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Edu, un canto a la juventud

Eduardo Torossian tiene 76 años, pero el espíritu de un pibe de 20, como la mayoría con los que actúa con la murga “Pateando la Luna” de Villa Elisa. Este médico y docente jubilado es un ejemplo de vida, con una historia de lucha digna de ser contada

Edu, un canto a la juventud

Eduardo en uno de los ensayos que la murga “Pateando la Luna” realiza en la plaza de Villa Elisa. Este médico y docente jubilado es un ejemplo para los jóvenes

31 de Marzo de 2017 | 07:17
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Muchas veces la juventud no tiene nada que ver con la edad. En Villa Elisa hay un claro ejemplo de ese postulado. Eduardo Torossian tiene 76 años y un espíritu de un pibe de 20, como la mayoría con los cuales se junta todas las semanas para hacer lo que más le gusta: murguear.

Edu, como todos lo llaman en la plaza Luis Castell, es la estrella de la murga “Pateando la Luna”, de Villa Elisa. Sus antepasados son armenios y si bien nació en Berisso, hace 20 años que eligió quedarse por estas tierras del norte platense para echar raíces. Hoy está jubilado, pero es médico y fue profesor de la Facultad de Medicina de la UNLP. Tiene dos hijos, uno de 35 que vive en Medio Oriente y otra de 25 que está estudiando para seguir sus pasos. Como si fuera poco, es de esos que no claudican nunca porque pese a que la salud hoy le juega una mala pasada, él le pone el pecho para que no sea una barrera que le corte su pasión. Y así se transforma en un referente para los chicos.

“Cuando era chico mi papá me regaló un tambor y ahí empezó todo porque en mi barrio había una comparsa grande, de unas 150 personas, que se llamaba “Los Ases”. Mi hermano tocaba el tambor y me hizo integrar la comparsa. Actué hasta que terminé la escuela primaria. Después lo dejé porque entré a la secundaria y a la facultad, pero siempre tenía algo adentro porque la murga a mí me imprimió el alma”, cuenta Edu con los ojos brillosos sobre sus primeros contactos con esta actividad que tanto ama.

Cuenta que cuando iba a la cancha lo que más le gustaba era escuchar los bombos de la hinchada. E incluso confiesa que se mezcla entre los manifestantes de distintas marchas, sin saber el motivo de la protesta, buscando el ruido del bombo o el platillo.

Su rica historia sigue así: “Yo venía buscando murgas y paseando por la plaza averigüé qué días actuaba. Dejé pasar tiempo y un sábado me acordé de un proverbio área que dice que hay 4 cosas en la vida que no vuelven nunca jamás. Una bala disparada, una palabra pronunciada, un día que dejaste escapar sin vivirlo y una oportunidad perdida. Ese sábado le dije a mi señora que no quería perder esta oportunidad que estaba sintiendo en ese momento y quería ir a la murga. Me cambié y me fui a la plaza. Fue un 1ro de mayo de hace 7 años”.

Este hombre flaco y canoso, con cara de bueno, se presentó ante los chicos que movían sus manos y sus pies sin parar al ritmo de un bombo y enseguida lo invitaron a participar. A la semana se subió a un micro y lo llevaron a actuar a Quilmes, aunque sólo de espectador. Pero claro, sus ganas pudieron más. “Cuando llegamos empezaron a maquillarse y uno preguntó quién iba a llevar el estandarte y yo pedí permiso para llevarlo. Lo agarré, me metí en el medio de la murga, empecé a revolearlo, me movía al compás del bombo y cuando terminamos la actuación una murguera dijo que desde hoy tenían un nuevo integrante. Y eso me llenó el alma. No la abandoné nunca”, relató este personaje lleno de historias, que confiesa que “la murga se impregna en el alma de cada murguero. Por eso voy a seguir hasta que tenga aliento”.

Sus arengas –cual jugador de fútbol en la manga de una cancha- ya son famosas. Y también su discurso después de terminar la actuación, entre abrazos, risas y algunas lágrimas de emoción. Allí Edu les dice: “Gracias por hacerme detener el tiempo. Yo con ustedes detengo el reloj, no dejo avanzar las agujas”.

Es cierto. Torossian, a sus 76 años, en un ejemplo de juventud. Parece que nada ni nadie lo detiene y que el tiempo no pasa para él. Le pega patadas al aire, mueve sus manos siguiendo el ritmo de los bombos, recita de memoria las críticas más irónicas y disfruta cada segundo de lo que hace con pasión. Edu, sin duda, es un canto a la vida. Un murguero con todas las letras.

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