Diez minutos de terror por una entradera en una casa de 28 y 63

La historia repetida: alguien que entra a su casa y es sorprendido por varios delincuentes armados, para que empiece una entradera en la que, hasta que todo se diluye, no se sabe cómo va a terminar.

En este caso, los ladrones supieron esconderse bien entre el montón de autos estacionados en 28 entre 63 y 64. El hombre al que abordaron, ya desconfiado, se tomó unos segundos para frenar en la calle y mirar que no hubiera raro.

Recién entonces, cuando eran las 22.45 del miércoles, se decidió a entrar su camioneta Ford EcoSport a la cochera de su casa.

Sin embargo, la prevención no le alcanzó, porque de repente se le aparecieron tres delincuentes jóvenes y encapuchados, cada uno con un arma en la mano.

Presuntamente estaban apoyados por otro hombre, que los habría esperado en el único auto que, según analizaron luego los vecinos, no es de los que habitualmente se ven ahí detenidos.

Miguel (63) quiso que el robo se limitara al patio delantero de su vivienda. Les estiró las llaves de la camioneta y no mostró señales de oponerse.

Pero los delincuentes estaban empecinados con entrar a la casa. Y para intimidarlo, le pegaron un culatazo en la cabeza y luego lo encañonaron en la sien.

Miguel supo entonces que su suerte estaba entregada a lo que los intrusos quisieran. A él lo condujeron hasta su cuarto, donde su mujer estaba acostada. Los obligaron a ambos a tirarse al suelo y, muy cerca de ellos, uno de los ladrones los controlaba.

“Nosotros somos delincuentes, no violines”, lanzó uno cuando interpretó el miedo profundo que toda la situación generó para la pareja.

De todas formas, los “entre 5 y 10 minutos” que duró el robo parecieron interminables. Miguel reconoció, en una entrevista con EL DIA, que perdió la noción del tiempo mientras todo era incierto.

Más aún, cuando no sabían lo que hacían los otros dos intrusos. Ambos se desparramaron por la casa y fueron eligiendo qué robar.

En el recuento que pudieron hacer las víctimas, hubo dos televisores (uno de 40 pulgadas y otro de 55, de pantalla curva), una tablet, una netbook y otros elementos.

En la Ford EcoSport de la pareja -la misma que divisaron un rato antes y que fue para los ladrones la señal para empezar la entradera- cargaron todo el botín y se escaparon, sin que nadie haya visto por qué calles lo hicieron.

Tampoco hubo testigos que lograran identificar cuál era ese auto “atípico” que estaba previamente al inicio del asalto y que salió de ahí cuando la secuencia terminó.

La identificación de los delincuentes, de entre 20 y 25 años, se complicaría aún más si se considera que actuaron a cara tapada, y que Miguel casi ni los pudo mirar.

La salvedad es que la policía Científica, una vez hechas las primeras averiguaciones y operativos, consiguió “levantar” huellas de los intrusos. Sería el primer paso hacia un esclarecimiento del caso que, por ahora, parece lejano.

En los alrededores de Parque Castelli habían ocurrido casos de inseguridad violentos, bajo esta misma modalidad, en el comienzo del año. Cuando parecía que la situación amainaba, esta nueva entradera vuelve a sembrar la preocupación.