesgo de granizo, no es difícil percibir en La Plata un clima de intranquilidad casi generalizado. Todo el mundo se apura a llamar a sus familias, a tomar precauciones, a correr los autos y sellar aberturas. Hay que recordar que el granizo también ha provocado desastres en la Región.

Ahora fue el viento. Llovió, pero no mucho. El descalabro se produjo por ráfagas que llegaron a superar los 110 kilómetros por hora y arrasaron con todo.

Todavía hay una enorme porción de la Ciudad que sufre las consecuencias: barrios que llevan tres días sin luz ni agua; viviendas que deben ser reconstruidas; unidades de producción frutihortícola que perdieron casi todo. Otra vez, la Ciudad recurre a sus inmensas reservas de solidaridad y fortaleza para recuperarse de los golpes. Pero se suma un nuevo argumento para consolidar un temor que La Plata -hasta hace unos años- no conocía.

Cada vez que se desata un diluvio; que el viento sopla fuerte o que amenaza el granizo, hay cientos de miles de platenses que reviven alguna pesadilla. Y que no pueden evitar el miedo a que vuelva a pasar.

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