Las muñecas sexuales salen a la cancha
Edición Impresa | 12 de Marzo de 2017 | 05:30

El rubro de las muñecas sexuales crece y se perfecciona. Alguna vez glosamos los alcances y mejoras de una industria que pone sus prototipos a la altura de la muchachada real. Japón y Alemania son líderes en esta materia. Las chicas de siliconas, tan naturales y tan golosas, cuestan cerca de 6 mil euros. Pero es una novia para siempre. Las hay de todo tipo. Desbordantes o recatadas, retorcidas o sumisas. En Japón, donde escasea el terreno, estas compañeras picantes ocupan apenas un rinconcito. El aspecto, dicen los ingenieros, es de un realismo que asusta. Y lo más logrado, por supuesto, son los atributos deseables. Llegan en caja, con el perfume y la temperatura justa, y a los compradores les aseguran sobredosis de pasión y silencio, que no es poco.
Ahora, Barcelona estrenó el primer burdel en el que las prostitutas son muñecas sexuales de apariencia humana. Sin cafiolos a la vista, los vendedores garantizan indudables ventajas: no envejecen nunca, no se quejan, no tiene nada que ver con la trata ni están a tiro de algún fiscal pudoroso. Integran, dicen los empresarios, un elenco sano y rendidor, que no hace paro ni reclama paritarias y que después de la tarea se aquietan y se marchan sin pedir explicaciones, discretas y complacidas.
Es cierto que los japoneses ya tienen muñecas inflables que escuchan y hasta opinan, aunque no conviene ir demasiado lejos en esto de querer parecerse a la doña. Y que también ofrecen muñecos dotados y tiernos, de buen talante, que saben entretener a las dueñas de casa. Porque un once por ciento de los compradores son mujeres. Ayuda, a este auge muñequero, un romanticismo en retirada, con poco diálogo y mucho mensajito. Hoy los varones buscan novedades. Y ellas, a la hora de probar nuevos trucos, prefieren dejar al marido viendo el codificado y llevarse a la cama al muñeco todo terreno que no se cansa de meter goles. Los fabricantes garantizan la predisposición de estos amantes aguerridos y delicados que se lucen por igual en la previa o en plena faena y que tienen todo bien puesto y hasta un gritito final para atención del cliente.
El burdel, que abrió hace dos semanas lleva el nombre de “Lumi Dolls”, y cuenta, de momento, con cuatro muñecas, una de rasgos europeos, una de apariencia africana, otra asiática y una que imita a los personajes de animación japonesa. Según anuncia la web del nuevo establecimiento, que está situado en el centro de Barcelona, el usuario puede escoger qué tipo de ropa quiere que lleve la muñeca y en qué situación encontrarla. Y avisan son “muñecas totalmente realistas, tanto en el movimiento de sus articulaciones como en el tacto” y que cuentan con tres cavidades bien hospitalarias que garantizan, dice el folleto, “una experiencia placentera, excitante y erótica”.
Los precios promocionales de apertura son de 80 euros por una hora, 100 euros por una hora y media, y 120 por dos horas. También se permite pasar la noche con la muñeca e incluso hacer un trío con la pareja. En la página web se garantizan “altos estándares” de higiene, ya que las muñecas “son antes y después de cada servicio, correctamente desinfectadas con jabones especiales antibacterias”.
El hombre siempre vuelve a los juguetes. Fue allí donde empezó a rodar la imaginación y el deseo. Hoy, cuando lo virtual domina la escena, es como un regreso a la infancia esto de convertir al chiche en el amante preferido. De a poco, robots y muñecas van ganando incumbencia y terreno. Habrá que repasar libros para otorgarle un apropiado encuadre a esta nueva generación de querendones que privilegia el artificio. Las muñecas proponen un disfrute irreal en este mundo sin verdades. Y obligarán a los celosos a estrenar nuevas sospechas y culpas. Llegaron para quedarse. Y habrá que estar preparados para darle al deseo el aspecto de una travesura y para reconvertir al cuarto de juegos en busca de otras diversiones. De chiquito aprendimos a llevarnos un chiche a la cama. Y hoy esta nueva generación de muñecos busca aquel niño para proponerle lobos y hadas más activas y confianzudas. Los seres artificiales nacieron para ayudar en el galponcito y en la cocina, pero con mucha autoridad hoy se meten en la cama grande para animar el insomnio y la entrepierna. Y hasta cobran 80 euros por hora por recibir visitas. ¿Qué dirá el feminismo de estas falsas señoritas? ¿Harán una marcha por las muñecas catalanas? En cualquier momento empiezan a liberar siliconas.
Las muñecas sexuales son de un realismo que asusta. Llegan en caja, con el perfume y la temperatura justa y a los compradores les aseguran compañeras con la dosis justa de pasión y silencio, que no es poco.
El hombre siempre vuelve a los juguetes. Fue allí donde empezó a rodar la imaginación y el deseo. Y es como un regreso a la infancia esto de convertir al chiche en el amante preferido
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