Argentina ganó y respira, pero el juego preocupa como antes

Superó a un rival al que tenía atragantado por las finales perdidas. Más allá de los tres puntos, resultó difícil encontrar aspectos positivos

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Por Nicolas Nardini
Comentario

La victoria contra Chile sólo dejó la sumatoria de tres puntos como saldo positivo. Argentina ganó y escaló a la deseada zona de clasificación directa en las Eliminatorias. Pero la alegría por el triunfo no disimuló la preocupación por el desempeño colectivo de un equipo que sigue sin convencer a su gente. La despedida fue con aplausos apenas audibles, nadie se fue conforme del Monumental. Fue un 1 a 0 de discreto para abajo el logrado por el combinado nacional.

Argentina salió con decisión, lástima que esa actitud le duró poco. Los primeros minutos de juego denotaron una idea clara y concreta: presionar de tres cuartos de cancha en adelante, ahogar la salida del equipo trasandino. Para ello, hubo un dibujo que fue mutando de acuerdo al desarrollo del trámite, sobre todo en la primera media hora. Del módulo 4-2-3-1 al 4-3-3, Argentina modificó el dibujo con gran naturalidad a lo largo del desarrollo.

Con el esquema inicial, el elenco de Bauza mostró a Messi por derecha, Agüero por el centro, Di María por izquierda e Higuaín descolgado en soledad adelante. Sin embargo, para tratar de entorpecer la salida de la Roja, el conjunto nacional soltó por momentos al Kun como delantero central, corrió al Pipa al extremo izquierdo y dejó a Fideo en una primera línea de tres, con Mascherano como eje de la pirámide en el centro y Biglia ocupando espacios desde el medio hacia la derecha, con la apoyatura de Mercado, quien le pasó a sus espaldas en señal de proyección con buen criterio.

Ese idea de juego le permitió a la albiceleste asfixiar a los chilenos, aunque, como se sabe, no siempre la intensidad se lleva bien con la creatividad. Por eso, en muchos momentos se observó una carencia en la generación de juego. Hubo poca asociación y mucha acción vertical, de uno contra uno, o hasta incluso pelotazos largos entre líneas buscando dejar desacomodados a los zagueros centrales visitantes.

Cuando la falta de fútbol empezaba a impacientar -se notó claramente que Agüero no está capacitado para ser un generador de juego- la solución llegó a partir de los arrestos individuales del mejor del mundo. Moneda repetida, a la vez que efectiva. Leo Messi empezó a juntar marcas y abrió, gracias a esa virtud, espacio para sus compañeros de ataque. La primera chance clara de Argentina nació en los pies del “10”, así como la segunda y la tercera. En esta última, una torpeza de Fuenzalida derivó en el penal a Di María que el mejor del mundo cambió por gol.

En la carrera hacia el punto del penal, de seguro apareció alguna borrosa imagen de aquella fatídica definición desde los doce pasos en New Jersey. Pero esta vez Messi no falló. Carrera corta, disparo seco y esquinado. Grito de gol. Puño apretado y desahogo. Argentina quebró el cerrojo de Chile.

Esa ventaja inicial no tuvo la incidencia esperada en el trámite en lo inmediato. Es que los de Bauza dieron un paso atrás y, al ceder incomprensiblemente el territorio, le permitieron sacar la cabeza del lodo a sus adversarios. Chile sufría cada presión alta argentina, pera esa intensidad perdió peso con el correr de los minutos y se vio un equipo partido, sin convicción para dominar a su gusto.

NO SUPO O NO QUISO IMPONER CONDICIONES

Después de la primera media hora de juego. Argentina perdió el rumbo por completo. Quedó flotando una duda en el ambiente del Monumental: ¿Argentina no supo o quiso imponer condiciones? Cualquiera de las dos variables es sumamente preocupante. Si no supo, se encendiese una alarma porque no tenía enfrente a una potencia mundial, más allá de que poco tiempo atrás tuvo su cuarto de hora. Si no quiso, es doblemente alarmante, puesto que daría por sentado que esas serán las formas de búsqueda de Edgardo Bauza de aquí en adelante.

Hasta Messi terminó devorado por el contexto general, porque no le dieron juego, ni socios con quienes hablar el mismo idioma

Resulta inadmisible que Argentina quede resumida a buscar una ventaja, conseguirla, y luego prenderle una vela a cada santo para que los rivales no le empaten. Con el plantel con el que cuenta Bauza, entre quienes figura un tal Messi, resulta insólito que la albiceleste pueda sostener en el tiempo una propuesta tan ácana. Aunque atención, a no equivocarse, no se trata de una cuestión de gustos, ni de “lirismo” o “practicidad”. Se trata de una cuestión de conveniencia ¿O algún futbolero con un vago conocimiento del juego apostaría por sufrir como lo hizo anoche Argentina como alternativa para sostener en el tiempo en el proceso del Seleccionado?

El complemento fue un compendio de malas decisiones para el equipo nacional. Jamás se animó a jugar. Especuló de principio a fin con la ventaja, sin plantearse nunca la posibilidad de estirarla. Fue casi todo de Chile, menos el gol porque el travesaño y las manos salvadores de Romero dijeron que no.

El cambio cantado -demorado más de la cuenta por Bauza- de Banega por Agüero -el Kun nunca se encontró cómodo en esa función- tampoco modificó el cuadro de situación. Porque el problema, anoche excedió a los individuos. Se trató de una estrategia colectiva equivocada, basada en el utilitarismo y no en una búsqueda convincente de ejercer el protagonismo en el campo.

Hasta Messi, en la parte final, terminó devorado por el contexto general. Porque no le dieron juego, opciones de pase, ni mucho menos socios con quienes hablar el mismo idioma.

En el final, hubo un aplauso por los nervios contenidos y la satisfacción de saber que, con los tres puntos, el equipo se metió en zona de clasificación directa. Sin embargo, la sensación general de quienes colmaron el Monumental fue que así, será difícil llegar lejos. El resultado no tapó la preocupación. Argentina ganó, pero siguen estando lejos de convencer.

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