La Loma se moviliza para salvar a Estrella, un club en la cornisa

Equidistante de las plazas Azcuénaga y Güemes, la cuadra de 41 entre 18 y 19 sobrelleva el mismo proceso que buena parte del casco histórico: torres de vidrio, cemento y aluminio emergen con sus departamentos de los restos de casas bajas y amplias habitadas por varias generaciones. Entre las construcciones que sobreviven a la piqueta se halla la sede del club Estrella de La Loma; una entidad en decadencia institucional y edilicia, al borde de la liquidación, que ahora un grupo de vecinos procura rescatar y con ella el motor de la actividad comunitaria y los vínculos barriales que supo ser desde su fundación hasta inicios de esta década.

Los autoconvocados, que realizan reuniones semanales, cuentan con el aval de la Federación de Instituciones local; denuncian que los últimos años de la entidad verdirroja transcurrieron en una virtual acefalía, y que a los socios tradicionales se les vedó la participación para “refundarla”.

Anteanoche, durante un encuentro al que concurrió medio centenar de residentes en la zona, se pidió a las autoridades “transparencia” para realizar el reempadronamiento societario y una convocatoria a asamblea que permita configurar una nueva comisión directiva.

“La última dirigencia ‘formal’ perduró hasta 2009; en 2010, en medio de un montón de problemas como los que enfrentan todos los clubes de barrio, una facción copó la parada y empezó a adueñarse de la sede” recuerda Kobunco Araujo, uno de los vecinos “de toda la vida” movilizados para recuperar a Estrella.

“Gente vinculada con la parte gastronómica del club empezó a decidir quién entraba y quién no, con actitudes patoteriles” relataron los autoconvocados: “las actividades que quedaban empezaron a mudarse, y sólo se abría de las diez de la noche hasta la madrugada, en un ambiente que era todo menos familiar”.

Fundado el 20 de junio de 1946, el Centro de Fomento Vecinal, Cultural y Deportivo Estrella de La Loma ocupa un lote de considerables dimensiones, con un frente austero -y hoy muy deteriorado- que da paso a un acceso de una veintena de metros por ocho, detrás del que se abre un rectángulo de unos 40 metros de fondo y 20 de anchura. Un amplio salón de usos múltiples con losa de hormigón, parrillas, buffet, cancha de bochas, sendas canchas de paddle demolidas, son todo lo que queda del antiguo esplendor.

“En 2015, después de mucho diálogo, empezamos a mover algunas actividades mínimas en la sede, murgas, cenas, cosas que no requirieran seguro ni formalidades, para devolver algo de vida al lugar” recuerda Araujo: “pero en febrero de 2016 apareció una supuesta interventora, aparentemente vinculada con una fundación, que nos retrotrajo al punto de partida; cambió el candado y le puso cadenas a la puerta, todo en medio de un secretismo total”.

“No nos muestran los libros ni los papeles de la intervención, y no cumplen con los horarios y días que se estipularon para el empadronamiento de socios viejos y nuevos” advierte el vecino: “dijeron que en un plazo de noventa días el club podría ir a remate y disolución, lo que sería absurdo dado que hay mucha gente dispuesta a presentar una lista y poner el hombro”.

Desde la Federación de Instituciones Culturales y Deportivas local, su titular Alberto Alba sostuvo que “no vamos a permitir que el club quede en otras manos que no sean las de sus vecinos, y esperamos que Personas Jurídicas tome cartas en el asunto; la intervención debe atenerse a su papel, que es regularizar y convocar a elección de autoridades”.